viernes, 13 de mayo de 2011

HUMILDAD PARA SER CREIBLES Y APRENDER A LAVARNOS LOS PIES

CARTA ABIERTA A MIS AMADOS CRISTIANOS EVANGELICOS

Me enteré que por Internet hay una información que habla de un “prestigioso” pastor quien después de haber visitado una zona carente de nuestro país y habiendo entregado ayuda a gente necesitada llegó a decir: “A partir de hoy, esta provincia nunca más será la misma” Si bien la acción de la ayuda me produjo alegría la frase me decepcionó. Lamentablemente es una frase cargada de soberbia.

¿Nos habremos salpicado los evangélicos con la mancha de la soberbia? ¿Qué escondemos detrás de cada acción que realizamos? ¿Qué motivos encierran nuestras obras? ¿Habremos entendido el mensaje de Jesús? ¿Habremos entendido cuál es la esencia del reino de Dios y qué lugar ocupamos en la misión de dicho reino?

Dice la Palabra que Jesús luego de compartir la cena se levantó de la mesa y empezó a lavar los pies a sus discípulos y a secárselos con una toalla.
“Lavar los pies y amar hasta el fin” es lo que hizo Jesús, es la esencia del Evangelio, es el meollo del Reino.

¡Ojalá así lo entendiéramos todos!

Y es que el amor de Su entrega y el gesto humilde de lavar los pies a Sus discípulos debe ser para nosotros una invitación a imitar como discípulos suyos y en nuestra vida en sociedad.

Digamos basta a la soberbia de nuestro corazón y vivamos “lavando los pies” de cuantas personas tengamos cerca y sin esperar aplauso alguno.
La humildad nos ilumina y en nuestra luz muchos podrán encontrar a Jesús.
Volvámonos al principio básico del Evangelio: “Sólo quien sirve es cristiano”. Y Jesús nos muestra con una señal más que visible que Él no vino a ser servido sino a servir.

Fue la humildad que lo llevó a amarnos y a entregarse por todos nosotros a pesar de nuestras debilidades, con nuestros defectos personales, con nuestros sufrimientos, aún con los que solo nosotros conocemos, y con nuestras pruebas.

Inclusive hasta el mismo Pedro, que al principio se resistía, por no conocer todavía el don de Dios, ahora quiere ser lavado, no solo los pies, sino también la cabeza y las manos.

¿Nos estará pasando lo de Pedro? ¿Tampoco nosotros conocemos el don de Dios?

Finalmente dice que Pedro comprende el secreto del mensaje en aquel acto de Jesús de “servir calladamente”, que no es otra cosa que practicar la humildad, el amor, la solidaridad, la entrega de la vida, y que una actitud así nos abre el camino hacia el verdadero objetivo de nuestra fe.

Por eso, es tan fundamental comprender en nuestra vida cristiana el valor de la humildad y la comunión con todos y sin estridencias ni necesidad de “slogans” ni frases cargadas de "espiritualidad vacía"

Hoy, lamentablemente se han puesto de moda "frases estridentes" que suenan bien a los oídos de quienes nos escuchan y que inflan nuestos egos de una "aparente intelectualidad", pero que no tocan el corazón de la gente.

Y la humildad bien entendida es la de reconocer siempre que necesitamos la bondad y el favor de Dios y que sin esos dones nada somos y tampoco nada podemos dar.

Así también, nosotros, nos asemejamos a Jesús cuando como El estamos llenos de misericordia, de generosidad, de alegría, viviendo con un auténtico “perfil bajo”.
Nuestro llamado es a imitarlo en su humildad y mansedumbre y evitar a cualquier precio hacer alarde de nuestras buenas obras.
Debemos mirar a quienes están cerca, descubrir lo que necesitan y al hacerlo que “no suenen campanas”. El Espíritu Santo nos habla ante las heridas y necesidades de los demás. Aprendamos entonces a lavar los pies, con humildad, como Jesús, como una señal de fraternidad y desprendimiento sin hacer alarde de nada.

Necesitamos un liderazgo nuevo. Un liderazgo en el que emerjan los valores espirituales y no los “logros ministeriales”. Necesitamos evangélicos que se deslumbren no por los “resultados numéricos de ciertos ministerios” sino por ir detrás de una conducta humilde que acerque a los que queriendo alcanzar el rostro de Dios se lo impide nuestra soberbia.

Reflexión. Rev. Raúl Flores Mayo 2011

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