MARCOS 10:46-52
Y muchos le reprendían
para que callase… Vs 48a
Nos llama la atención ver a
los discípulos de Jesús intentando acallar a un pobre e ilusionado ciego
llamado Bartimeo…
Esta “actitud” tiene poco que
ver con el Evangelio del amor y compromiso. Tenemos que tener cuidado de no ser
“Zebedeos” que acallan a quienes hoy también como Bartimeo piden auxilio a Dios.
Y si miramos el contexto de
esta historia nos vamos a dar cuenta de donde parte esta actitud de
indiferencia y menosprecio hacia el prójimo de parte de aquellos discípulos.
Interesante ver que en los Vs
36-38 de M arcos 10 Jesús va y les pregunta a los hermanos Zebedeos (Santiago y
Juan cuando se postran para hacerle una petición) ¿Qué quieren que haga por ustedes?
Interesante lo que ellos
responden. No eran ciegos. No estaban pasando por necesidad, pero en sus
corazones había otros sueños. Sueños de grandeza y poder que “los segaban”
tanto como al mismo Bartimeo. Pero una ceguera más fuerte y dolorosa: La de la ambición.
(Puestos de honor, ejercicio del poder era lo que ambicionaban sus corazones)
Es que en realidad la
petición miraba por puestos de honor y reconocimiento. “Concédenos que en tu
gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda” (Vs37) ¿Cuál
fue la respuesta? “No sabéis lo que pedís…” Jesús les corrige el enfoque de una concepción
terrena y errónea del Evangelio y les señala que el camino del Evangelio no es
otro que el del sacrificio y servicio al prójimo, el camino de la entrega y del
amor.
¿No nos estará pasando como
pueblo evangélico lo mismo?
¿No será que nosotros también
hemos perdido los sueños del Evangelio y abrazamos “los nuestros propios” y el
amor al prójimo se nos ha vuelto “chiquitito, difuso” y hemos quedado como Bartimeo
en tinieblas?.
Dicho de otro modo: ¿Habremos
perdido el amor hacia el prójimo y entonces nos hemos vuelto “Zebedeos”. Acompañamos
a Jesús por el camino si, pero los gritos de los “Bartimeos” nos molestan?
Si, puede que muchas veces nos
molesten los gritos de quienes sufren a nuestro lado. Nos moleste el grito bien
clamoroso de alguien que cerca nuestro
pasa necesidad. Nos molesta quien nos pudiera hacer salir de nuestra comodidad
o de nuestra cerrazón.
¿Qué quieres que haga por ti?
Vale también para nosotros. Quizás es la pregunta que necesitamos oír del Maestro
con lo que es nuestra vida espiritual hoy, con las actitudes erróneas que pueda
haber en nuestro corazón, o con la rutina que adormece los buenos deseos de “hacer
algo” por los Bartimeos que están allá afuera.
El ciego Bartimeo le
respondió: “Maestro que pueda ver”
Sí, ese (creo yo) debería ser
el pedido de cada uno de nosotros hoy.
Jesús es nuestra luz.
Que venga esta mañana a
abrirnos los ojos del alma para que encontremos la verdadera luz (la del amor,
del compromiso, de la entrega) y no nos encandilemos por luces de falsos
oropeles que de nada nos sirven.
Que venga Jesús hoy por medio
del Espíritu Santo a darnos esa luz que necesitamos para que le reconozcamos a
El, pero también para que aprendamos a reconocer en los demás, en el rostro de
los que sufren o pasan necesidad, el verdadero rostro de Jesús y no
discriminarlos ni tampoco ignorarlos y menos resistirlos.
El viene en esta mañana a
darnos la luz que necesitamos para cambiar de actitud y actuar de una manera
nueva y distinta: La del amor del servicio y del compromiso hacia tantos
Bartimeos que necesitan y quieren llegar hasta Jesús. Seamos pontífices
(hacedores de puentes) y no diques.
Jesús es nuestra luz, luz que
necesita nuestra vida para que nos demos cuenta de que no podemos “entorpecer
el camino” de los demás que quieren llegar a Jesús.
Que no podemos acallar esos
gritos que nos hacen volver la mirada con sinceridad a donde hay verdadera
necesidad, o a donde hay sufrimiento.
Jesús es la luz que llena
nuestros ojos y nuestro corazón de amor y de misericordia para que aprendamos a
tender la mano al que tembloroso camina a nuestro lado para ayudarle a hacer el
buen camino, el de la salvación, de la reconciliación, de la vida.
Y ¿Cómo termina esta
historia? Este ciego llamado Bartimeo “Recobró la vista y le seguía a Jesús por el camino” (Vs52) con
gran gozo en su corazón y cantando a Aquel que había llegado hasta él con la
salvación para su vida.
Y los hermanos Zebedeos, que
primero querían hacer callar los gritos del ciego aprenden la lección de que primero está el
servicio aunque eso signifique hacernos los últimos y servidores y esclavos por
amor de todos. Y ¿Qué hacen ahora?
Ayudan y llevan al ciego hasta Jesús porque saben que Jesús les está
esperando, no solo al ciego sino también a ellos para sanarlos de sus
“cegueras”, bendecirlos y llenarlos de vida.
Conclusión:
Y a nosotros ¿qué luz nos va
a dar el Señor? ¿Qué es lo nuevo que vamos a encontrar en el corazón tras ese
paso de Jesús a nuestro lado en nuestro camino de la vida? ¿Qué necesitaremos
que el Señor ilumine en nosotros?
Tenemos que ver cuales son
nuestra cegueras, cuáles son las ataduras que hay en nuestro corazón, cuales
son nuestras oscuridades, cuál es la pobreza que hay en nuestra vida para
llenarla con la riqueza de la gracia del Señor y la unción de su Santo Espíritu.
Nos toca ponernos con toda
sinceridad delante del Señor y gritarle desde nuestra ceguera y nuestra pobreza:
“Señor no queremos ser servidos, ni jactancia, ni honores humanos, ni puestos
para que nos reconozcan; queremos ayudar a que lleguen hasta ti todos los
Bartimeos necesitados que esta ciudad alberga”.
El está esperándonos.
Dejémonos conducir por el
Espíritu Santo hasta Su presencia siguiéndolo por el camino con el mismo
entusiasmo y alegría de Bartimeo dando gloria a Dios y haciendo “de puente”
para todos los que lo necesitan tanto “aquí adentro” como “allá afuera”.
Que así sea. Amén.
Oremos.
Mensaje a predicar por el Pr.
Raúl Flores en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires, Junio 2013.
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