domingo, 15 de agosto de 2010

NO TIREMOS LA TOALLA

Daniel 1:1-8a
Hoy vamos a hablar de fe.
Nos hemos propuesto construir una Comunidad sólida, de relaciones profundas y duraderas. Que impacte a la ciudad con buen testimonio. Que el Espíritu Santo nos ayude a mantener la visión a afianzar nuestros lazos fraternos y a seguir creciendo en la Palabra, la oración y la comunión unos con otros. Por sobre todo que nos ayude a ser constantes y perseverantes en el trabajo, sin desmayar.
El libro de Daniel, comienza describiendo lo que parece ser una derrota total para el pueblo de Israel. Hubo una invasión, una conquista. ¿Qué necesidad tenía Nabucodonosor de tomar de rehén la crema de Judá? Él ya había hecho lo que se le dio la gana con Jerusalén. Destruyó sus muros, quemó el templo, mató a los sacerdotes, de remate toma los instrumentos de adoración del templo. Lo lleva a Babilonia y lo entrega a sus dioses paganos como un símbolo gráfico, culminante, de una victoria completa –de una conquista.
¿Sabes por qué era necesario que hiciera eso? Porque… La conquista no es completa hasta que el enemigo no diga: ¿para qué seguir? Ya no hay esperanza, fuimos vencidos, nuestro Dios ha muerto y con Él todas Sus promesas.

¿”Para que insistir en no contaminarse y en guardar la ley bajo ese ambiente? Jerusalén está destruida. La guerra se ha perdido y no hay esperanza de victoria”?
Y es que nos puede pasar…Puede que en este momento o en algún otro momento nosotros también “nos encontremos en Babilonia”.
¿Te digo algo? “Aunque todo alrededor diga lo contrario, la guerra no la hemos perdido, y la esperanza tampoco”.
¡”Que el Señor despierte esa fe. Una fe que no se deja vencer”!!!.
“Pidámosle al Señor esa fe que nos asegura la victoria aunque la evidencia alrededor diga lo contrario”.
¿Querés una buena noticia? El Señor siempre ha “mantenido un remanente”.
El Señor ha apostado que una minoría, un remanente, se negará a rendirse.
Quedará al menos un Noé. Un Abraham. Un Josué. Un Caleb. Un Job. Un Daniel.
Es como si el Señor dijera: “De esa vida (de eso poco) yo puedo crear toda una generación inconquistable”. Gloria a Dios…
Hebreos11:33-34 dice que: “Por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filos de espadas, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros…”
Dicho de otro modo: es una fe que tiene por seguro que a lo largo del tiempo Dios siempre gana. Pase lo que pase, llamémoslo Babilonia, Persia, Grecia, Roma, llamémoslo como sea… parezca lo que parezca.
A lo largo del tiempo Dios gana y sus hijos salen triunfando. Gloria a Dios.

La fe es certeza de lo que se espera, convicción de lo que no se ve.
Y hermanos en este contexto lo que “se espera y no se ve” es la victoria. Esa victoria que la abrazás, la esperás, y la besás…
En Babilonia (si es que estamos allí) busca al Señor, por decisión y no emoción.
Daniel, (se dijo) “Yo me propongo mientras el Señor me de vida, no contaminarme”.
Conocemos la historia de Daniel y el foso de leones. Allí declara Daniel la Palabra.
El llegaba delante de la presencia del señor, tres veces al día, como un reloj, (esto es disciplina), con ganas o sin ganas abría las ventanas hacia Jerusalén y allí buscaba el rostro de Dios.
Y hermanos les voy a decir algo: En Babilonia, te van a faltar las ganas de alabar al Señor, de buscar su rostro, de oír de Él.
Daniel estaba rodeado de comida, normas, cultura e inmoralidad de Babilonia.
Y así es tu vida. Si tiramos la toalla, las aguas de la depresión, de la negatividad nos alcanzarán.
Tal vez no entiendas esa situación y te preguntes: “No sé qué hago en Babilonia”
Pero aunque tu corazón no lo sienta declara: “Yo confieso que tú estás en el trono, estás en control y mi corazón te busca”.
Esas oraciones que vienen de decisiones y no de emoción son las que traen la victoria y evitan que tires la toalla.
Él oraba tres veces al día.
Hermano, antes de tomar una decisión, antes de tu primera conversación, no dejes de ir por lo menos una vez delante de la presencia del Señor. Enchúfate con el Señor.
En Babilonia, primeramente guardas disciplinas espirituales.
Segundo, en Babilonia: Sirve, ama, construye.
Al parecer Daniel conocía el libro de Jeremías. En Daniel capítulo 9 está la escena donde Daniel abre el rollo y lee las promesas del libro de Jeremías, específicamente Jeremías 29 que declara que dentro de 70 años el Señor levantaría el exilio de Jerusalén, y que volvería el pueblo del Señor de toda la tierra y regresarían allí.
Pero, Él también conocía el contexto de esa promesa.
Declara la Palabra de Jer 29:4-7 “Así ha dicho Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel, a todos los de la cautividad que hice trasportar de Jerusalén a Babilonia: Construyan casas y habítenlas, planten huertos y coman sus frutos, cásense y engendren hijos e hijas, tomen esposas para sus hijos casen a sus hijas, para que ellas engendren hijos e hijas; crezcan allí y no disminuyan. Pidan por la prosperidad de la ciudad adonde yo los desterré y recen al Señor por ella, porque su prosperidad será la de ustedes.”
Daniel tomó esta Palabra y la puso en su corazón.
El libro de Daniel para un líder es imprescindible, hay que leerlo porque habla de un hombre libre de corrupción, que servía sin negligencia y con perseverancia.
Servía de todo corazón, bendecía a sus enemigos, servía al rey con la misma excelencia que servía el anterior y mientras él hacía eso el Señor lo bendecía.
Mientras hagas eso sobre la marcha, te levantas y dices: “Bueno allá voy, estoy en Babilonia y aún puedo declarar que soy hijo de Dios y es aquí que el Señor hará florecer mis dones, es aquí que el Señor me dará la visión para alcanzar vidas”
Sin Babilonia las revelaciones dadas a Daniel no hubiese sido posible.
Sin Babilonia los dones que el Señor le había dado no hubiesen florecido.
Este hombre se convirtió en un profeta, un instrumento en las manos del Señor.
Pero “vino de una decisión de obedecer” la Palabra del Señor.
Amemos aún en Babilonia, aún a aquéllos que son responsables por “tu Babilonia”, amemos, sirvamos, bendigamos a aquéllos que son responsables por nuestra cautividad.
Se oye radical este mensaje, pero esto es “guerra de resistencia”, y a lo largo del tiempo tu fe sólo se aumentará, y a la larga como pasó con Daniel, el nombre del Señor será exaltado y glorificado sobre tu vida.
Finalmente, en Babilonia vivamos como peregrinos, sabiendo de dónde salimos.
Creo que ese fue el secreto de Daniel. El pudo entrar como un jovencito en esa corte y confrontar esa realidad y mantener su integridad y santidad y hacer lo que le pidieran que haga porque, él se tomó de una promesa de Jeremías 29:10 El Señor le promete: “porque así dijo Yahvé, cuando en Babilonia se cumplan los 70 años, me ocuparé de ustedes, les cumpliré mis promesas trayéndolos de nuevo a este lugar.”
Me encanta este versículo. Recibe esto también.
Es Dios que te promete. “Aunque todo tu alrededor te diga lo contrario, aunque todas las circunstancias te digan otra cosa. Aunque creas que Dios te abandonó, que no hay solución, que todo está perdido, que no hay razón para seguir adelante”. Daniel se levantaba cada mañana y se acostaba cada noche “abrazando esta promesa”.
Hermanos, conozcamos las promesas del Señor, bebámosla, digiérelas, escríbalas, memorízalas, amárralas sobre tu corazón, escríbelas, como dice la Palabra, sobre las tablas de tu corazón, escribe tu nombre en ellas, personalízalas.
Hermanos, sueños que no se han realizado, promesas del Señor que aún no se han cumplido, oraciones que aún el Señor no ha contestado, que han pasado un año, han pasado cinco años, han pasado diez años, han pasado quince años…
En esta controversia el Señor te va a mostrar que Él es fiel.

Hebreos, 11, 13 conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido. La ironía hermanos es que Daniel nunca regresó a Jerusalén pero que Dios lo usó para ser de influencia con el Rey Ciro de Persia.
El fue el vaso que el Señor usó. Y aunque él no llegará allí: “Sino mirándolo de lejos y creyéndolo y saludándolo y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra, porque lo que éstos dicen ciertamente dan a entender que buscan una patria pues si hubiesen estado pensando en aquellos a donde salieron, ciertamente tenía tiempo de volver.” Pero anhelaban una mejor. Anhelaban una mejor. Anhelaban, por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les ha preparado una ciudad”.
Hermanos, creemos una generación invencible.
Esta fe que no se deja vencer, es una fe que declara aún en Babilonia “grande es nuestro Dios, grande es nuestro Rey”.
Esto es fácil hacerlo aquí, mis hermanos y es súper difícil declarar esto en Babilonia, sin el templo.
Pero les digo, Dios sigue en su trono. “El cielo y la tierra pasarán, su Palabra jamás pasará”.
No hay una promesa que el Señor haya hecho que haya caído a tierra.
Babilonia solamente nos hace anhelarla más, nos prepara más para la victoria.
Amén. Oremos.
Rev. Raúl Flores
Sermón predicado domingo 15 Agosto 2010 Av. Gaona 2918 Capital

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