Juan 6:5-15
En el pasaje Jesús dice: “Esta gente tiene hambre” y les
dice a los discípulos, “denles de comer”. Un chico con esa frescura y esa sana
inconsciencia que tienen los chicos dijo: “Yo acá tengo cinco panes y dos pescados,
si sirve…”.
Le salió lo más espontáneo
que tiene un chico: ¿En qué puedo ayudar? Porque al ayudar se siente grande. Y
porque además el chico es esencialmente solidario. ¿Resultado? Posibilita que Jesús haga el
milagro. Todos comen, quedan saciados,
sobra y cuando comienzan a aplaudirlo para hacerlo a Jesús rey, él se
retira.
Esos son dos rasgos que tocan mi corazón: La
solidaridad de un chico y el “bajo perfil de siervo” del Maestro. Y entre los
dos “se va haciendo el milagro”: Saciar inquietudes, preocupaciones, ilusiones,
que es nuestro verdadero llamado y sincero compromiso.
No olvidemos que el Señor nos llama a “ser como niños” pero
también a “ser siervos humildes” como El lo fue.
Y es que ser como “niños” es lo que nos trae lo nuevo, lo
distinto, lo que está naciendo y se abre a la esperanza.
Preguntémonos:
¿Tenemos el corazón suficientemente abierto para dejarnos
sorprender todos los días por la creatividad de un chico, sus ilusiones, ocurrencias,
espontaneidad, alegría, transparencia? O
somos momias de museo?
¿Tenemos el corazón cerrado en una especie de museo de
conocimientos y métodos adquiridos o tenemos un corazón receptivo y humilde
como para ver con la frescura de un chico?
Porque lo trágico es que si no tenemos un corazón sensible, servicial y
solidario, el chico se queda con los cinco panes y los dos pescados sin saber a
quién dárselo (cuando hay tantos que lo necesitan) y entonces se frustra en su
ilusión y solidaridad y nosotros nos quedamos como el candelero que debajo de
la mesa de luz sirve para poco… o como la sal que al saber insípida no sirve
para salar.
Dicho de otro modo: No matemos a ese “niño interior” nacido
del encuentro con Jesucristo porque el niño dentro nuestro es el que nos hace
solidarios espontáneos y generosos.
Interesante que después del milagro, Jesús “se va solo” a la
montaña. Hace lo que debe hacer sin esperar aplauso ni reconocimiento alguno.
Que el Espíritu Santo nos ayude a ser capaces de recibir la
frescura, la espontaneidad, la solidaridad de un niño y nos haga discípulos del
Jesús que da, ayuda, bendice, sin esperar nada a cambio.
Que oigamos a “ese niño”(ese nuevo hombre dentro nuestro)
que nos dice: Tengo cinco panes y dos pescados para saciar a muchos hambrientos
de esta amada Buenos Aires.
Y que sepamos poner nombre a esos panes y a esos pescados
que cada hermano de nuestros barrios, de nuestras familias, de nuestra
Comunidad están necesitando. El pan de una visita?, el pescado de una oración?.
El pan de una bendición?, El pescado de una ayuda económica?. El pan de una
sonrisa?. El pescado de un buen consejo?. El pan de un oído y corazón que
escucha y es receptivo?.
No callemos al Espíritu Santo dentro nuestro. No le digamos:
“Vos mocoso qué sabés, sos muy chico para opinar”. No, dejemos que nos diga.
“Andá a ver dónde están esos hambrientos, quienes son, cuántos son y dales de
comer a todos ellos”.
Conclusión:
Que el Señor a todos los que estamos esta mañana acá nos
conceda esta gracia de ser como niños y tener el corazón de Jesús. Dejémonos
sorprender por ese nuevo hombre (ese niño) que hay en cada uno de nosotros y
dejémoslo actuar, dejémoslo hablar, dejémoslo expresar.
Nuestra amada Buenos Aires lo necesita.
Amén.
Mensaje a predicar por el Pr. Raul Flores en Comunidad
Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires.
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