domingo, 2 de junio de 2013

¿HACEDORES DE PUENTES O DIQUES?



MARCOS 10:46-52

Y muchos le reprendían para que callase… Vs 48a

Nos llama la atención ver a los discípulos de Jesús intentando acallar a un pobre e ilusionado ciego llamado Bartimeo…
Esta “actitud” tiene poco que ver con el Evangelio del amor y compromiso. Tenemos que tener cuidado de no ser “Zebedeos” que acallan a quienes hoy también como Bartimeo piden auxilio a Dios.

Y si miramos el contexto de esta historia nos vamos a dar cuenta de donde parte esta actitud de indiferencia y menosprecio hacia el prójimo de parte de aquellos discípulos.

Interesante ver que en los Vs 36-38 de M arcos 10 Jesús va y les pregunta a los hermanos Zebedeos (Santiago y Juan cuando se postran para hacerle una petición) ¿Qué quieren que haga por ustedes?  
Interesante lo que ellos responden. No eran ciegos. No estaban pasando por necesidad, pero en sus corazones había otros sueños. Sueños de grandeza y poder que “los segaban” tanto como al mismo Bartimeo. Pero una ceguera más fuerte y dolorosa: La de la ambición. (Puestos de honor, ejercicio del poder era lo que ambicionaban sus corazones)

Es que en realidad la petición miraba por puestos de honor y reconocimiento. “Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Vs37) ¿Cuál fue la respuesta? “No sabéis lo que pedís…”  Jesús les corrige el enfoque de una concepción terrena y errónea del Evangelio y les señala que el camino del Evangelio no es otro que el del sacrificio y servicio al prójimo, el camino de la entrega y del amor.
¿No nos estará pasando como pueblo evangélico lo mismo?

¿No será que nosotros también hemos perdido los sueños del Evangelio y abrazamos “los nuestros propios” y el amor al prójimo se nos ha vuelto “chiquitito, difuso” y hemos quedado como Bartimeo en tinieblas?.
Dicho de otro modo: ¿Habremos perdido el amor hacia el prójimo y entonces nos hemos vuelto “Zebedeos”. Acompañamos a Jesús por el camino si, pero los gritos de los  “Bartimeos” nos molestan?

Si, puede que muchas veces nos molesten los gritos de quienes sufren a nuestro lado. Nos moleste el grito bien clamoroso de alguien que cerca  nuestro pasa necesidad. Nos molesta quien nos pudiera hacer salir de nuestra comodidad o de nuestra cerrazón.

¿Qué quieres que haga por ti? Vale también para nosotros. Quizás es la pregunta que necesitamos oír del Maestro con lo que es nuestra vida espiritual hoy, con las actitudes erróneas que pueda haber en nuestro corazón, o con la rutina que adormece los buenos deseos de “hacer algo” por los Bartimeos que están allá afuera.

El ciego Bartimeo le respondió: “Maestro que pueda ver”
Sí, ese (creo yo) debería ser el pedido de cada uno de nosotros hoy.  
Jesús es nuestra luz.
Que venga esta mañana a abrirnos los ojos del alma para que encontremos la verdadera luz (la del amor, del compromiso, de la entrega) y no nos encandilemos por luces de falsos oropeles que de nada nos sirven.

Que venga Jesús hoy por medio del Espíritu Santo a darnos esa luz que necesitamos para que le reconozcamos a El, pero también para que aprendamos a reconocer en los demás, en el rostro de los que sufren o pasan necesidad, el verdadero rostro de Jesús y no discriminarlos ni tampoco ignorarlos y menos resistirlos.

El viene en esta mañana a darnos la luz que necesitamos para cambiar de actitud y actuar de una manera nueva y distinta: La del amor del servicio y del compromiso hacia tantos Bartimeos que necesitan y quieren llegar hasta Jesús. Seamos pontífices (hacedores de puentes) y no diques.

Jesús es nuestra luz, luz que necesita nuestra vida para que  nos demos cuenta de que no podemos “entorpecer el camino” de los demás que quieren llegar a Jesús.
Que no podemos acallar esos gritos que nos hacen volver la mirada con sinceridad a donde hay verdadera necesidad, o a donde hay sufrimiento.

Jesús es la luz que llena nuestros ojos y nuestro corazón de amor y de misericordia para que aprendamos a tender la mano al que tembloroso camina a nuestro lado para ayudarle a hacer el buen camino, el de la salvación, de la reconciliación, de la vida.

Y ¿Cómo termina esta historia? Este ciego llamado Bartimeo “Recobró la vista y le seguía a Jesús por el camino” (Vs52) con gran gozo en su corazón y cantando a Aquel que había llegado hasta él con la salvación para su vida.

Y los hermanos Zebedeos, que primero querían hacer callar los gritos del ciego  aprenden la lección de que primero está el servicio aunque eso signifique hacernos los últimos y servidores y esclavos por amor de todos. Y ¿Qué hacen ahora?  Ayudan y llevan al ciego hasta Jesús porque saben que Jesús les está esperando, no solo al ciego sino también a ellos para sanarlos de sus “cegueras”, bendecirlos y llenarlos de vida.

Conclusión:

Y a nosotros ¿qué luz nos va a dar el Señor? ¿Qué es lo nuevo que vamos a encontrar en el corazón tras ese paso de Jesús a nuestro lado en nuestro camino de la vida? ¿Qué necesitaremos que el Señor ilumine en nosotros?

Tenemos que ver cuales son nuestra cegueras, cuáles son las ataduras que hay en nuestro corazón, cuales son nuestras oscuridades, cuál es la pobreza que hay en nuestra vida para llenarla con la riqueza de la gracia del Señor y la unción de su Santo Espíritu.

Nos toca ponernos con toda sinceridad delante del Señor y gritarle desde nuestra ceguera y nuestra pobreza: “Señor no queremos ser servidos, ni jactancia, ni honores humanos, ni puestos para que nos reconozcan; queremos ayudar a que lleguen hasta ti todos los Bartimeos necesitados que esta ciudad alberga”.
El está esperándonos.

Dejémonos conducir por el Espíritu Santo hasta Su presencia siguiéndolo por el camino con el mismo entusiasmo y alegría de Bartimeo dando gloria a Dios y haciendo “de puente” para todos los que lo necesitan tanto “aquí adentro” como “allá afuera”.

Que así sea. Amén.

Oremos.

Mensaje a predicar por el Pr. Raúl Flores en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires, Junio 2013.


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