sábado, 31 de julio de 2010

MISION DE LOS SETENTA... NUESTRA MISION

Lucas 10:1-12
Hoy vamos a hablar de “llamado”
Oremos:
“Entendemos Señor que la Misión de nuestro llamado es dar a conocer Tu Salvación. Salvación que es (1) Desproporcionada en cuanto a la necesidad del mundo y nosotros Tus siervos, sin embargo estamos aquí como aquellos 70 para obedecerte. Tu Palabra nos invita a (2) confiar en Tus recursos ilimitados. Entendemos Señor que llevar Tu mensaje nos (3) Exige prontitud de nuestra parte. Ayúdanos a recordar que dar a conocer el Evangelio (4) tiene como finalidad ministrar tu paz. Entendemos Señor que tu exiges de nosotros (5) Fidelidad y constancia a fin de no caer (6) en el desánimo.
Ayúdanos Señor a entender la visión para así cumplir con la misión.
Por Cristo Jesús. Amén”.
Hoy el Evangelio nos habla del llamado que hace Jesús de 70 discípulos a llevar la Buena Nueva:
“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él”. (Vs1)
El llamado siempre es a unos pocos. Son tan solo 70. Dios siempre elige sólo a unos pocos.
¿Por qué a ésos y no a otros Pr. Flores?
Es que “Dios elige a quienes quiere y cuando quiere.
Elige porque Él es bueno y no porque el elegido lo sea.
Y los elige para una misión concreta.
Y, lo más interesante es que “nos manda”, como a los discípulos, “solos delante de Él” porque dice: (Vs1) “…los mandó delante de Él…”
Y yo me preguntaba: ¿Por qué no fue en seguida con ellos? Porque quería que preparasen el terreno. Es que el llamado es eso… No forzar, ni convencer, pero “preparar el terreno” para que el Espíritu Santo pueda obrar en los corazones.
Y es así como obra Dios en el llamado. Con nuestra necedad y pobreza, Jesús confunde al mundo…
Por eso al ser enviados, me pregunto: ¿Seremos capaces?
Y me gusta lo que Dice Crisóstomo: “¿Cómo es posible que nosotros, tan pocos en número, podamos convertir al mundo. Los sencillos a los sofistas, los desnudos a los vestidos, los súbditos a los que dominan?
Y la única respuesta sensata que yo encuentro es que Jesús ya preparó todo. Derrotó al pecado, a Satanás y al mundo. En él está el poder. “Toda potestad le fue dada, en el cielo y en la tierra”
Él tiene en Su mano la victoria. Él nunca elige a “capacitados” pero capacita a Sus escogidos. ¿Cuántos escogidos hay hoy aquí???
Ahora ojo…en nuestro llamado “no son nuestros talentos ni habilidades” los que despiertan el interés del Señor.
Motiva nuestro llamado el deseo del Señor de tener muchos hijos que lo amen con todas sus fuerzas.
Jesús quiere hijos que abran el corazón a Su gracia y se dejen querer.

Por esa razón nuestro llamado, tiene algunas características que nos van a ayudar en nuestra misión de llevar las Buenas Nuevas a toda criatura.

EN PRIMER LUGAR, EL LLAMADO ESTÁ MARCADO POR LA
DESPROPORCIÓN: “Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos
en medio de lobos”. (Vs2-3)
Por un lado el terreno es grande y por el otro los obreros pocos.
Los sueños altos pero extrema nuestra pobreza.
El peligro grande y nosotros débiles.
Mucho que hacer y pocas herramientas.
Nos sentimos impotentes ante la injusticia, el hambre, la pobreza, la mentira, el odio, la guerra.
Nos duelen tantos males que suceden a nuestro alrededor y nos preguntamos cómo combatirlos.
Nos sentimos débiles, en número y en fuerza.
Sin duda, Cristo nos ha enviado como corderos en medio de lobos. Y sentimos que nuestro testimonio no basta.
No logramos cambiar a las personas a las que más queremos, y nos preguntamos: ¿cómo vamos a cambiar a tantos que no conocen a Dios?
Nuestra impotencia contrasta con la fuerza del diablo y el pecado. Nos sentimos pequeños. Corderos que no pueden ni siquiera luchar.
Pero como a los discípulos se nos manda obedecer. Porque la obediencia “desata el poder y favor” de Dios.
Qué haremos amados de nuestro llamado aunque las fuerzas sean desproporcionadas???... OBEDECER…

EL LLAMDO EXIGE, EN SEGUNDO LUGAR, VIVIR DE LA PROVISIÓN DIVINA: “No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias” (Vs4a) “El Señor nos quiere desprendidos de lo terrenal”.
Cristo nos manda sin nada. ¿Por qué? Para que no pongamos nuestra seguridad en los bienes terrenales, que nos puede apartar de lo esencial en la vida.
El desprendimiento de todo lo que nos ata es la condición para seguir a Jesús en ese llamado.
Se nos pide a CCNV no confiar en nuestras seguridades, sino sólo en Dios y en su plan de misericordia.
Se nos pide a CCNV confiar en la Providencia, en un Dios personal que nos conduce por donde Él quiere, y que en El confiemos.

Dijimos que el llamado es (1) desproporcionado, (2) pero el secreto está en la Provisión de Dios…

EL LLAMADO, EN TERCER LUGAR, EXIGE PRONTITUD. Nos pide que no perdamos el tiempo de cualquier forma: “Y no os detengáis a saludar a nadie por el camino”. (Vs4b)
Muchas veces perdemos el tiempo en cosas que no merecen la pena. El ocio, nuestro tiempo libre.
Nuestro tiempo que es oro: ¿Cómo lo utilizamos? ¿Cómo hacemos que el tiempo, que es un bien tan preciado, pueda ser aprovechado siempre?
Es difícil aprovechar bien el tiempo, si no tenemos clara la misión.
¡Qué importante es tener bien claras las prioridades en nuestra vida!.
Es triste decirlo amados pero, muchos cristianos viven sin rumbo, despistados, sin saber bien lo que tienen que hacer, ni dónde deben colocar sus fuerzas.
Se detienen por el camino e invierten su valioso tiempo en
cosas y en personas, que no les ayudan a cumplir su misión.
Es cierto, que a veces es difícil distinguir y reconocer dónde quiere Dios que estemos. Es tan grande la misión, que podemos llegar a creer que Dios nos quiere en otro lugar diferente y que estamos perdiendo el tiempo.
Otras veces pensamos que nuestro llamado no es tan importante como el de otros.
La tentación de compararnos siempre va a darse en nuestro corazón.
Nos comparamos continuamente y tenemos en poco aquello que hacemos con nuestra vida. Si nos toca cuidar a los hijos y la familia, pensamos que sería más productiva nuestra entrega en otra misión con los pobres y necesitados.
Si vivimos volcados en la oración, podemos llegar a pensar que seríamos más útiles dando la vida por los que no conocen al Señor.
Siempre las comparaciones nos perturban y nos hacen creer que perdemos el tiempo.
No dejemos que el demonio nos convenza de que nuestra entrega es infructuosa y que, por lo tanto, no vale la pena.
El fin último, no es el fruto manifiesto, sino la alegría de la entrega generosa cada día, sabiendo que nuestro nombre está escrito, grabado con amor, en el corazón del Padre.

(1)Desproporcionado (2) Vivir de la Providencia. (3) Exige prontitud…

EN CUARTO LUGAR, EL LLAMADO TIENE COMO FIN ENTREGAR LA PAZ: “Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.(Vs5) “ Estamos llamados a dar la paz: “Y si allí hay gente de
paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros”.
Crisóstomo dice: “La paz es la madre de todos los bienes. Sin ella todos los demás bienes son inútiles.”
Nuestro llamado es regalar la paz a aquellos que Cristo ha puesto en nuestro camino.
Los importantes son ellos.
Pero sólo podemos entregar paz y amor si lo llevamos en nuestro corazón.
Cuando amamos de verdad sólo podemos dar lo que hemos recibido gratis.
Teresa de Calcuta decía: “El amor verdadero es entrega. Cuanto más amamos más nos entregamos.”
La misión nos exige llevar la paz “a los corazones”. Entregar el amor que falta en el mundo. Dar la vida por amor y saciar la sed de Dios que padece el mundo.
La misión es grande, pero la misión comienza en nuestro corazón.
Cristo quiere que nuestra vida sea de paz y con amor, para poder regalar lo que el mundo busca y necesita.
La paz es el don que más falta hace en nuestro mundo.
Hay muchos corazones sedientos de paz verdadera.
La violencia, las enfermedades del alma, la soledad, son los males que están presentes en muchas vidas.
¿Qué entregamos nosotros?
Cuando vamos corriendo y sin tiempo, sin alegría y sin paz en el corazón, no podemos regalar el don del Espíritu que Dios ha puesto en nosotros.
Muchas veces damos paz, y si somos rechazados, la paz desaparece y “no vuelve a nosotros”. Entonces nos llenamos de ira y de gritos, de rabia y malas palabras. Ya no hay paz.
Pidámosle esta mañana al Señor una paz que “nunca nos deje”, que se arraigue en nosotros y no se pierda.
(1)Desproporcionado (2) Vivir de la Providencia. (3) Exige prontitud. (4) Tiene como fin entregar la paz…


EL LLAMADO, EN QUINTO LUGAR, EXIGE FIDELIDAD Y PERSEVERANCIA: (Vs7-9)
“Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios.”
La misión hace que nos demos por entero, sin medir fuerzas, sin calcular poder dar respuesta a todas las necesidades.
Dios nos quiere enteros, para que podamos dar todo.
Nuestra presencia es la presencia real del Reino de Dios en el mundo.
Nuestra vida, es “la semilla” de Cristo en los corazones que nos reciben.
Cada día tenemos que pedir el don de la fidelidad, el regalo de perseverar siguiendo sus pasos.
(1)Desproporcionado (2) Vivir de la Providencia. (3) Exige prontitud. (4) Tiene como fin entregar la paz. (5) Exige fidelidad y constancia…


EL LLAMADO, EN SEXTO LUGAR, PUEDE ESTAR MARCADA POR EL FRACASO Y ES IMPORTANTE NO CAER EN EL DESÁNIMO: (Vs10-12)
“Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y
decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.” Os digo que aquel día será más
llevadero para Sodoma que para ese pueblo. »
Uno de los padres de la Iglesia (San Gregorio) decía con respecto al fracaso: “El que predica con el solo fin de la alabanza o de la recompensa de este mundo, se priva de la del cielo”.
Nuestra meta no es el éxito final, nuestra meta es caminar en Su camino cumpliendo con nuestro llamado.
El resultado no depende de nosotros, depende de Dios,
Él irá donde vamos; Él sigue nuestros pasos, al mismo tiempo que nosotros seguimos sus huellas sabiendo que Él estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Conclusión:

Entendemos que el llamado es (1) Desproporcionado. Pero la Palabra nos invita a (2) Vivir de la Provisión de Dios. Se nos (3) Exige prontitud. Recordándonos que ese llamado (4) tiene como fin que entreguemos “la paz”. Por lo tanto exige de nosotros (5) Fidelidad y constancia a fin de no caer nunca (6) en el desánimo.
Nunca olvidemos que nuestra alegría está en el camino, no en la meta, ni en el éxito.
Y nos entregamos sin esperar recompensas ni aplausos humanos. Y nos gloriamos en la cruz, el verdadero distintivo del cristiano.

Oremos:

Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida
Mensaje predicado domingo 01 Agosto 2910

domingo, 25 de julio de 2010

LO IMPORTANTE Y LO URGENTE

LO IMPORTANTE Y LO URGENTE




Mateo 22:1-14


Es instructivo observar cuáles son los motivos por los que estos invitados de la parábola se negaron a venir al banquete.
Mateo dice que ellos “no hicieron caso” de la invitación y “se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio”.
El evangelio de Lucas, en este punto, es más detallado y presenta así los motivos del rechazo: “He comprado un campo y tengo que ir a verlo... He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas... Me he casado, y por eso no puedo ir” (Lc14:18-20).

¿Qué tienen en común Pr. Flores estos diversos personajes?
Que los tres tienen “algo urgente” que hacer.
Algo que no puede esperar.
Que reclama de inmediato su presencia.
¿Y el banquete nupcial Pr. Flores? ¿Qué representa?
Indica la Gracia de Dios. La Salvación conseguida por Cristo. La vida eterna. Es tipo de los beneficios temporales y eternos del Evangelio.
El banquete representa, “lo más importante en la vida”.
Es más, lo único importante.
¿Cuál es entonces el error cometido por los invitados?
Abandonar lo importante por lo urgente.
¡Lo esencial por lo contingente!
Ahora bien, éste es un riesgo muy difundido e insidioso. No sólo en el plano espiritual, sino también en el humano.
Vale la pena reflexionar un poco sobre él.

Abandonar lo importante por lo urgente, en el plano espiritual, significa retrasar continuamente el cumplimiento de los deberes cristianos. Siempre se nos presenta “algo urgente” que hacer.
Es domingo y es hora de ir al culto, pero está pendiente esa visita que habíamos prometido.
Ese trabajo que dejé pendiente de hacer.
La comida que preparar.
Viene mi prima justo a la hora de la reunión y como es el único horario que tiene disponible y hace mucho que no nos vemos… entonces falto.
El culto puede esperar, la comida no. Dios puede esperar, mi prima no.
Quiera o no admitirlo, mi prima, la comida, el trabajo, la visita prometida, es más importante que Dios.
Lo mismo pasa con el tiempo de devocional con Dios. No pasamos tiempo en oración y lectura de la Biblia en casa porque siempre hay cosas urgentes que hacer… Y así después nos va.


El peligro de abandonar lo importante por lo urgente está presente también en el ámbito humano, en la vida de todos los días.
Para un hombre es importante dedicar tiempo a la familia, a estar con los hijos, dialogar con ellos si son grandes y jugar con ellos si son pequeños.
Pero a último momento se presentan cosas urgentes que terminar en la oficina, horas extraordinarias que hacer, y se deja para otro día.
¿Moraleja? Llegamos a casa demasiado tarde y muy cansados para pensar en estar con la familia.

Para un discípulo comprometido es importante de vez en cuando visitar al anciano padre que vive solo en casa o en algún asilo.
Para cualquiera es algo importante visitar a un conocido enfermo para darle apoyo espiritual y afectivo y hacer algún servicio práctico por él. Pero no es urgente.
Resulta que lo dejamos para más adelante porque nos surgió un viaje importante.
“No se va a hundir el mundo porque no vaya” –decimos- “quizás nadie si dé cuenta”.
Y así se deja lo importante para más adelante porque tiene prioridad lo urgente.

Lo mismo pasa con el cuidado de la salud, que también está entre las cosas importantes.
El médico, o el organismo, advierte que hay que cuidarse, tomar un periodo de descanso, evitar el estrés...
¿Qué contestamos?: “Sí, lo haré, pero, apenas termine ese trabajo, cuando haya arreglado la casa, cuando haya pagado mis deudas..”.
Hasta que uno se da cuenta lamentablemente que es demasiado tarde.
Ahí está el engaño: Pasamos la vida persiguiendo mil pequeñas cosas que arreglar y nunca encontramos tiempo para las cosas que verdaderamente inciden en la vida espiritual y en las relaciones humanas y que pueden dar verdadera alegría y abundante provecho en esta vida,,, y la eterna.
Conclusión:
Así vemos como el Evangelio, es también escuela de vida.
Nos enseña a establecer prioridades, a atender lo esencial.
En una palabra, a no perder lo importante por lo urgente, como sucedió con los invitados de nuestra parábola.
Qué esta sea la visión para Nueva Vida. Demos prioridad a lo importante por encima de lo urgente, de lo cotidiano, de lo humano.
Entremos en tiempo de adoración ministrándole a Jesús y dejandonos ministrar por Él.
Oremos: Señor te pedimos que nos ayudes a diferenciar lo importante de lo urgente. Que no perdamos lo importante por causa de la urgencia. Ayúdanos a establecer las prioridades. La prioridad en nuestras vidas la tienes Tú. La Iglesia, la necesidad de los que no te conocen, los hermanos débiles en la fe, nuestros compromisos espirituales.
Llénanos con tu Santo Espíritu esta mañana. Renuévanos, restáuranos. Limpia nuestros corazones. Bautízanos con tu poder. Aviva tu obra en nuestras vidas. Por Cristo Jesús. Amén.
Predicado. Domingo 25 Julio 2010 Comunidad Nueva Vida. Av. Gaona 2918
Rev. Raúl Flores

sábado, 24 de julio de 2010

CAMBIO DE MENTALIDAD EN LA IGLESIA DEL SIGLO XXI

UNA PROPUESTA PROFÉTICA PARA EL LIDERAZGO Y LOS CREYENTES DE NUESTRA ÉPOCA.
La visión que propone Jesús: Servir y entregarse.

Rev. Raúl Flores

Durante la lenta evolución animal, el “homo sapiens” aprendió que sobrevivían los más fuertes. Esto despertó en él un natural y necesario instinto de conservación, que lo llevó a aplastar a los demás seres vivos para sobrevivir. El miedo a ser eliminado por los demás dominaba las relaciones entre los seres vivos; el otro ser vivo era necesariamente “un adversario”.
Una vez aparecida la conciencia humana, el miedo, como móvil que impulsa las relaciones interpersonales, “debe desplazarse” para darle cabida al amor, que hace ver a los demás seres humanos como hermanos.
Lamentablemente el ser humano no ha alcanzado aún tal madurez. En todos nosotros habita un “deseo natural” de sobresalir sobre los demás, de ser reconocidos como importantes.
Esto se da en la política, en el deporte, en la religión, en las ciencias, en el arte, en el trabajo, etc.
En todos hay por lo menos un “pequeño deseo de poder”, o un “tirano en potencia”. Ya lo decía Cervantes en boca del Quijote: “a todos nos gusta mandar, aunque más no sea sobre un hato de ovejas”. “Es mejor ser cabeza de ratón que cola de león”, dice el antiguo adagio español.
Las culturas lo han llamado de distintas formas: El zar ruso, el káiser alemán, el cacique indígena, el emperador romano, el faraón egipcio, el príncipe medieval. El césar, el jefe, el comandante, el patrón, el mandamás, el duro, el soberano, el absoluto, en fin… hasta la Iglesia lo tiene: el Pastor, el Apóstol, el Patriarca, el Obispo, etc.
Infelizmente en algunos, por las circunstancias en las que crecen, ese natural instinto se va haciendo tan fuerte que termina convirtiéndose en una decisión desesperada por satisfacer sus impulsos de poder, a cualquier precio.
Este tipo de personas son capaces de matar a su propio hermano y vender a su propia madre para lograr ese propósito y una vez que lo logran, quieren más porque su sed es insaciable.
Ser el jefe y mandar sobre los otros se convierte en una necesidad imprescindible para “aceptarse” como seres humanos.
Esto, según algunos psicólogos y terapeutas reconocidos, no tiene otra explicación que un extraordinario complejo de inferioridad, porque “si tiene una verdadera necesidad de desempeñar el papel de jefe es porque tiene que dar razón del absurdo de su existencia” Sartre llegó a decir: “detentar el poder, gozar de prestigio ante los demás y ser considerado por ellos, no tiene otra razón de ser que colmar la cima de su propia insignificancia”.
Jesús, sin ser psicoanalista ni terapeuta, conoció el corazón humano y descubrió la dureza del hombre cuando se emborracha de poder.
Él mismo lo sufrió viviendo en una colonia del despótico y criminal Imperio Romano.
Jesús fue testigo de la manera como la clase dirigente judía, vendían la herencia de Dios a los extranjeros por un plato de lentejas (que es lo mismo que decir conservar sus privilegios). Experimentó en carne propia lo que significaban los impuestos impagables, el desplazamiento, la persecución, la pobreza, la miseria, que generaba ese orden legalmente establecido.
Por supuesto que estaba dolido con este orden.
Pero su propuesta no fue tomarse el poder a la fuerza, como lo esperaban sus discípulos, entre ellos Santiago y Juan, quienes se adelantaron a pedir “un buen pedazo en la repartición de la torta”. Ya se soñaban como los ministros más importantes del nuevo rey de Israel: uno a la derecha y otro a la izquierda.
¿Qué hicieron los demás discípulos cuando escucharon esta propuesta? Se disgustaron, no porque descubrieran la incompatibilidad de la petición con el proyecto de Jesús, sino porque ellos esperaban lo mismo: “todos estaban tras el puesto de honor” al lado del nuevo monarca.
Y qué les respondió Jesús? “No saben lo que piden” .
Una expresión parecida a la que utiliza Marcos en el texto de la transfiguración, cuando Pedro le propuso a Jesús hacer tres tiendas (para no bajar a la llanura sino quedarse en el monte por temor a enfrentar el poder)
“En realidad no sabía lo que decía, porque estaban llenos de temor” (Mc 9:6). Parecida también a una de las frases de Jesús en la cruz: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34ª).
En realidad estos dos discípulos, así como los demás, no sabían lo que pedían.
Y es triste decirlo amados pero con mucha frecuencia también nosotros en nuestras oraciones, no sabemos lo que pedimos.
Ellos en realidad “No sabían lo que pedían” . ¿Por qué? Porque lo que pedían era contrario a lo que proclamaba Jesús.
No habían entendido su mensaje y su proyecto. Todo lo que habían visto y oído a lo largo de su caminar (formación) con Jesús, les había pasado por encima, como el agua a las piedras del río: “mojadas por fuera y secas por dentro”.
No sabían que la propuesta de Jesús estaba lejos del proyecto de los grandes de este mundo, famosos por sus conquistas, sus colonias, su poder. No sabían que en el fondo eso no es otra cosa que vanidad y orgullo del corazón.
Jesús anunciaba el reino y ellos, con un modelo preconcebido de los reinos monárquicos y totalitarios de la época, no permitían ninguna variación, sino que se soñaban siendo parte de un nuevo “grupo de privilegiados”.
Según el falso sueño de los discípulos, en el reinado de Dios instaurado por Jesús se mantendría el mismo esquema de dominio, configurado sobre la misma relación socioeconómica: amos-siervos, ricos - empobrecidos, dominadores - dominados. ¡Claro si los privilegiados somos nosotros, que venga ese reino rápido!
Jesús ya les había dicho que iban a tener problemas y que debían contar con la posibilidad de una muerte violenta, pero no le prestaron atención porque soñaban todo el tiempo con ese idílico reino.
Así que una vez más debía corregir la “visión triunfalista”, de sus discípulos y recordarles el inminente peligro que corrían: “¿Son capaces de beber el trago amargo que yo tengo que beber y sumergirse en las aguas que yo me sumergiré?”, les dijo. Es que todos esperaban el triunfo del caudillo y “beber gratis” la copa de la victoria por ser sus amigos.
Pero, cuando se trataba de beber el trago amargo y sumergirse en las aguas del dolor, lo pensaban dos veces.
Lo que no lograban entender sus discípulos (Y también muchos hoy) es que no se trataba de tener méritos para lograr los primeros puestos. Ese detalle no le competía a Jesús. Eso no estaba en el “presupuesto”.
El Reino propuesto por Jesús y los reinos de la época sólo se parecían en el nombre, pero no en las categorías.
El que quiera participar del reino propuesto por Jesús debe prescindir de cualquier deseo de dominación.
Él hablaba de cambiar no tanto los personajes que dominaban, sino “las estructuras internas” que mueven al ser humano a dominar a los demás.
¿Qué pensaban sus discípulos al respecto? Lo mismo que pensamos la mayoría de nosotros hoy: que cambiando el dominador vendrían ventajas tanto para ellos como para todo el pueblo.
Y en realidad, “No sabían lo que pedían”. No sabían que por bueno que fuera quien dominara, por muy Hijo de Dios, por muy sabio, por muy santo, nada iba a cambiar si se seguía con los mismos esquemas de dominadores – dominados, amos – esclavos.
¿Cuál es entonces la propuesta de Jesús Pr. Flores? La propuesta de Jesús no fue cambiar “de personaje dominador”, sino cambiar primero “el corazón humano” y a partir de ahí las estructuras de poder.
A cambio de una persona ávida de poder, un líder capaz de servir.
A cambio de un monarca absoluto, un líder creativo e impulsador de procesos de libertad.
La novedad del reinado propuesto por Jesús, es el servicio y la entrega a los dominados y esclavizados por los poderes temporales de este mundo.

Conclusión:

Si como Iglesia seguimos manteniendo las categorías de poder y dominio que maneja este mundo, en el que los reconocidos como jefes tratan despóticamente a sus súbditos y los grandes les hacen ver su autoridad, no tendremos nada que ver con Jesús y nuestras Iglesias no tendrán credibilidad.

Amados: Sepámoslo de una vez por todas:

Si queremos ser parte del reinado instaurado por Jesús, no nos queda otra alternativa que renunciar a todas las estructuras de poder y ponernos de manera especial al servicio de aquellos marginados y excluidos.

Como lo hizo Jesús quien no vino a ser servido sino a servir y a entregar su vida en rescate por muchos.

Que el Señor nos ayude y nos bendiga.

Mensaje que será predicado en Comunidad Cristiana Nueva Vida.

Rev. Raúl Flores

EL VALOR DE LOS DÉBILES

EL VALOR DE LOS DÉBILES

Marcos 10:46-52
Me gusta mucho este texto de Marcos 10 porque resalta el valor de los débiles, de los que no cuentan para quienes dominan la historia.
En el evangelio encontramos este relato del milagro de sanidad que testimonia cómo uno “de los que sobran”, se convierte en “protagonista” de la historia.
Según este texto de Marcos, Jesús iba de camino hacia Jerusalén con sus discípulos y una gran multitud. Pero no todos los que “iban con él eran discípulos”; algunos lo seguían por curiosidad. Y acá hay una verdad que quiero resaltar:
La vida cristiana no tenemos que caminarla como si fuéramos borregos en la manada.
“Seguir a Jesús” es tener la mente abierta y el corazón dispuesto, las manos libres y los pies firmes para sintonizar con él y ser continuadores de Su obra de salvación.
Dice luego que salía de Jericó, distante unos 30 Km. de Jerusalén. Normalmente a las salidas de las ciudades y de los templos, en las plazas, en las calles, en los caminos, o en cualquier sitio donde había aglomeración de gente, se encontraban “los mendigos”.
Generalmente estos eran huérfanos, enfermos, ancianos, limitados físicos y hasta “avivados” que se aprovechaban de la generosidad de la gente.
Los mendigos sufrían hambre pero no morían de hambre, pues la caridad era obligatoria: “la labor a los pobres estaba organizada entre los judíos. Se les repartían víveres, que alcanzaban para dos comidas diarias.
Es que en realidad lo que más daño hacía al mendigo no era la falta de comida, sino “la vergüenza”.
El escarnio público, aislamiento y desprecios era lo que más atormentaba y bajaba la autoestima a los mendigos. En el fondo no vivían sino que sobrevivían.
Y al borde del camino, dentro de ese grupo, estaba Bartimeo, “dedicado a la mendicidad”.
Un ser humano triplemente marginado: por pobre, mendigo, y ciego.
Pero no obstante su limitación este ciego se convierte, podríamos decir, en la antítesis de Santiago y Juan -tipo de muchos líderes y creyentes de hoy-, personajes que ansiaban un lugar de privilegio junto a Jesús en la gloria.
Así como Bartimeo, los discípulos -los que se supone que estaban con Jesús-también estaban ciegos y no lograban entender las características del proyecto de Jesús.
Pero este hombre cambia la historia.
Había escuchado hablar de Jesús, de Sus obras y de Sus palabras.
Le habían dicho que era el Mesías, relacionado con David, según la esperanza del pueblo, y entonces gritó con voz fuerte: “Jesús hijo de David, ten compasión de mí”.
Una vez más, vemos cómo Jesús es reconocido por los últimos de la sociedad. Este hombre ciego era para mucha gente un insignificante; sólo inspiraba lástima y le daban unas monedas para que no se muriera de hambre. Debía permanecer callado porque no tenía derecho a expresarse.
¿Qué podía aportar un pobre ciego a la sociedad?
El Vs 48 dice que “Muchos lo reprendieron y le decían que se callara”. ¿Por qué lo hacían? Tal vez para que no distrajera al Maestro en su última jornada camino a la toma del poder, como ellos lo esperaban. De pronto para no llamar la atención de los guardias romanos, ya que en Jericó había una guarnición romana y como esta ciudad era paso obligado para llegar a Jerusalén, tenían que ser muy cautelosos con la gente que se dirigía a la capital.
Tal vez porque Marcos quería resaltar que no solo Bartimeo estaba ciego, sino “también sus discípulos”, quienes no tenían ninguna claridad sobre Jesús, pues creían y soñaban que el mejor título era el de “Hijo de David”, con la ideología político militar que este título encierra.
A pesar de los reclamos, a este hombre no le importó el decir de la gente y siguió gritando. El que persevera alcanza.
Y Jesús lo escuchó, pues los gritos de un pobre insignificante para la sociedad, siempre lo hacían detener.
Se interesó por él, lo mandó llamar y le dedicó tiempo.
(Vs49) ¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!, le dijeron otros. Así es la vida y así es el seguimiento de Jesús. Mientras unos desaniman, critican y tratan de matar los sueños de los que quieren llegar lejos. Otros animan, impulsan y dan la mano.
Mientras unos dicen que caminar con Jesús es una tontería, otros se convierten en ganadores de almas que ayudan a escuchar Su llamado.
Ese llamamiento es, sin lugar a dudas, una invitación al discipulado. Así como cuando se detuvo y llamó a unos pescadores de Galilea cuando tiraban de la red (Mt 4:18). Así como cuando por entre la multitud llamó a Leví, el publicano (Mt 9:9) a Zaqueo (Lc 19:1), al joven rico (Mc 10:17-30)…
Y es que realmente Jesús rompía los esquemas. ¿Un ciego como discípulo? Las escuelas rabínicas se esforzaban por tener discípulos de “buena familia”, gente selecta que “le diera categoría”. Pero a este Jesús, no contento con tener pescadores, publicanos, y gente de “baja reputación, se le ocurrió en ese momento llamar a un ciego y mendigo.
Es que el llamado era para todos; nadie debía sentirse excluido. Para él no había personajes privilegiados ni élites favorecidas.
Y el ciego tomó una decisión inteligente (Vs50): tiró su capa, “sus seguridades”, sus ataduras, aquello que lo detenía, lo amarraba y le impedía vivir a plenitud. La capa o el manto en la cultura semita significaba la identidad de una persona.
El ciego dejó la capa a un lado, dio un salto, se puso en pie y se fue por sus propios medios al encuentro de Jesús.
Lo interesante es que la pregunta que le hace Jesús a Bartimeo fue la misma que les hizo a Santiago y Juan, en el relato anterior: (Vs 36) “¿Qué quiere que haga por ustedes?”.
A Bartimeo le pregunta (Vs 51)“¿Qué quieres que te haga?”.
Gloria a Dios!!! Jesús se puso en disposición de servir. Para eso había venido a este mundo.
Pero mientras que los hijos de Zebedeo, cansados de caminar con Jesús, le pidieron un asiento en el posible trono, el ciego cansado de estar sentado al borde del camino, no le pidió limosna, ni siquiera un pedazo de pan, ni un trono.
Le pidió lo realmente necesario (Vs51): “Maestro que recobre la vista”.
Y dice que (Vs52)“Enseguida recobró la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino”.
Bartimeo se convirtió en discípulo de Jesús, que en la mentalidad de Marcos, es el que puede ver.
Es que en realidad necesitaban hacer “el proceso de Bartimeo” para ser discípulos de verdad.
Conclusión:
Este es un verdadero modelo de seguimiento, un testimonio de renovación y una gran historia de salvación.
Un espejo para vernos y evaluarnos en el camino con Jesús. ¿Somos de los que desaniman?, ¿somos de los que animan a la gente a ser mejores y a caminar con Jesús?, ¿estamos ciegos?, ¿tenemos una religiosidad de mendigos, o estamos dispuestos a pedir la luz para ver bien y convertirnos en verdaderos discípulos?
El llamado es hoy para nosotros. ¡Levantémonos que nos llama! ¡Dejemos las capas tiradas, pongámonos de pie y vayamos a su encuentro!
Y, cuando Jesús nos pregunte qué queremos que haga por nosotros, no cometamos el error de pedirle una limosna, ni un trono en el falso pedestal de un reino imaginario.

Pidámosle su luz para descubrir “el sentido de nuestra vida” y para comprender “Su propuesta” de salvación.

Pidámosle su Espíritu para que nos conduzca siempre firmes en su camino hasta el final.
Que el Señor nos ayude y nos regale una semana maravillosa. Que nos sorprenda con Su bendición.

Rev. Raúl Flores

Predicación para Comunidad Cristiana Nueva Vida
Buenos Aires, Argentina.

viernes, 23 de julio de 2010

RECAUDADOR Y MENDIGO

RECAUDADOR Y MENDIGO
Mateo 19: 1-10
Intro:
Lo que este texto nos enseña: Mirar en la dirección adecuada. Mirar correctamente. No podemos vivir despistados. No podemos hacernos los distraídos. Que la historia de Zaqueo nos hable a cada uno. Recuperemos la visión de nuestro llamado.

1.-La vida de Zaqueo era una vida cómoda pero infeliz.
Su fama de recaudador de impuestos hacía que, muchos ojos, estuvieran puestos en él. Y no precisamente para bien. (Se quedaba con la mayoría del dinero que recaudaba)
Pero, de repente, la vida de aquel pequeño gran hombre (pequeño de estatura pero grande porque supo encaramarse al “árbol de Jesús”) cambió radicalmente con una interpelación de Jesús: ¡Zaqueo…desciende!
Aquel encuentro fue sorprendente, y la invitación de Jesús inesperada.
Y yo me preguntaba: ¿Qué habrá sentido Zaqueo al encontrarse cara a cara con Jesús? ¿Qué tendría de especial Zaqueo para que Jesús repare en un hombre colgado a las ramas de un árbol?
Lo interesante es que los dos tenían actitudes y respuestas complementarias:
Por un lado Zaqueo estaba adornado por la riqueza del mundo, pero con un corazón maniatado, infeliz y prisionero del dinero.
Y por el otro Jesús, con la sensación de ser “un mendigo”, irradiaba felicidad, luz y paz.
Y desde la cima de aquél sicómoro, “recaudador” y “mendigo”, se encuentran en el camino.
Y lo extraordinario es que se cambian los roles:
Jesús que mendiga el amor del recaudador Zaqueo, y Zaqueo que mendiga la grandeza, el perdón, la comprensión y la amistad del Jesús “mendigo”.
Y lo interesante es que aquella “casualidad”, cambió radicalmente el itinerario existencial de un hombre que, subido a un árbol, logró dar con ese otro “gran árbol” de la salvación llamado Jesús de Nazaret.

2. ¿Qué pasó entonces con Zaqueo?
¿Qué ocurriría con sus riquezas, carácter, temperamento, hacienda,…?
Posiblemente lo mismo que le ocurre a todo el que se encuentra radicalmente con Jesús: cambió y se marchó por otro camino. Ojalá que pase eso con aquellos que amamos. Que ocurra con aquellos otros a quienes les dimos la Palabra… Pero también que pase con nosotros los que hace años estamos en la Iglesia sirviéndole.
¡Cuántos Zaqueos hay entre nosotros, amados! ¡Cuántos!
Y es que El Señor, también nos quiere recuperar a nosotros. Porque también solemos ser Zaqueos fuera de foco. Zaqueos distraídos. Enanos sin visión.
Y lo hermoso aquí es que Jesús no nos pide nada a cambio. Eso, en todo caso lo decidiremos nosotros.
El Señor, quiere que “bajemos del árbol”.
¿De qué árbol Pr. Flores?
Del árbol de nuestra suficiencia, que bajemos de nuestro orgullo y religiosidad y lo saludemos a “ras del suelo”. Que lo sigamos con todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón. Que seamos éticos, respetuosos, amables, generosos, predispuestos, confiables, laboriosos, humildes, fieles. ¿Qué cosas nos impiden seguirle?

La Palabra de Dios, la oración, la práctica del amor, ser estudioso de la Biblia, participar en la Iglesia, formar parte de diversas células de evangelismo y crecimiento…”son árboles” que se levantan para que, con toda claridad, veamos el paso de Jesús.
Es que Jesús quiere nuestra recuperación total, porque desea que seamos de los suyos….nos mira con pasión y amor y desea rescatarnos y que estemos al servicio de Su Iglesia y de cada persona que nos necesite tanto dentro como fuera del redil.
Ninguno puede quedar indiferente a su llegada.
Nada puede obstaculizar nuestra entrega y nuestro seguimiento confiado a Él.
Y la pregunta lógica llega: ¿Qué es necesario que nos ocurra para sentir esa sacudida que transformó la existencia de Zaqueo?
Mirar en la dirección adecuada. Mirar correctamente. No podemos vivir despistados. No podemos hacernos los distraídos.
Y es triste decirlo amados pero en nuestros círculos cristianos hay por lo menos tres tipos de creyentes:
1.- Los que en vez de estar subidos en el “árbol de la fe”, para comprender y entender la vida de Jesús, se conforman con estar subidos a una silla. Los conformistas.
2.- Pero también están los que, en vez de arriesgarse a subir un poco “más alto”, prefieren que sean otros los que suban y cuenten lo que ven. Los que nunca se involucran. Indiferentes. Los que nunca se juegan por el Evangelio.
3.- Y los que, aún pensando el horizonte amplio y fantástico de la fe, “miran de reojo” a lo que tienen y se conforman con ver “pasar de vez en cuando” (en algún culto dominical, en algún que otro estudio de la Biblia, en algún culto de oración) a Jesús. Los dudosos.
¿Qué es entonces la fe?
La fe es experiencia personal. Cuando uno se encuentra con Jesús (ese es el dilema de muchos cristianos, que dicen ser evangélicos pero no han sentido la presencia viva y real de Jesús) la vida cambia de color, su actitud se vuelve positiva, su mañana es marcada por el firme convencimiento de que el Señor lo acompaña en su caminar todos los días vaya donde vaya.
Conclusión:
No sabemos lo que ocurrió con Zaqueo. Ni tampoco nos debe importar demasiado.
Ahora, que nosotros estamos comiendo en este “árbol” de la Palabra, aprovechemos para mirar frente a frente a Jesús y, cuando descendamos a la realidad de la vida, pensemos en qué hemos de restituir y cambiar algunas cosas en nuestra relación con la Iglesia, la familia, el trabajo, los amigos, los enemigos y con los demás que están “allá afuera”.
¿En qué se notará Pr. Flores?
Si cambian algunos aspectos de nuestro carácter y conducta… Eso mostrará que, en este culto y bajo esta Palabra, nos hemos encontrado cara a cara con el mismo Jesús.
Que tengamos una semana bendecida y que el Señor nos sorprenda.

Mensaje a predicar en Comunidad Nueva Vida
Rev. Raúl Flores
Buenos Aires

jueves, 22 de julio de 2010

TODOS DEBERIAMOS LLAMARNOS ZAQUEO...

TODOS DEBERÍAMOS LLAMARNOS ZAQUEO…

Lucas 19: 1-10


Dice este hermoso texto que un hombre llamado Zaqueo cuando supo que Jesús pasaría por Jericó buscó la manera de llegar a El sin conseguirlo.
¿Cuál fue su impedimento? “Su estatura”
Y esta observación de “no lograr ver a Jesús” bien nos sirve para aplicarla a nuestras vidas.
Porque puede que también a nosotros nos esté pasando lo mismo que a Zaqueo. Hemos dejado de “ver a Jesús”. Porque nuestra “estatura” nos lo está impidiendo…
¿No será que “hay algo” en nosotros también que –como a Zaqueo- nos impide ver y sentir Su presencia?
Es que sin dudas en nuestros círculos cristianos hay mucho “zaqueísmo”
Y yo le llamo “zaqueísmo” a esa chatura espiritual. Chatura de compromiso, chatura de solidaridad, de comunión, de entrega.
Pero también chatura de fe, de esperanza, de propósito. De pensamiento, de reflexión… que preocupa.
Y es que muchas veces nuestra “desmotivación”. Nuestra falta de interés por superarnos “achata nuestra mirada” y nos vuelve Zaqueos…Queriendo ver a Jesús, sin poder hacerlo…
Y resulta que hoy en día, ya “no hace falta superarse”, ni tampoco mejorar nuestra vida ni la de la Iglesia.
Lo único que interesa es sacar el mayor beneficio personal en el instante; y los demás, no es asunto mío.
Es una actitud que parece afectarnos a todos.
Todo se excusa, todo se justifica con un: "Todo el mundo lo hace".
Hemos perdido el deseo, y la fuerza de carácter como para decir: "Esto está mal y no lo voy a hacer, piensen lo que piensen y cueste lo que cueste".
Sufrimos la falta de disciplina en la familia, en la escuela, en la iglesia y en el trabajo, y en consecuencia se produce cada vez menos la disciplina interior, la fuerza de voluntad necesaria para afrontar las decisiones y responsabilidades que debemos tomar a diario.
Nos estamos convirtiendo en una Iglesia gris, chata, insípida, mediocre, pero también exenta de sentido de superación y triunfo.
Simplemente, nos falta carácter.
El temor de ir en contra de la corriente, el miedo al "qué dirán", la conciencia dormida o -como dice Pablo- “cauterizada”, nos ha convertido en pobres víctimas de las influencias e insistencias de otros.
Somos llevados de un lado para otro por “las tiranías de otros” y por nuestras propias debilidades.

Porque sin dudas, el problema de Zaqueo era la “altura”, la cuál es también la nuestra…
Porque siempre en la “poca altura” tenemos falta de visibilidad.
Leí de alguien que con preocupación analizaba el comportamiento cristiano en este tiempo y decía: “Estamos sedados, segados y conformes”
Que el Señor nos ayude a salir de ese espíritu amados.

Levantemos nuevamente la visión en Comunidad Nueva Vida. Neguémonos a ser una Iglesia fría y sin compromiso. Gente de “miradas bajas”.
Pueblo que se resigna a sus límites. Ejército carente de voluntad y carácter.
Salgamos de la chatura espiritual que nos hace incapaces de vivir la vida abundante que nos da Jesús.
Permanezcamos firmes aunque la tierra brame y el mar se agite.

Es tiempo de dejar nuestro orgullo de lado y reconocer nuestra real condición.
Nosotros también somos “Zaqueos” de baja estatura que necesitamos urgentemente “ver a Jesús” para que nos sane y libere.

Porque lo bueno de Zaqueo es que a pesar de su impedimento, se deja “ganar el corazón por el deseo de ver a Jesús” y, a pesar de su estatura, se adelanta y trepa a un sicómoro para ser visto por Él.

Que el Espíritu Santo ponga en nosotros el mismo deseo…
Levantémonos de “nuestra estatura” y vayamos a buscar a Jesús, para que nos vea, nos llame y nos ministre.
Que sintamos el peso del tiempo malgastado, de oportunidades perdidas, y que nos surja desde adentro de nosotros mismos un rechazo a esa apatía e indiferencia y llevemos adelante el Evangelio, las buenas nuevas, en forma de buenas obras, de buen testimonio y de gente agradecida.
Tenemos que ser capaces de hacer lo que Zaqueo hizo.
No nos rindamos al infortunio sino reaccionemos ante todo lo que nos impida dar frutos para Dios.
Zaqueo encuentra la manera de vencer su obstáculo.
Se eleva sobre su mediocridad y “encuentra la altura” donde subirse.
Y me gusta esa actitud de Zaqueo porque no optó por la resignación frente a sus dificultades.
Tampoco cedió su oportunidad a la impotencia.
Pero se adelantó, “buscó la altura” desde donde ver mejor, y se “dejó mirar por el Señor”.

Sí, dejarse mirar por el Señor es lo que necesitamos también nosotros. Pero antes debemos dejar la chatura y superarnos.
Solo así escucharemos el llamado de: «Zaqueo desciende aprisa».

Y Zaqueo responde –como también nosotros- a un Jesús que lo llama a bajarse.
¿Bajarse de donde Pr. Flores?
Bajarnos de nuestra soberbia y autosuficiencia. Bajarnos del personaje inventado. Bajarnos de la trampa de sentirnos acomplejados y víctimas de las circunstancias. Bajarnos de nuestros logros y de los aplausos humanos. Bajarnos de los pedestales terrenales y hacernos polvo.

Y es que, ninguna altura espiritual. Ningún proyecto de Dios, puede hacerse desde la soberbia.
Necesitamos renunciar a ese espíritu. Y llenos del Espíritu Santo adquirir el carácter de Cristo.

Como Zaqueo hay que animarse a sentir el llamado “a bajar”.

Hay muchos Zaqueos, con distintos títulos y funciones; Zaqueos sedados, Zaqueos cegados, Zaqueos conformes, Zaqueos sin compromiso… Zaqueos carnales, desmotivados, apáticos… Zaqueos creídos… Zaqueos servidos…Zaqueos endiosados…
¿Qué hacer entonces Pr. Flores?

Dejar que el Zaqueo que hay dentro nuestro “se deje mirar por el Señor”, y acepte la invitación de “bajar”.

Porque al bajar y encontrarse con Jesús, Zaqueo “se redime”. Accede a la invitación del único que nos puede renovar, restaurar, despertar, Dios mismo.
Accede “sentarse a la mesa” de la amistad. De la comunión. Del amor. De la honestidad. Del cambio de rumbo. De una nueva visión de vida.
Nadie le pidió a aquel publicano que fuera lo que no podía ser, sino que simplemente “se bajara del árbol”.
Se le pide ser uno más, ser hermano, ser creíble, ser honesto, solidario, respetuoso, temeroso de Dios, sin soberbia ni religiosidad ni hipocresía.
Y esto hay que lograr mis amados. Esta es la visión para Nueva Vida…
Que nuestro sistema eclesiástico basado en el amor, la honra, la disciplina y el respeto vuelva a funcionar.
Que el “banquete” al que nos convoca el Evangelio sea ese lugar de encuentro y convivencia, de trabajo y celebración que es este lugar de Av. Gaona 2918.
Y no «un café al paso» para cristianos «golondrinas»
Esos “de estatura baja” que llegan, extraen y cuando no hay nada más que sacar, se van.
El tiempo de recuperar nuestra Visión y misión ha llegado amados.
Busquemos esta mañana la refundación de nuestro vínculo espiritual y, como este publicano arrepentido y feliz, demos rienda suelta a “nuestra grandeza”

¿Cuál grandeza Pr. Flores? La grandeza de dar y darnos.
De renuncia a querer tener la razón; a mantener los privilegios; a la vida fácil,... a seguir siendo necios, “enanos” en el espíritu.

Finalmente Zaqueo, además de1) Subirse para ver a Jesús y 2) Bajarse luego para seguir Su llamado.
Hay una tercera clave: 3) El dar, el darse reparando el mal cometido.
Zaqueo se anima a devolver y a compartir.
Como el Zaqueo convertido, queremos también nosotros sentir el deseo de «dar la mitad» y «devolver el cuádruple».

Zaqueo rescata del fondo de su alma el trabajo, el compromiso, la solidaridad generosa, la lucha y la conquista, la creatividad y la celebración para él y para los demás.

Si Zaqueo, antes de dejarse mirar por Jesús, ideaba la forma de que sus deudores se hundieran cada vez más. Una vez convertido quiere dar y darse a los demás sin reservas.

Ese es el Zaqueo que todos en Nueva Vida queremos ser. El que no retiene, ni guarda para sí, sino da de lo que tiene.

Conclusión:
Contemplemos el final de la historia:

Un Zaqueo transformado. Viviendo sin complejos ni disfraces junto a sus hermanos. Sentado junto al Señor, capaz de escuchar y dialogar, y sobre todo de ceder y compartir con alegría lo que del Señor había recibido.
Apelemos menos al reclamo estéril, a ilusiones falsas, y dediquémonos a la acción firme y perseverante de edificarnos en Cristo por la Palabra.
Por ese camino florecerá la esperanza, esa esperanza que no defrauda porque es regalo de Dios a nuestro corazón.

Tomemos fuerza para levantarnos y dejémonos mirar por el Señor. Bajémonos a la humildad del servicio, y demos dándonos a nosotros mismos.
El camino es sencillo. Volvámonos al Evangelio, dejémonos mirar como Zaqueo.
Escuchemos el llamado a comprometernos nuevamente.
Tomemos en serio la palabra que empeñamos. Aceptemos la alegría de compartir, antes que acaparar.

Y entonces así sí que escucharemos, la palabra del Señor diciéndonos: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lc 19:10)

Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida
Buenos Aires, Argentina

domingo, 18 de julio de 2010

¿QUE CLASE DE TERRENO SOMOS?

Mateo 13:1-23

¿Qué clase de terreno somos?


Acá dice en el Vs 3 que Jesús comienza su discurso diciendo:“El sembrador salió a sembrar...”

Y dice que al sembrar “parte de la semilla cayó a) junto al camino; otra parte en b) terreno pedregoso; c) otra entre espinas; y el resto cayó en d) buena tierra”
Después dirá qué es lo que sucedió con cada tipo de semilla: Una no fructificó porque se la comieron los pájaros; otra se secó; a otra la ahogaron las espinas; y la sembrada en buena tierra dio una cosecha abundante.

Luego, por pedido de sus discípulos, Jesús mismo nos la explica.
Jesús dice: “Yo soy el sembrador, la semilla es la Palabra de Dios, y el terreno son ustedes”.

Y yo me preguntaba: Si el Sembrador sembró la semilla al voleo, con generosidad y en todas direcciones, ¿Por qué tan sólo una cuarta parte produjo una buena cosecha y el resto se echó a perder? ¿Porqué siendo de óptima calidad no fructificaron todas?

Y es que en realidad lo que Jesús está buscando es interpelar nuestras conciencias.

Lo que Jesús está queriendo decir es que: “La semilla va a da buenos frutos siempre que caiga en buena tierra. Por lo tanto el fruto será más abundante cuanto mejor sea el terreno”. ¿Se entiende amados?

Entonces la Palabra de Dios (La semilla) sólo es fecunda donde encuentra: a) un corazón bien dispuesto y b) condiciones espirituales adecuadas.

¿Cuántos creen que “El Señor siembra en nuestros corazones a manos llenas Su gracia todos los días?”

Entonces si creemos en ese derramar diario de Su gracia a nuestro favor preguntémonos: ¿Cuánto fruto está dando esa semilla en mi vida?

Porque en realidad esa semilla no sólo representa: a) La Palabra de Dios, sino también b) Los dones que el Señor nos regala diariamente, con abundancia y generosidad (El don de la vida, la familia – los padres para algunos, hijos para otros, hermanos y familiares extraordinarios, el vestido, alimento, la educación, el esparcimiento, etc.).

Pero también esa semilla son c) Todos los regalos espirituales que nos concede gratuitamente: (El don de la fe, la bendición del bautismo y Santa Cena, la redención, la Iglesia, la revelación de la Palabra, etc.)

Y si el Señor está sembrando tanto en nosotros, entonces será bueno que nos preguntemos: ¿Cuánto le correspondemos nosotros? ¿Cuánto fruto estamos produciendo? ¿En que porcentaje?

Dicho de otro modo: ¿Qué tipo de tierra somos? ¿Qué clase de cristianos somos?
¿Cristianos por conveniencia, tradición, superficiales, de nombre nada más?
¿O cristianos de verdad, convencidos, demostrado con obras y comportamiento? Que el Señor nos ayude amados…

Veamos algunas características de los distintos “suelos” (Cristianos)

1.- Primer tipo de terreno: La semilla que cae “junto al camino” tipifica al Cristiano “indiferente”.
Es triste decirlo amados, pero en nuestros círculos cristianos abundan los tibios y apáticos.
Son aquellos que no les preocupa demasiado venir a la Iglesia. Pocas veces oran, les da lo mismo recibir la comunión del pan y la copa.
La semilla (Palabra) cae siempre junto al camino.
La semilla no penetra su corazón.

Su indiferencia endurece la tierra (Corazón).

Rechacemos ese espíritu amados.
Que el Espíritu Santo ponga solicitud en nuestras vidas. Voluntad en nuestros corazones.
Que seamos llenos de entusiasmo e interés.

¿Cuántos le piden al Señor renuevo en el celo y fervor?


2.- Segundo tipo de terreno: La semilla que cae en “Terreno pedregoso” Tipifica al cristiano “inconstante”.

¿Quién es el cristiano inconstante?
Es aquel que se preocupa por formarse en su fe pero es variable. Se interesa por las cosas de Dios.
De vez en cuando va a las reuniones de discipulado. Asiste a algunos retiros, pero es inestable.
Pero que a la larga desiste de sus propósitos iniciales.
Apenas le surge un plan más “divertido” o menos exigente afloja.

Su corazón caprichoso e inseguro es terreno pedregoso.
Informal en sus dichos y compromisos. Nada toma demasiado en serio.

La Palabra de Dios brota en su corazón, pero “no echa raíces”, y cuando “sale el sol” –una dificultad cualquiera–, su semilla se seca.

El tiempo de recuperar la lealtad y ser consecuentes ha llegado.
La persistencia nos hace creíbles y eso hoy no es poca cosa.

Seamos tenaces y coherentes.

3.- Tercer tipo de terreno. La semilla que cae en “entre espinos”
Tipifica al cristiano “acomodaticio”.

Este es el cristiano de buena voluntad, un “buen cristiano” (Que “cumple” con los requisitos elementales de su fe, no mata ni roba, es “buena gente”, pero se abstiene de hacer el bien a los demás).

Su fe es acomodaticia y poco exigente. Se deja arrastrar por los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahoga en él la Palabra de Dios.
En el fondo, aunque es un “buenazo”, es todavía muy materialista. Demasiado absorbido por las vanidades, comodidades, las cosas superfluas.
Imposible que el Espíritu Santo pueda entrar hasta el fondo del alma y transformarla.
Éste es el tercer tipo de tierra: “el espinoso”.

Con la ayuda del Espíritu Santo trabajemos esa área débil de nuestro carácter. Volvámonos intransigentes en las cosas de Dios. En relación con nuestra conducta, con nuestra moral, con nuestros hábitos cristianos.
Como dice Pablo en Romanos: “No os conforméis a este mundo, sino renovaos en el espíritu de vuestra mente”. Busquemos caminar con una mente inflexible “a todo lo que nos quiera apartar” de nuestra fe.




4.- Cuarto tipo de terreno:La semilla que cae en “buena tierra”
Tipifica al cristiano “auténtico”


Finalmente, tenemos la semilla que cayó una tierra buena. O sea, cristianos convencidos.
Que viven con coherencia su fe. Que se esfuerzan de verdad por dar testimonio público de su ser cristiano –aunque también tienen debilidades y defectos– pero que buscan ayudar a los demás en su medio ambiente. Que oran, que procuran vivir cada día más cerca del Señor a través de Su gracia. Que se esfuerzan por crecer en su fe y aman de veras a Jesucristo, a la Iglesia, y luchan para que otros también lo sean.
Ése es un cristiano auténtico, que produce una buena cosecha: frutos al ciento por ciento, al sesenta o treinta por ciento.

Conclusión:

Si somos de éstos, no será difícil que nos reconozcan, porque un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo. Allí donde van, siempre dejan una huella. “Por sus frutos los conoceréis” – Dijo Jesús–. Se nos reconocerá por las obras.
No dejes de responder a esta pregunta que te dirige Jesús hoy: ¿Qué tipo de tierra eres? ¡Ojalá que de esta última!
Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires.
Sermón no predicado aún.

domingo, 11 de julio de 2010

TODOS SOMOS "BARTIMEOS"

San Marcos 10:46-52

Bartimeo, el ciego de Jericó, es un hombre que vive a oscuras. Ya ha oído de Jesús, y de sus curaciones y milagros...

Y ese día escucha ruidos desacostumbrados. Pregunta qué ocurre y se entera que es Jesús de Nazaret que pasa por el camino. Al oírlo se llenó de fe su corazón. Jesús era la gran oportunidad de su vida. Y comenzó a gritar con todas sus fuerzas:¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!. En su alma, la fe se hace oración.

Me gusta lo que dice San Agustín en esta escena: “También nosotros tenemos cerrados los ojos y el corazón y pasa Jesús para que clamemos. Tenemos que gritarle con la oración y con las obras. Debemos pedir ayuda al Señor”

Pero para el ciego, las dificultades comienzan en el momento que comienza la búsqueda de Jesús en las tinieblas. El evangelio nos dice que muchos lo reprendían para que se callara.

Y así pasa con frecuencia cuando buscamos a Jesús.
Algunas veces son los otros, la sociedad, el ambiente, que tratan de que no busquemos al Señor. Que nos dicen ¡Cállate, no molestes a Jesús!
Otras veces, dentro de nosotros mismos encontramos impedimentos para seguir al Señor. Las comodidades, las costumbres.

Bartimeo ha esperado por largo tiempo esta oportunidad y no está dispuesto a desperdiciarla. Por eso es que no les hace el menor caso. Jesús es su gran esperanza y no sabe si volverá a pasar otra vez cerca de su vida.

¿Porque ha de prestar atención a los reproches y perder la posibilidad de seguir a Jesús?

Pueden criticarlo, insultarlo, pero él clama hasta que sus gritos llegan a oídos de Jesús.
San Agustín dice: “quién fuere constante en lo que el Señor mandó, no escucha las opiniones de las turbas, ni hace caso de los que aparentan seguir a Jesús. A él no habrá poder que lo atasque, y el Señor se detendrá y lo sanará”.

Efectivamente, cuando insistimos con confianza en nuestras peticiones, logramos detener a Jesús que va de paso.
La oración del ciego es escuchada. Ha logrado su propósito a pesar de las dificultades externas, de la presión del ambiente que lo rodea y de su propia ceguera, que le impedía saber con exactitud dónde estaba Jesús, que permanecía en silencio, sin atender aparentemente su petición.

El Señor, que lo oyó desde el principio, le dejó perseverar en su oración.
Al igual que con nosotros. Jesús escucha nuestro primer pedido, pero espera.
Quiere que nos convenzamos que lo necesitamos, quiere que seamos insistentes, tozudos como el ciego de Jericó.

La comitiva se detiene y Jesús manda a llamar a Bartimeo. “Animo, levántate! El te llama”. Y el ciego, arrojando su capa, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
El ciego tuvo fe de que se acercaba su liberación, que llegaba una nueva luz en su alma, y luz para sus ojos.

Por eso se despojó de todo lo que pudiera serle un impedimento, una dificultad, una carga: arrojó su capa.

Es una condición indispensable para que consigamos la luz en el corazón, que arrojemos de nosotros todo lo que nos molesta. Despojarnos –si es necesario-de nosotros mismos, de cuanto en nosotros haya, que nos pueda dificultar que el Señor se acerque o que nosotros demos el paso hacia Dios, que viene hacia nosotros.

Y el ciego no se contentó con arrojar la capa; dio un salto, como para demostrar las disposiciones y los deseos de su espíritu. Dio un brinco de las materialidades hacia lo espiritual.
Dejó de preocuparse de muchas cosas por preocuparse de su unión con el Señor.

Y es el salto que debemos dar es para desapegarnos de los bienes materiales, de nuestras ambiciones, de nuestros criterios y pareceres.
Es el salto que debemos dar para acercarnos al Señor.

Está ahora Bartimeo delante de Jesús. La multitud los rodea y contempla la escena. Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?” El Señor, que podía restituir la vista, ¿ignoraba acaso lo que quería el ciego?. Jesús desea que le pidamos. Conoce de antemano nuestras necesidades y quiere remediarlas.

El ciego contestó en seguida: “Señor, que vea”. No pide al Señor otra cosa que la vista. Poco le importa todo, porque aunque un ciego pueda tener muchas cosas, sin la vista no puede ver lo que tiene.

Debemos imitar la actitud de Bartimeo. Debemos imitar su oración perseverante, su fortaleza para no rendirse ante el ambiente adverso. Ojalá que, dándonos cuenta de nuestra ceguera, sentados inmóviles junto al camino, y oyendo que Jesús pasa, le hagamos detenerse junto a nosotros por la fuerza de la oración, que debe ser como la de Bartimeo, personal, directa, sin anonimato.
Conclusión:

La historia de Bartimeo es nuestra propia historia, pues también nosotros estamos ciegos para muchas cosas, y Jesús está pasando junto a nuestra vida. Quizás ha llegado el momento de dejar el costado del camino y acompañar a Jesús.

Las palabras de Bartimeo: Señor, que vea, nos pueden servir como una oración sencilla para repetirla muchas veces cuando en nuestra vida se nos presenten situaciones que no sabemos cómo resolver, en cuestiones de fe.
En esos momentos de oscuridad, cuando quizás la oración se hace costosa y la fe parece debilitarse, repitamos con confianza el pedido: “Señor, que vea”.

Qué nosotros también veamos, Señor, cuál es tu voluntad, cuál es el camino que debemos recorrer, que Tu nos señalas para ir a Ti.

Jesús le dijo al ciego: “Vete, tu fe te ha salvado” Y al instante recobró la vista. Lo primero que ve Bartimeo es el rostro de Jesús. No lo olvidará jamás. “Y le seguía por el camino”

Pidamos al Señor que sea El siempre la luz que nos libere de la ceguera, y que lo sigamos siempre por el camino.

Rev. Raúl Flores
Mensaje predicado en Comunidad Nueva Vida en Del Viso
Domingo 11 Julio 2010

EL CORAZÓN DE MARIA Y LAS MANOS DE MARTA

EL CORAZON DE MARIA Y LAS MANOS DE MARTA
Lucas 10:38-42

“Entró Jesús en una aldea, donde una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies de Jesús, escuchaba sus palabras. Pero Marta, atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.
Jesús le contestó: Marta, Marta, estás preocupadas por muchas cosas; sin embargo, sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará”.

Jesús visita a las hermanas de Lázaro. Era una familia amiga que quería y a la que le unía más de un acontecimiento.
Eran Marta y María dos momentos distintos de un mismo “acompañamiento” de Cristo.
Marta fue quien lo recibió en su casa pero fue María quien se sentó para oír las palabras de Jesús.
Marta estaba ocupada con el ajetreo de la casa y no tenía tiempo de escuchar las palabras del Maestro.
Lo que hace Marta no es malo ya que intentaba servir materialmente lo mejor posible a su invitado.
Más que “ocupada” estaba “preocupada” en exceso por las cosas materiales.
En lugar de recibir alabanza de su hermana por su actitud piadosa, María recibe reproches.
La reacción de Jesús es hacerle ver su propia realidad: "Marta, estás preocupada e inquieta por muchas cosas."
Esta frase debe de hacernos pensar y repensar nuestra presencia en el mundo.
Muchos de nuestros hermanos en la fe están literalmente "preocupados e inquietos por muchas cosas".
Puede ser que el origen de esas preocupaciones e inquietudes sean incluso la propia actividad evangélica.
Es triste decirlo pero muchos cristianos hoy viven el Evangelio más que como fuente de paz interior como un tormento exterior...
El verdadero seguimiento de Jesús nos tiene que llevar muy por encima de las preocupaciones e inquietudes; tiene que llevarnos a encontrar Paz en la Palabra.
Una de las cosas que he aprendido en mi vida es que la inquietud interior no es “buena visita” en quien intenta servir a Cristo.
Muchas de nuestras acciones están llenas de amargura, de dolor y de tristeza.
¿De qué te sirve intentar acercar a Cristo a los demás si tu corazón está lejos del Señor?
¿Qué fruto puede salir de la inquietud?
Tenemos que aprender a evangelizarnos y a evangelizar desde la paz interior.
En nuestras Iglesias tenemos obreros muy efectivos; pero tenemos que recapacitar si esos obreros están realmente conquistados por Dios.
Se confunde con mucha facilidad el "activismo" con la actividad del Evangelio.
¿Cuál es la diferencia entre ambas Pr Flores?
"Activista" es el que defiende una idea, una bandera, una forma concreta de hacer. El activista se mueve a base de consignas. Su acción está sometida a lo que le mandan otros. Es un propagandista de una ideología; un mercenario de las ideas. No tiene tiempo para pensar, para contrastar, para escuchar; sólo sabe hacer...
"Evangelizador" es aquel cuyo corazón late con Cristo y de esos latidos surge el encuentro amoroso con los demás. No defiende ideas ni consignas. Su misión es caminar y aprender en el camino de la vida, sin juzgar, sin acusar, sin querer ser más que nadie. Es tan libre que hasta puede escoger lo que quiere y siente. No hace propaganda. Vive lo que dice y dice cómo vive. No sigue una idea: sigue sólo a Cristo. Tiene paz interior como fruto del amor aprendido de Dios. Sabe escuchar para tener vida.
Para no ser activistas tenemos que empezar la gran tarea de la evangelización por nosotros mismos.
¿Cuánto tiempo al día dedicas a ti mismo, a tu conocimiento personal, a tu desarrollo espiritual?
María dio prioridad a quien realmente la merecía. Me da la impresión que los cristianos perdemos mucho tiempo en sucesos accesorios y no nos damos cuenta de las prioridades en la vida de fe.
¿Qué es lo importante en nuestro caminar cristiano? ¿Por qué lo accesorio puede quitarnos la paz interior con tanta facilidad?
Jesús dice "sin embargo, sólo una cosa es necesaria". Nuestra actividad como cristianos llena de buenas y grandes intenciones puede despistarnos de lo auténticamente provechoso.
Llenamos nuestro corazón de cosas: métodos, programas, acciones, tiempos... pero no nos olvidemos de que hay "una sola cosa necesaria."
María ha escogido la mejor parte, o sea, el mejor camino para llegar al encuentro con el Señor.
Ella escuchaba las Palabras del Maestro y oía también a su propio corazón y el cómo caía en sus adentros.
Marta, en cambio, estaba llena del ruido de los cacerolas; de los platos; de la vida... No tenía tiempo para escuchar ni para oír ni para estar con Jesús.
Una de nuestras luchas es lograr el equilibrio para que las cosas de la vida no nos dejen sordos de Dios y de nosotros mismos.
Lo que Jesús censura a Marta es que no le haya dedicado tiempo; que no haya escuchado primero para después trabajar y servirle mejor. Seguramente estaba preparando la comida pero ya su hermana sabía quién era de verdad el auténtico alimento del alma.
Me da la impresión que cuando terminó la visita de Jesús a aquella casa ya nada fue igual.
Marta estaría más receptiva a la escucha y María más pronta a la acción.
Es necesario tener el corazón de María y las manos de Marta, y, sobre todo tiempo, mucho tiempo para dedicar a Dios y a los que encontramos en el camino de la vida llevarlos hasta la presencia misma de Jesús.

¿Te consideras un activista o un evangelizador?
¿Estás "preocupado e inquieto"?
¿Sabes distinguir lo fundamental de lo accesorio en el seguimiento de Cristo?
¿Qué ruidos interiores te impiden seguir de verdad a Cristo?
¿Sabes equilibrar la escucha con la acción? ¿Eres una persona que evangeliza desde la paz interior o desde la frustración exterior?
Que el Señor nos bendiga en esta mañana de Santa Cena.
Rev. Raúl Flores
Predicado Comunidad Cristiana Nueva Vida.

sábado, 10 de julio de 2010

La tolerancia... un valor devaluado

PARABOLA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA

Lucas 13:24-30

La predicación de la Palabra de éste y de los próximos domingos quiere hacernos reflexionar sobre un tema central del Evangelio: el Reino de Dios.
Cada domingo, a través de las parábolas, nos acercará a una faceta distinta de este misterio.
Y hoy la parábola que nos habla del Reino es la de la cizaña y el trigo.
Decimos que a través de las parábolas, Jesús nos va acercando al misterio del Reino de Dios, porque el Reino es ciertamente un misterio, una realidad que no acabaremos de aprehender nunca.
El Reino no es como nosotros quisiéramos, ni su lógica es la nuestra, ni su crecimiento obedece a los criterios que nosotros quisiéramos proyectar sobre él. Y esto se pone de relieve claramente en la parábola de la cizaña y el trigo.
El mundo es el campo de la parábola. Y en el mundo, como en aquel campo, observamos la presencia simultánea del bien y del mal.
Una presencia no sólo simultánea, sino tan entrelazada y entretejida, que resulta difícil distinguir el bien y el mal.
En el campo no crece el trigo en un lado y la cizaña enfrente. Trigo y cizaña se encuentran mezclados. Crecen tan juntos que no se podría arrancar uno sin arrancar la otra. Más aún, antes del tiempo de la siega, tienen la misma apariencia y no cualquiera podría distinguirlos.
Eso hace que sea obligada su convivencia: hay que tolerar el crecimiento de la cizaña, hay que tolerar la presencia del mal. El mal se hace así una especie de "mal necesario".
Lo mismo pasa en la vida del hombre. No existe el hombre absolutamente bueno, ningún hombre es “trigo limpio”.
Tampoco existe el hombre absolutamente malo; todos tenemos un fondo bueno.
La frontera entre el trigo y la cizaña no divide el campo en dos partes, ni divide tampoco a la humanidad en dos bloques, los buenos y los malos.
La frontera entre el trigo y la cizaña pasa por el corazón de cada uno.
Todos tenemos trigo y cizaña por lo tanto, ninguno debería rechazar a nadie. Porque rechazaría la cizaña, sin duda, pero también su trigo.
No se trata entonces de eliminar a un hombre porque tenga cizaña, sino de hacer crecer su trigo hasta que sofoque la cizaña.
Y este es sin dudas nuestro gran desafío como cristianos y como Comunidad Nueva Vida.
Tampoco nuestra Comunidad ni la Iglesia toda puede pensar que ella acapara todo el trigo y que fuera de ella no hay más que cizaña.
Más de una vez lo hemos pensado. ¿Sí o no amados?
Pero la verdad mal que nos pese, es que fuera de la Iglesia también hay trigo y dentro de ella también hay cizaña.
La parábola en el Vs 28 recalca que el dueño del campo corrige la impaciencia de los criados. Ellos querían arrancar la cizaña cuanto antes.
¿Qué hace el dueño?: Les hace esperar hasta la hora de la siega.
Es que muchas veces nosotros, olvidando que somos también trigo y cizaña, quisiéramos más de una vez “imponer nuestros criterios” olvidando que también nosotros tenemos cizaña.
Olvidando que es difícil distinguir el trigo de la cizaña. Olvidando que detrás de la cizaña hay también trigo. Olvidando que no fuimos nosotros los que sembramos y que no somos nosotros los que tenemos que segar.
Y por eso la intolerancia surge, las inquisiciones, las luchas, las diferencias, las cruzadas, las penas de muerte, muchos anatemas...
Cada uno creemos que la diferencia entre el trigo y la cizaña se mide según “nuestros propios criterios”.
Y nos da pena, y nos impacientamos o nos desesperamos al ver el campo lleno de trigo y cizaña. Y nos parece imposible que el Reino deba estar sometido a la servidumbre de tener que tolerar la presencia de la cizaña. Nos causa extrañeza, nos desalienta.
Quisiéramos medir el desarrollo del Reino según nuestros propios criterios.
Nos preocupa el número, el éxito, el aplauso, las cuentas... Y nos resulta intolerable que no sea nuestro criterio el que predomine.
Nos parece muy bueno el pluralismo, pero a costa de “descalificar” a todos los que no piensan como nosotros.
Cada uno sigue convencido de que el trigo lo tiene él y que los demás sólo tienen cizaña.
¿Qué es entonces lo que nos pide Dios en esta parábola Pr. Flores? Tolerancia.
Es decir, convivir en la comprensión, en la tolerancia, en la paz, sin anatematizar a ningún hombre, sin despreciar a nadie, sabiendo con humildad que también nosotros cosechamos cizaña en nuestro propio corazón.
Esta conclusión de tolerancia y humildad sube de tono al aplicarla al interior mismo de la Iglesia. También en la Iglesia tenemos un pluralismo muchas veces no más que soportado y lleno de anatemas interiores. Cada uno suele pensar que la recta opinión (ortodoxia) es la suya.
Todos los demás, a derecha e izquierda de uno mismo, no están en la verdad exacta, que es la mía.
Y esta actitud que tenemos en el corazón, no es ciertamente la del Reino, según la parábola.
Qué el Señor nos ayude amados. Que en esta mañana de Santa Cena meditemos en esta verdad del Reino. Y que al meditar seamos capaces de vivir con humildad cada día de nuestra vida abriendo nuestros corazones a todos sin distinción. Que la tolerancia para con todos sea la bandera de Comunidad Nueva Vida.
Que tengamos una hermosa semana y el Señor nos sorprenda.
Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida
Sermón domingo 11 Julio 2010

domingo, 4 de julio de 2010

LA VIUDA INSISTENTE....

Lucas 18: 1-8
LA VIUDA INSISTENTE…
Hoy vamos a hablar sobre la postura que debemos tener frente a la oración.
A esta altura, todos deberíamos saber que la oración nos acerca a Dios verdad?.
Por lo tanto nos va ha hacer bien meditar el texto de Lucas 18 a fin de sacarle a la oración el mayor de los provechos.
¿Cuántos de nosotros queremos ver nuestras oraciones contestadas? ¿Sabemos lo que es la oración? Entendemos su obrar? De qué manera se vuelve eficaz? ¿Cuál ha de ser mi actitud frente a ella?
Esta parábola está referida a la necesidad que tenemos de ser perseverantes en la oración.
Nos habla de la fuerza que tiene la oración constante e insistente.
Acá el Señor pone como ejemplo una situación humana y hace la comparación: si una persona es capaz de ceder ante la insistencia de quien pide algo, aunque sea por una cuestión de saturación y de cansancio, que no hará Dios a nuestro favor que además es bueno y nos ama.
La idea central de esta parábola nos muestra a dos personajes entre los que existe un fuerte contraste.
Por un lado el juez que ni tenía temor de Dios ni respeto por hombre alguno. Es que le faltan las dos notas esenciales para vivir: la virtud de la justicia.
A este juez malo, el Señor le contrapone una viuda, que es símbolo de una persona indefensa y desamparada.
Y a la insistencia y perseverancia de la viuda, que acude con frecuencia al juez para plantearle su petición, se opone la resistencia de éste.
Y el final inesperado sucede después de un continuo ir y venir de la viuda y de las continuas negativas del juez.
Finalmente el juez termina por ceder, y la parte más débil obtiene lo que deseaba.
Acá hay una enseñanza tremenda: La causa de esta victoria no es que la viuda haya conseguido cambiar el corazón del juez sino la petición insistente, su tozudez, su constancia que vence la oposición más tenaz.
Cabe entonces que nos preguntemos: ¿Somos insistentes en nuestra oración? ¿Apreciamos el valor de tal insistencia? ¿O hemos desmayado y no oramos como debemos?
Y el Señor termina el relato del pasaje con un fuerte giro:¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos, si claman a él día y noche?
Nos hace ver que el centro de la parábola no lo ocupa el juez malvado, sino Dios, lleno de misericordia, paciente y que cuida de sus hijos.

Y es que algunas veces nos pasa que nos desilusionamos porque decimos que Dios desoye nuestra oración. Y no es así.
En numerosas oportunidades pedimos cosas que no nos convienen, o manifestamos deseos que son contrarios al amor. Y Dios siempre actúa con justicia y de acuerdo con su voluntad.
Debemos orar sin desanimarnos y con constancia, y nunca dejar de tener presente que es necesario mirar las cosas desde la óptica de Dios.
Si Dios, que es un buen Padre, no nos hace caso, será que no estamos enfocando las cosas como corresponde.
Pero Dios nos ama, nos escucha y quiere nuestro bien. Hace falta entonces que sintonicemos adecuadamente con El, para encontrar el sentido de nuestra vida.
En el libro del Éxodo vemos a Moisés orando con los brazos levantados con tal constancia que Aarón y Hur le sostenían los brazos levantados uno a cada lado y así obtuvo la victoria.
Significa que No debemos cansarnos de orar.
Por el contrario… Nuestra confianza es aún más fuerte cuando notamos los siguientes contrastes:
La Viuda El Pueblo de Dios
a. Una desconocida a. Su pueblo elegido, 1 Ped 2:9-10
b. Única b. Somos muchos
c. A lo lejos c. Podemos acercarnos confiadamente, Heb 4:15-16
d. Un juez injusto d. Un Padre justo
e. Sola e. Dios es con nosotros, Rom 8:31-32
f. Defendía su propio f. Tenemos un Intercesor, Rom 8:34
caso
g. Ninguna promesa
de una respuesta g. Una promesa dada, Luc 18:8a
h. Acceso limitado h. Acceso ilimitado (poder orar a Dios en
rar cualquier momento)
i. La respuesta
del juez provocada i. La respuesta gozosa de Dios

3.Y sila insistecia dio fruto en la viuda,cuánto más para los elegidos de Diso que claman!
Y si por la razón que fuera hemos comenzamos a sufrir el desaliento o el cansancio, tenemos que pedir a quienes nos rodean que nos ayuden a seguir orando. Sabiendo que en ese momento el Señor nos está concediendo su bendición, quizás más necesaria que lo que estamos pidiendo.
Un día Jesús les reprochó a sus discípulos: “Hasta ahora no han pedido cosa alguna en mi nombre. Pidan y recibirán”

Conclusión:
Analicemos hoy si nuestra oración es perseverante, confiada.
Si es insistente y la hacemos sin cansarnos ni abandonarla.
Perseverar en la oración es el punto de partida para alcanzar la paz, nuestra alegría y nuestra serenidad.
¿Estamos desanimados? ¿Se debilitó la fe?
a. ¡El estado de nuestra “vida de oración” revela la condición verdadera de nuestra fe!
b. Si no oramos “siempre” (ver “sin cesar” 1 Tes 5:17), ¡Tu fe está anémica!
2. Pero el Señor nos ha dado razones para creer en el poder de la oración en esta parábola...
a. Especialmente cuando somos perseguidos por la causa de Cristo
b. Porque no servimos a un juez injusto, ¡sino a Dios que nos ha hecho Su pueblo escogido!
Podría esta parábola de “La Viuda Insistente”, junto con la de “El Amigo a la Medianoche”, ¡alentarnos a nunca desanimarnos ni a dejar de orar!

En la confianza de que nada puede contra una oración perseverante, le vamos a pedir hoy al Señor, que nos conceda la gracia de alcanzarla. Que tengamos un asemana bendecida y que el Señor nos sorprenda.
Amén.
Predicado Domingo 04 Julio 2010 Gaona 2918
Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida

Cruzada de renovacion y avivamiento

Cruzada de renovacion y avivamiento
Julio 2007. Río de Janeiro