domingo, 29 de mayo de 2011

El “ÉFATA” DEL CORAZÓN

Marcos 7:31-37

“Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis. Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. Y tomándole aparte de la gente metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua, y levantando los ojos al cielo, gimió y le dijo: Éfata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien”. Y les mandó que no lo dijesen a nadie, pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban. Y en gran manera se maravillaban diciendo: Bien lo ha hecho todo, hace a los sordos oír, y a los mudos hablar”

Propósito específico:

Hoy vamos a hablar de comportamiento. Tengamos cuidado de nuestro proceder diario porque la gente nos juzga según nuestra apariencia y nuestro comportamiento y no presta demasiada atención a lo que decimos. Nuestro vivir –para la gente- habla más fuerte que nuestras palabras. Alguien dijo alguna vez: “Tus hechos hablan tan fuerte que no puedo oír lo que me dices”. Qué aprendamos en esta mañana a hablar no desde la boca sino desde el corazón.

SERMON

Dice este texto de Marcos 7que el entusiasmo de la gente por Jesús era mucho y confesaban: “Los sordos oyen y los mudos hablan".
Y es que en realidad Jesús siempre sintió debilidad por los pobres, los marginados, los despreciados, los enfermos, los pecadores y gracias a Dios que también por nosotros hoy, que somos todo eso… y a veces más.

Y Marcos 7 nos cuenta la historia de este mudo al que Jesús le devuelve la voz… le devuelve la palabra, el milagro de poder hablar…

Y ¡qué importante sería para nosotros que el Espíritu Santo en esta mañana nos diga “Éfata” y que ocurra en nosotros también el milagro de recuperar –como cristianos- la voz, recuperar la palabra!... Pero “no” la palabra que es hablada desde la boca, sino del corazón.
Porque nosotros también necesitamos un Éfata –ábrete- pero no el de la boca sino del corazón.

Y nosotros sabemos que existen muchas maneras de hablar sin decir nada… ¿Los chicos sin padres? ¿De qué habla? De violencia y falta de cariño. Las veredas rotas...¿de qué hablan? De abandono. ¿Los edificios sucios? de desinterés. ¿La pobreza y miseria? De un cáncer que mata. ¿El fracaso escolar? De falta de motivación. Pero también el dinero habla, el lujo habla, la droga habla, la fama habla, el orgullo habla… todo habla…

Y así también nuestra vida de fe habla. Por eso es necesario que revisemos nuestro “andar cristiano” si es que vamos a ser luz para muchos.

Es que deberíamos tener conciencia de que siempre estamos hablando aunque no digamos una sola palabra y eso pesa en la gente que nos ve y la definirá en cuanto a buscar al Señor o no.

¿De qué habla tu vida hoy? De qué habla tu vocabulario? ¿De qué habla tu manera de relacionarte con tu prójimo? ¿De qué hablan tus reacciones? ¿De qué habla tu comportamiento diario dentro de tu metro cuadrado? ¿De qué hablan tus gestos? ¿Qué leen los demás mientras les hablas?

Podemos hablar de humildad y sin embargo ser vistos como altivos. Podemos hablar de generosidad y sin embargo ser juzgados como tacaños. Podemos hablar de amor al prójimo y sin embargo mostrar que somos egoístas. Podemos hablar desde lo espiritual y sin embargo ser vistos como carnales. Podemos hablar de amor y sin embargo demostrar que estamos llenos de rencores y amarguras. Podemos hablar de luz y sin embargo vivir en profundas tinieblas. Podemos dar hermosos sermones y sin embargo demostrar que somos soberbios e inhumanos.

¿No creen que sería bueno pedirle a Jesús que venga esta mañana a nosotros también y nos diga Éfata? ¿Qué meta sus dedos en nuestros oídos y con su saliva unja nuestra lengua?…¿Que haga un milagro en “nuestra habla” no la de la boca sino la del corazón?.

Es que el milagro que necesitamos hoy los Evangélicos es este: De que “todo en nosotros” –es decir nuestra vida- hable bien y para nuestro bien, pero también para el bien de nuestro prójimo y para el bien del Evangelio.

Dicho de otro modo, que nuestra vida hable sirviendo, amando, trabajando, confiando, esperando, iluminando, ayudando, bendiciendo, llenando corazones, esparciendo alegría, encendiendo fe. Siendo solidarios, austeros, generosos, humildes, dispuestos, confiables, obedientes.

Este es el “hablar” que los Evangélicos necesitamos recuperar.
Que nuestra Iglesia hable…que haya un Éfata… Pero no de cuanta cantidad somos, ni de cuánto mide nuestro templo, ni de cuantos miembros asisten cada domingo, ni de cuántos empresarios, artistas y políticos nos visitan, ni de cuantos “famosos” predicadores quisieran estar en nuestros púlpitos. Sino de solidaridad, compromiso, generosidad, amor (caridad), servicio. Éfata del corazón.

Que nuestro ministerio hable. Qué haya un Éfata también, pero no de cuántos países nos han invitado a predicar, ni de tal o cual predicador conocido que es amigo nuestro… Sino de humildad, comunión, desinterés, apego a la ética, a la solidaridad, al auxilio de quienes sabemos nos necesitan.

En nuestros círculos evangélicos solemos oír muchos testimonios de personas que fueron transformadas por el poder de Dios. El Señor les ha devuelto la palabra y cambió su manera de hablar, pero muchos se terminan “quedando corto” porque no han transformado su manera de vivir, esto es: su corazón.. Nosotros también necesitamos un Éfata… pero… del corazón. Y Él está aquí hoy para hacerlo…

Y es que cada domingo el Señor a los que venimos a Comunidad Nueva Vida nos devuelve la voz para cantar, orar, crecer en nuestra fe, nos transforma y nos entusiasma y nosotros también decimos: El Señor ha hecho todo bien, nos devolvió el oído y la palabra y nos dice Éfata "Ábrete".

Ábrete al amor grande de Dios tu Padre. Ábrete a Su perdón y publícalo. Ábrete al amor de los hermanos… No seas espectador. Jesús no lo fue. Fue agente de transformación.

Pero ábrete no sólo el domingo sino toda la semana.
Ábrete no sólo aquí en el Templo sino también allá afuera.
Ábrete para con la gente.
Ábrete para con Dios.

Conclusión:

Dice el texto de Marcos que Jesús finalmente le mandó callar. ¿Por qué?
Porque el milagro no era lo importante. El amor es lo importante.
Jesús no es el hombre que hace milagros. Jesús es el hombre que muere y su muerte por amor es el gran milagro, el único milagro que salva, transforma y nos hace a todos hablar bien de él porque él no habla desde la boca sino desde el corazón.

Que haya un Éfata entonces para nuestro corazón.
Para que todo lo que hablemos lo hagamos desde el corazón.

Oremos:

Mensaje a predicar el Pr. Raúl Flores el domingo 29 Mayo 2011 en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires. Culto 11hs.

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