domingo, 26 de septiembre de 2010

LEVANTATE Y ANDA

Marcos 2: 1-12.

Propósito:

Pedían la curación de su cuerpo y Jesús además, le curó el alma.



Marcos 2: 1-12



INTRODUCCION:


“El interés tiene pies”. “Querer es poder”. “El que quiere celeste que le cueste”. Estas tres sentencias de la filosofía popular fueron aplicadas con éxito por los parientes del paralítico. Jesús estaba en una casa “atrapado” por las multitudes: imposible el acceso por los caminos convencionales. Así que: ¡fuera techo!

Los familiares del paralítico buscaban la salud para el cuerpo de un pariente. Jesús le dio más y le otorgó también la del alma, mucho más valiosa.

Sólo Cristo puede devolver a nuestras vidas el estado de gracia. Sólo él cura nuestras heridas con el bálsamo de su amor. ¡Qué afortunados somos, pues no tenemos que “desmantelar tejados” para obtener su perdón!

Nosotros mismos podemos acudir sin que nadie tenga que llevarnos...

Una vez más el Evangelio nos presenta a Jesús predicando y sanando. El contenido de su predicación lo resume en un solo término: “la Palabra”. No se trata de un mensaje cualquiera, sino del anuncio del Reino de Dios, es decir, del poder del Amor que es Él mismo, que se revela en Jesús que es la Palabra de Dios en persona, y que se manifiesta en el perdón juntamente con la curación de un hombre postrado por la parálisis.

Meditemos en la curación del paralítico.

1.- “Haciendo una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico”

Lo primero que resalta en el relato es la fe de quienes “superan la dificultad” de llegar hasta Jesús por causa del gentío que se agolpaba junto a la casa.
Las casas de aquel tiempo en Cafarnaúm -la ciudad pesquera de Galilea donde Jesús estableció su residencia al iniciar su vida pública-, y en general en toda aquella región, tenían una pequeña azotea sobre la cual era posible construir un segundo piso y a la que se subía por unas gradas de mampostería construidas por fuera.

De esta forma podemos imaginarnos el agujero que hicieron quienes llevaban al paralítico para bajarlo en su camilla y ponerlo junto a Jesús.

¿Qué hacemos nosotros para encontrarnos con el Señor, a pesar de lo difícil que parece a veces este encuentro por causa del ajetreo diario o por conductas que desearíamos cambiar y no tenemos fuerzas para hacerlo, o de los obstáculos que pueden estar impidiéndonos experimentar su acción salvadora, sanadora y restauradora, sobre todo cuando nos hallamos espiritualmente paralizados?

Jesús está aquí entre nosotros esta mañana. Que nada nos impida acercarnos a Él y que nos sane.



2.- “Hijo, tus pecados son perdonados”

Un detalle sobresale en la frase de Jesús: lo llama “hijo”, con lo cual está expresando que en Él se revela el amor misericordioso de Dios Padre.

La enfermedad era concebida en aquellos tiempos como una consecuencia de los pecados cometidos o heredados.

Y Jesús se acomoda a esta concepción cultural, pero no para afirmar que necesariamente la enfermedad de aquel paralítico fuera consecuencia de sus pecados y culpas, sino para mostrar que todo ser humano necesita primero ser sanado espiritualmente, y que Él mismo tiene el poder de perdonar los pecados porque es la manifestación de Dios misericordioso que había dicho por medio de Isaías: “Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados” (Isaías 43: 25).

Para los escribas o doctores de la Ley era inconcebible que un ser humano pudiera hacer lo que es privativo de Dios: perdonar los pecados.

El Evangelio nos dice que estaban allí “sentados” varios de ellos. Podemos imaginarlos observando lo que ocurría con una actitud escéptica muy distinta de la fe que movía a las gentes sencillas y humildes a buscar a Jesús para ser enseñadas y sanadas por Él.

Por eso, al oír lo primero que Jesús le dice al paralítico -“Tus pecados quedan perdonados”-, aquellos doctores juzgan sus palabras como una blasfemia -un insulto a Dios-, pero Jesús les demuestra, a ellos y a todos los presentes, su poder como mediador de la misericordia divina.

Un poder que Él iba a transmitir a quienes, por una vocación y una misión específicas, les encomendaría el “ministerio de la reconciliación”.

Que en esta mañana como Comunidad seamos capaces de reconocer y expresar sinceramente nuestra necesidad de ser sanados espiritualmente y que le digamos: Ten misericordia de mí, sáname porque he pecado contra ti [Salmo 41 (40), 4].



3.- “Levántate y anda”

Al final del relato resaltan estas palabras que también podemos considerar dirigidas a nosotros, como una invitación a no dejarnos vencer por la “parálisis espiritual”
.

Esta situación de parálisis ocurre cuando las ataduras del egoísmo y de nuestros apegos nos impiden andar ágilmente por el camino que nos conduce a la verdadera felicidad que es Cristo Jesús.

CONCLUSIÓN:

Que resuene entonces para cada uno de nosotros esta Palabra positiva, animadora y sanadora del Señor: “levántate y anda”.

Y que también nosotros, con la fuerza del Espíritu Santo que Él mismo ha puesto en nuestros corazones (1 Corintios 1: 22) podamos transmitirles ese mismo ánimo renovador a las personas de Nuestra Comunidad, con las que convivimos o con las que nos encontramos, mediante nuestra disposición a comprender y ayudar a quienes reconocen su necesidad de ser salvados y sanados, con el testimonio de nuestra esperanza activa en un Dios que no sólo tiene el poder de perdonar los pecados y sanar, sino que además nos invita a ser compasivos y misericordiosos como Él mismo nos ha mostrado ser.

Rev. Raúl Flores

Mensaje predicado Domingo 26 Setiembre 2010 Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires.

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