domingo, 13 de junio de 2010

Zarza,Desierto y Fuego

Zarza…Desierto y Fuego
Éxodo 3:1-5
Apacentando Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto y llegó hasta Horeb monte de Dios. Allí se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego, en medio de una zarza. Al fijarse, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés se dijo: «Iré ahora para contemplar esta gran visión, por qué causa la zarza no se quema». Cuando Jehová vio que él iba a mirar, lo llamó de en medio de la zarza: --¡Moisés, Moisés! --Aquí estoy --respondió él. Dios le dijo: --No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.

¡¡¡Este pasaje me parece fantástico!!! Dice acá que Dios se le aparece a Moisés “tipo de la Iglesia”, en medio de una zarza, ardiendo en el desierto. ¿El fin? Liberar a un pueblo oprimido del yugo Egipcio.
¿No es acaso una tarea que nos compete también a nosotros como Comunidad? ¿Liberar a un “pueblo oprimido” tanto dentro como fuera de la Iglesia del “yugo egipcio”?
¿Por qué habrá querido Dios que sea de ese modo?
¿Por qué en el desierto? ¿En medio de una zarza ardiente Pr. Flores?..... ¿Que tendrá que ver una zarza, el fuego y el desierto con Dios y nosotros?
Es que Dios se nos revela en el desierto.

Dios siempre se manifestará “en tu desierto”, allí donde no hay nada, donde no tienes nada, donde no significas nada para nadie. Pero es la escuela de Dios para formarte.
El desierto lugar solitario, reseco, hostil pero útil, donde Dios puede“despojarte de rutinas, de falsos apoyos, útil para encontrarte con vos mismo y con Dios de una manera distinta... diferente..
Allí donde no hay“amigos”, ni“respuestas”. Donde vivir requiere depender de Dios.
Es que en realidad el desierto de Éxodo 3 para nosotros no es un lugar geográfico sino“una posición”, “una actitud”que debemos tomar si es que vamos a ser los “Reconciliadores”que el Señor está buscando.
Nunca nos neguemos a la “escuela del desierto”porque es el lugar al que tarde o temprano tendremos que ir.
¡¡¡Quién no recuerda al desierto como “el camino”que impuso el Señor a los profetas y aún a Jesús mismo!!!
Y en todos los casos siempre hubo“un ir pero también un volver”.
Porque al desierto se va para “quitarse los pesos, vaciarse de todo y regresar “reprogramados”para hacer la obra de Dios.
¡Vamos sí al desierto pero no para quedarnos allí! Pero para regresar siendo mejores personas. Útiles para la tarea que nos espera.

Y en ese desierto de nuestro texto aparece la zarza. Arbusto, reseco, sin flores ni frutos, lleno de espinas, que solo sirve para arder y quemarse. Sin embargo Dios lo elige. Así como a nosotros...
Porque el Señor escoge lo que no es, para avergonzar “lo que es”.

Y en ese contexto es atraído Moisés: “Al arbusto que arde sin consumirse”se acerca a ver, se apresta a oír. Y es que cuando pasas por los desiertos de Dios estás habilitado para acercarte y oír la voz de Dios.
¿Nos atrae la Palabra?... ¿Oímos y obedecemos sin cuestionar? ¿A qué visión obedecemos? La “nuestra” o la de Dios?

Y esta zarza que en el desierto arde y no se quema es señal y llamado.
¿Cómo está tu corazón? ¿Late acomodado o agita un llamado?
Que el desierto no nos asuste amados. Que el desierto nos prepare.
Porque el desierto nunca es un fin, sino, un medio, un comienzo transformador que nos lleva a ser mejores personas y hombres de fe. Auténticos“Moisés”en nuestros días.
Me gusta una frase de San Juan de la Cruz que dice: «Para venir de todo al “Todo”, has de dejar del todo a todo»


Pero no solo desierto pero también una zarza que arde en fuego
Porque Dios a través de esa zarza tiene mucho para decirnos:
1) Primero: Con la zarza aprendemos a ser tratados.
La zarza es punzante en sus espinas, hiere si no tomamos cuidado. Y siempre que nos acerquemos a la divinidad, a lo sagrado y toquemos vamos a sangrar.
Y eso es bueno porque en los aspectos humanos, en la voluntad propia, en los sentimientos propios, vamos a “quedar heridos” como lo hace la zarza al que la toca.
Y asusta hermanos, pero cuando “nos entregamos” al trato divino, sana, cauteriza, regenera.
El mensaje es este: Dejémonos “arañar por el Señor”, por Su Palabra, Su presencia, y perdamos el temor de entrar en la escuela del desierto.
Porque en la zarza Dios trata con “nuestra suficiencia”.
Porque para el Señor humildad es “el lugar sagrado” donde El puede “ser Todo y obrar todo a voluntad”.
¿Es Jesús nuestro todo?
Y para que sea nuestro todo es necesario vaciarnos.
Por eso no es casual que el Señor haya elegido una zarza. Y hoy nosotros somos las zarzas para miles de “Moisés” que viven dentro de la Iglesia y fuera de ella.
Somos “Sagrarios andantes”. Recipientes de Dios, ánforas, vasijas de barro.
Reconciliadores de hombres con Dios.
Interesante lo que Jueces 9:8 dice en relación a los distintos árboles y la zarza. Porque ninguno excepto la zarza estuvo “dispuesto a servir”. Es que Solo las zarzas “sirven” al Señor anulando su yo.
Quitémonos el calzado de nuestra propia suficiencia y andemos en humildad.
Con la zarza no solo aprendemos humildad, pero también
2) Autenticidad.
Ser auténticos. Dios abomina el engaño.
En muchos círculos cristianos se “manipula a las personas” creando una falsa imagen del Señor.
Dicen que a la zarza es imposible tallarla. ¿Por qué Pr. Flores? Porque es un arbusto “sin madera”. Y la madera es útil para “tallar imágenes” En la antigüedad y aún hoy con madera se tallan ídolos.
Significa no falsear, engañar, hacer de Dios y de nosotros una imagen falsa, decorativa, atractiva a la vista humana, pero sin esencia.
Por eso a Dios le gusta manifestarse en “zarzas”. Porque las zarzas “nada pueden aportar” porque carecen de madera.
Si no entiendes a qué Dios te está llamando.
Si sentimientos engañosos, deseos confusos, “te ocultan a Dios”, entonces vacíate de todo.
La única manera de descubrir en nosotros a Aquel que todo lo puede es transformarnos en zarzas sin madera, sin propósitos, sin deseos, sin intereses, sin proyectos a fin de que Sus propósitos, Sus deseos, Sus intereses, Sus proyectos, vivan en ti.

3) Con la zarza aprendemos a vivir como fuegos que no se apagan.

El fuego es algo que nadie puede tomar ni retener en sus manos. Significa que a las “zarzas encendidas” el diablo no las puede tocar, el mal no las puede retener.

El fuego ilumina y transforma lo que toca. Dejémonos tocar por ese fuego hoy…
Y en realidad no es que la tea ardía. Quién ardía era Dios.
Somos “zarzas”, sin demasiada estructura personal, siervos inútiles, sin mucha madera, pero portadores del fuego de Dios. Puestos al servicio del Evangelio, en las manos de un Dios vivo. Somos crisoles del fuego divino amados.
Y quién esté cerca podrá acogerse, calentarse, encontrar bendición.
Conclusión:
Amados, nuestra vida es “la zarza ardiente” de Éxodo 3. Insignificante, impotente, de apariencia débil, despreciable, sin hermosura… pero que nada ni nadie puede apagar, ni anular.
Vivamos con el fuego de Dios ardiendo. No se requiere nada excepcional para destacar. Solo disposición.
Que nuestra vida (como la zarza de Éxodo 3) se mantenga ardiente, e ilumine nuestro espíritu cada día en donde nos toque andar.
Que tengamos una semana gloriosa. Que el Señor nos sorprenda.
Mensaje Predicado: Domingo 13 Junio 2010 Gaona 11 hs y Del Viso 18 hs
Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida

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