sábado, 10 de septiembre de 2011

LLAMADOS A HACER LA DIFERENCIA…

Mateo 5: 13-16

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de la mesa de luz, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos en la casa. Así alumbre vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.

Propósito específico:

Nuestro llamado como cristianos está en ser y hacer la diferencia. Al mundo no le llama la atención lo que sabemos ni lo que hablamos sino lo que somos y hacemos. El desafío está en hacer la diferencia.

Cuerpo del sermón:

A lo largo del año se hacen muchas campañas de sensibilización: campañas de solidaridad, Cáritas, campañas antidrogas, antiaborto… etc.
Hay una campaña titulada: "Make a difference Day", "Un Día para hacer la Diferencia".
Make a Difference Day es el día nacional que se celebra anualmente en EEUU el cuarto sábado del mes de octubre con la finalidad de ayudar a los necesitados. Millones de estadounidenses se unen en un solo día de acción para ayudar a cambiar la situación de la gente más necesitada.

Pongamos nosotros también nuestro tiempo y talentos al servicio de nuestra comunidad. Tengamos también nosotros no sólo uno sino “todos los días” para hacer la diferencia.

Y es que en realidad la campaña de Jesús no es un día, no es una frase, no es un poster. La campaña de Jesús es toda una vida, es todo el evangelio proclamado y creído, es todo el poder del Espíritu, el único que tiene el poder para convencernos y movilizarnos a favor de los hermanos y hacer la diferencia.

Creo haberles contado la fábula de la viga de hierro dura que había que romper.
"Yo haré el trabajo", dijo el hacha. Y comenzó a golpear con fuerza el hierro y a cada golpe que daba su filo se iba dañando hasta que no pudo más golpear.
"Dejame a mí", dijo la sierra. Y comenzó a trabajar la superficie del hierro hasta que sus dientes se gastaron y se rompieron dándose por vencida.
Ah, dijo el martillo, sabía que no lo lograrían. Mírenme a mí. Y después del primer golpe, el martillo voló por el aire y la viga de hierro siguió igual.
"¿Me dejan intentarlo?", preguntó tímidamente la llama de fuego.
"No se te ocurra intentarlo", le contestaron el martillo, la sierra y el hacha. "¿Qué podés hacer vos que no pudimos nosotros?"
Pero la llama rodeó el hierro, lo abrazó, calentó y no la dejó hasta que se fundió bajo su influencia poderosa.

Moraleja: La persistencia de la pequeña llama rompió la viga de hierro.

El Señor en esta mañana por esta Palabra nos está diciendo que sus discípulos tenemos que ser persistentes, eficaces y que tenemos que hacer la diferencia, que tenemos que estar presentes si queremos impactar nuestro entorno y crecer en nuestra espiritualidad.
Interesante es que Jesús dice: "Ustedes son la sal de la tierra". Ustedes son.
El no dice: deberían ser, ojalá fueran, algún día podrán serlo… da por hecho que somos.

Es que el Señor nunca habla de deseos ni de buenas intenciones, habla de una nueva realidad, de una transformación profunda realizada en cada creyente a través del Espíritu Santo.

Queridos míos: En este enorme cocido que es nuestro mundo donde hay todos los ingredientes: droga, violencia, sexo, esclavitud, avaricia, escándalos…el Señor nos dice a nosotros sus seguidores: “Ustedes son la sal”.

Y la sal ¿para qué servía?: La sal servía para preservar los alimentos, la sal era fuente de vida. Es lo que da sabor a la comida, no es egoísta, se diluye, no se ve, es simplemente para los demás. ¿Hay ese sentir en tu corazón? ¿Te gustaría parecerte a la sal? ¿Querés tener la razón siempre? ¿Pensás que tus palabras sobrepasan a la de los demás? ¿Te cuesta aceptar las críticas?

Esta es nuestra misión (la misión de la sal) preservar nuestro ambiente, nuestro barrio, nuestra Comunidad, nuestros amigos, nuestros afectos, para que no se corrompa, para que la vida florezca, para que la paz y la justicia sean para todos, para que la salvación de Cristo llegue a todos, para que el mal y el maligno no triunfen.

Conclusión:

Nuestro gran desafío como cristianos es dar sabor a este enorme cocido. El sabor del bien, del servicio, de la generosidad, del Evangelio, el sabor de la cruz de Cristo y de su resurrección… Y perderse, diluirse como la sal.
Queridos nunca olvidemos que no existimos sólo para nosotros, existimos para los demás. Cristo no vino para que le dieran una medalla por los servicios prestados, vino para darse sin más y darse a todos.

“Pero si la sal se desvanece” (desvirtúa…) Acá hay un aviso para todos nosotros. Entonces debemos preguntarnos seriamente hoy: ¿Qué preservamos? ¿A quién damos sabor?

Recibamos en esta mañana el “sabor” de la sal para preservar nuestro metro cuadrado y aún más allá y la Luz a fin de brillar e iluminar a todos los que estén cerca o lejos de nuestros afectos.

Oremos:

Mensaje del Pr. Raúl Flores a predicar segundo domingo de Setiembre en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires. Culto 11Hs.

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Julio 2007. Río de Janeiro