sábado, 16 de junio de 2012

Mirando hacia arriba


Jn. 1:1-18 ; 1Jn. 2:18-21

Propósito específico:
Enseñar que la tristeza nos lleva a mirar hacia atrás, la preocupación a mirar alrededor, pero la fe mirar hacia arriba.

Mensaje:
El evangelio hoy nos insiste mucho en que la fe se hace verdad cuando  la creemos como un niño. Que el Sicómoro no se marcha al mar porque lo digamos, sino porque lo creemos. Que la montaña no se cambia de lugar porque lo digamos, sino porque lo creemos, porque estamos  convencidos, porque es algo seguro. Que el paralítico de la Puerta Hermosa ( Hch. 3: 1-10) no se levantó porque se le ocurrió levantarse o porque Pedro se lo dijo. Se levantó porque creyó en la palabra de Pedro, creyó que Jesús estaba allí curándolo, sanando su corazón y sus piernas. Y porque lo creyó, ocurrió y se levantó.

La fe nos enseña siempre a mirar hacia arriba con la seguridad de que «todo ayuda para bien a aquellos que le creen a Dios» ( Rm. 8:28). Nos enseña a mirar lo que resta de este año con la alegría de saber que el Señor estará nuestro lado, que Dios seguirá de nuestro lado, y con la alegría de que Dios hará las cosas como a Él le parezca mejor.
Dice que María fue bienaventurada, dichosa, porque creyó. Ella nos muestra que también nosotros seremos dichosos si creemos. Pero creer, no como un acto racional, sino como algo del corazón.
Muchas veces recuerdo a María Magdalena, aquella mujer que el día de la Resurrección se hartó de llorar cuando vio que el cuerpo de Jesús no estaba. Pero cuando oyó la voz del Maestro pronunciar su nombre, el llanto se convirtió en gozo (Jn 20:11-18). Ella creyó que era Jesús. Y lo creyó porque lo reconoció en el timbre de su voz. Y lo creyó profundamente, no era una casualidad, no era una coincidencia. Era Él, ¡seguro! Y porque creyó, se agarró a sus pies para no perderlo.
El día de hoy nos enseña a mirar hacia arriba sabiendo que Dios nos sacará con bien de todos nuestros errores.
Pero el Señor nos lanza a un nuevo semestre en el que nos propone seguir mirando hacia arriba creyendo que lo que El dice se cumplirá. Y que creemos porque sí. No porque lo comprendamos por la razón, ni porque haya razonamientos, ni razones, ni por un proceso lógico, sino simplemente porque Dios lo dice.
Simplemente porque es así, porque creemos en Jesús, y Él nos ha dicho que es así. Las reflexiones son para enriquecer ese «Es así», no para ponerlo en duda. Los que utilizan las reflexiones para dudar, para desconfiar, para no saber qué va a ocurrir, siempre acaban del otro lado.
Interesante es que el Señor nos enseña a decir «Sí», aunque no sepamos a qué. A Moisés le enseñó, aunque no supiera quién era el Dios que le estaba hablando. A Isabel y Zacarías les enseña a decir «Sí», aunque parecía totalmente imposible. A Ana, la madre de Samuel, le enseña a decir «Sí», cuando ella suplicó a Dios que le diera un hijo; por eso se lo devolvió y se lo dio para Él. A María le enseña a decir «Sí», aunque las palabras del Ángel le parezcan inverosímiles.

Si seguimos la Biblia, y nos fijamos en todas las personas que han dicho «Sí» a Dios, descubriremos que es verdad, que cuanto tú dices «Sí» a Dios, Dios hace lo inimaginable.

De lo contrario cuando remoloneas, o pones tus dudas en juego, o aceptas el juego del diablo y pones cuestiones delante de Dios, entonces la vela se apaga y quedas en la oscuridad, y ya no sabes qué hacer. Porque el «Sí» ya no es un «Sí» de corazón, ya no es un «Sí» como el de María, de Moisés, de Zacarías, de Ana...
Por eso en esta mañana la Palabra nos invita a que nuestro «Sí» sea como el de María, que le dijo que «Sí» al Ángel simplemente porque Dios le merecía confianza, porque era imposible lo que el Ángel le anunciaba. Y todo el resto de su vida se la pasó diciendo «Sí» hasta aquel momento en que, descolgado el Cuerpo de su Hijo de la Cruz, lo tuvo muerto en sus brazos. También ahí decía «Sí», también ahí creyó. Creyó de corazón, creyó que la Palabra de Jesús era verdad, y creyó como Abraham, contra toda esperanza (Ro 4:18). Y lo esperó en Jerusalén hasta que lo vio resucitado. Porque ella creyó, lo vio resucitado.

Conclusión:
Que el Señor, también, escuche nuestro «Sí», nuestro «Sí» a ciegas; nuestro «Sí», porque lo dice Él. Nuestro «Sí» para todo lo que nos espera en el resto de este año. Nuestro "Si" que le permita a Él hacer lo que le parezca mejor con nuestras vidas.
Recordemos que la fe siempre nos llevará a mirar hacia arriba. Así lo aprendió David cuando dijo: "Alzaré mis ojos a los montes (hacia arriba), de donde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra". (Sal 121:1-2)
Que así sea. Amén.
Oremos.
Mensaje predicado por el Pr. Raúl Flores en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires. Junio 2012

No hay comentarios.:

Cruzada de renovacion y avivamiento

Cruzada de renovacion y avivamiento
Julio 2007. Río de Janeiro