domingo, 17 de julio de 2011

MUJER...¿POR QUÉ LLORAS?

Juan 20:15

“Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras?...”

Propósito específico:

La pregunta de Jesús a María Magdalena, traspasa los siglos y el espacio y nos interpela a nosotros hoy, pues nos revela el corazón consolador de Jesús y nos invita a no estancar nuestra vida en un sepulcro.

Sermón:

Tal vez pocos sintieron más la muerte de Jesús que María Magdalena. Ella lo amaba intensamente. Jesús había expulsado de ella vida siete demonios y le había devuelto la capacidad de amar con dignidad y de sentirse mujer y persona en la Comunidad.

La muerte de su Señor en la cruz había sepultado sus sueños y sus ideales y nosotros sabemos que una persona y una Iglesia, si no es capaz de soñar, de tener ideales, simplemente muere o se va aferrando a una vida de mezquindades, frustraciones y fracasos.

Pero aún así, María va muy de mañana al sepulcro en busca del cadáver de su Señor, buscando aún “contra toda esperanza” aferrarse aunque más no sea al recuerdo de Jesús.

Y dice la Escritura que su desconcierto fue inmenso al descubrir que la gran piedra del sepulcro había sido removida y que el cuerpo del Señor ya no estaba en aquél lugar.

El llanto, como a muchos de nosotros, le aclaró la mirada para ver nuevamente.

Es que el dolor, la pérdida, la frustración, la soledad, tienen que ser para nosotros una fuerza que nos tire, no para abajo, sino para arriba.

Debemos aprender definitivamente que las luchas de la vida son peldaños que debemos aprovechar para crecer y ver mejor el camino de la vida.

Y entonces viene la pregunta del Señor que ella aún no reconoce: “Por qué lloras”. (Juan 20:15)

¿Hermosa pregunta no? Alguien se preocupaba de su dolor, a alguien le importaba su búsqueda.

María no reconoce al Señor. Es que el dolor no le dejaba espacio a la Resurrección
“Se han robado a mi Señor...” responde con angustia y desesperación. (Juan 20:13)

¿Les digo algo? Todos tenemos algo de María en su desconsuelo...

A nosotros también nos pueden hacer creer que “nos han robado al Señor Jesús”.

Es que en realidad una vida, tu vida, la mía, una Iglesia, encuentra su razón de ser en la búsqueda generosa e incansable de la verdad que es Cristo ya que sólo Él nos revela la verdad plena sobre nosotros mismos, el mundo, el hombre y sobre Dios Padre.

La Iglesia, la Comunidad tiene que ser entonces el lugar privilegiado para que Su presencia, Su belleza, Su poder, Su amor sean buscados y puestos al alcance de todos.

Dejemos entonces de ser mediocres caminando como individualistas y autónomos de la vida. Conformemos un equipo sólido que busca la verdad que es Cristo y la lleva a todas partes practicando el bien con todos.

Nosotros, al igual que María esa mañana junto al sepulcro, necesitamos urgentemente reencontrarnos con Aquel que es la fuente de toda Verdad Justicia y Sabiduría.

Nuestra época tiene la necesidad urgente de un servicio desinteresado que es el de proclamar la verdad, el amor y el servicio, valores fundamentales sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre.

En este pasaje de Juan, se nos muestra el encuentro entre Jesús resucitado y Magdalena.
Ella reconoce a su Señor, cuando se siente llamada por su nombre. María experimentó la capacidad de consuelo de la voz de Jesús.
Se supo conocida por dentro, acompañada, comprendida e invitada a volver a vivir.

Esa misma invitación de Jesús, se hace realidad para cada uno de nosotros hoy.

Y de un modo muy especial, como Pastor, creo que esta Comunidad, está invitada a reencontrar su identidad más profunda en la compañía y ante la presencia del Señor; está invitada a alimentarse de su Palabra y a vivir de ella, anunciándola a todos.

La fe en el resucitado nos tiene que animar a recomenzar nuestra búsqueda generosa de la verdad, la belleza y el bien que son verdaderas “Semillas de Vida”.

Quitemos de nosotros en esta mañana todo aquello que nos paralice en nuestro buscar y nos deje en el llanto del sepulcro.

Como María, también nosotros hoy estamos invitados a aguzar el oído y sentirnos llamados por nuestro nombre. A sentir la Palabra creadora de Jesús vencedor de la muerte que nos invita a ser buscadores y testigos del amor y poder de Dios para bendición nuestra y de los demás.

¡No busquemos más entre los muertos al que vive!.

Ante tantas señales de muerte que atentan contra la dignidad del hombre, nuestra Comunidad está llamada a dar testimonio del triunfo de Cristo sobre la muerte, siendo un instrumento eficaz “de progreso para nosotros y nuestra sociedad.

Somos llamados a preservar la dignidad de la vida humana, a promover la justicia para todos, a elevar la calidad de vida personal, a llevar la paz, a procurar una distribución equitativa de los recursos para el bien común.

Los invito a que el amor a Dios del que tanto hablamos en nuestros Cultos sea expresado en actitudes de vida y de convivencia dentro de nuestra Comunidad, mostrando así que la opción cristiana no es solo “decir” lo correcto sino “hacer” lo correcto.

Conclusión:

Confiados en Jesús, vencedor de la muerte y fuente de toda verdad, sigamos caminando y construyendo el ser y quehacer de Comunidad Nueva Vida, que tanto ha servido y tanto tiene que servir a nuestra querida ciudad.


Finalmente: Seamos portadores de alegría.
Expresemos en todo momento que Cristo vive en nosotros.

Pidamos juntos fortaleza al Espíritu Santo, para que El, poniéndonos junto a Jesús, nos anime y oriente en nuestra vocación de servir a la Verdad, formando al hombre que tenemos dentro y a nuestros hermanos que están afuera.

Oremos:

Mensaje predicado por el Pr. Raúl Flores en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires, Domingo 17 de Julio 2011. Culto 11 Hs.

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