domingo, 6 de noviembre de 2011

EL JOVEN RICO Y NOSOTROS

Marcos 10: 17-23

Propósito Específico:
Dios llama a todos pero para seguirlo se necesita desprendimiento y entrega.

Mensaje:

Este texto nos dice que Jesús salía de una ciudad y se ponía en camino hacia otro lugar, cuando de repente vino un joven corriendo y se detuvo ante El. Los tres Evangelios nos dicen que era de “buena posición social”. Dice que se arrodilla a los pies de Jesús y le hace una pregunta fundamental: “Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna”? Jesús está de pie y el joven, de rodillas y en un diálogo abierto el Señor comienza a darle una respuesta general: Guarda los mandamientos. Y los enumera: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás... a lo que el responde: “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia...” ¿Qué más me falta?.

Y me gusta esta pregunta porque todos alguna vez nos la hemos hecho ante el “desencanto íntimo” de las cosas que “aún siendo buenas” 1) No acaban de llenar el corazón y 2) No apagan esa “sed oculta” que nunca se sacia.

Es que en realidad Jesús sabía que en el corazón de aquel joven se hallaba 1) un fondo de generosidad, 2) una capacidad grande de entrega.
Por eso dice que 1) lo miró complacido, 2) con amor de predilección, 3) lo invitó a seguirle sin condición alguna, sin ataduras. 4) Se quedó “mirándolo fijamente”, (como solo Jesús sabe mirar), hasta lo más profundo del alma esperando su respuesta afirmativa.

Y acá hay una palabra para unos cuantos de nosotros en esta mañana: Porque a algunos de nosotros nos es necesaria esa “mirada amorosa de Jesús”. Nos es necesario sabernos amados y sentir que el Señor nos ha elegido desde la eternidad para ser parte de Su Familia Amada(Efesios 1: 4) Así nos ve el Señor ahora y siempre, con amor hondo, de predilección. Volvé a encontrarte nuevamente con Su mirada y tomá fuerzas para levantarte de donde estás y seguirle en el camino que El ya trazó para vos.

Dice que Jesús (con una voz que tendría una entonación particular), le dijo: Una cosa te falta aún. Una sola... Y acá me imagino ¡Con qué expectación aguardaría aquel joven la respuesta del Maestro! Era, sin duda, lo más importante que iba a oír en toda su existencia. Anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres... Luego ven y sígueme.

Era una invitación a entregarse por entero al Señor... a darse sin reservas... a ser libre de toda atadura y apego humano y abrazar de lleno la FE... Algo que este joven -por cierto- no esperaba.

Y acá hay otra enseñanza: Los planes de Dios no siempre coinciden con los nuestros. Con aquellos forjados en nuestra imaginación y en nuestros sueños. Y es que amados “Los Proyectos Divinos para con el Hombre”, siempre pasan por el desprendimiento de todo aquello que nos ata. ¿Qué nos puede estar atando hoy para no ceder a su propuesta? ¿Qué cosa habrá más importante en la vida que Él y Su voluntad agradable y perfecta?

Es que para seguir a Jesús necesitamos tener 1) el alma libre. 2) Un espíritu emancipado. 3) Un corazón redimido. ¿Estaremos en esa condición hoy? O ¿Seguiremos presos, cautivos y encarcelados a “nuestros bienes” como el joven rico?

Para el joven de nuestra historia “las muchas riquezas” fueron el gran obstáculo para aceptar el requerimiento de Jesús (lo más grande que estaba sucediendo en su vida).

Y acá hay otra enseñanza que me gusta mucho: Dios llama a todos: A sanos y a enfermos, a personas con grandes cualidades y a las de capacidad modesta; a los que poseen riquezas y a los que sufren estrechez; a los jóvenes, a los ancianos y a los de edad madura.

Cada hombre, cada mujer debe saber descubrir el camino peculiar al que Dios le llama. No hay excusas. Un llamado que por cierto no es alienante ni sufrido ni extremado ni excesivo. Dice la Palabra “llevad mi yugo sobre vosotros, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga”.

Y a qué nos llama el Señor Pr. Flores? Su llamado es a la santidad, a la generosidad, al desprendimiento, a la entrega, a repartir, a impartir, a retribuir, a donar, a prestar, a ofrecer a otorgar.... Y para lograrlo nos ha enviado al Espíritu Santo quien es poder y amor. Aleluya.
A todos los que estamos en esta mañana aquí nos dice en nuestro interior: ven y sígueme.
Y no cabe la mediocridad ante la invitación de Jesús. Él no quiere discípulos de "media entrega", con condicionamientos.

Este joven ve de repente la llamada a una entrega plena. Su encuentro con Jesús “le descubre el sentido y el quehacer fundamental de su vida”. Y ante Él se pone al descubierto “su verdadera disponibilidad”. Había “creído” realizar la voluntad de Dios porque cumplía solo “los mandamientos de la Ley”.

Sin embargo cuando Jesús le pone delante “una entrega completa”, se descubre lo mucho que está apegado a sus cosas y el poco amor a la voluntad de Dios.

Es triste decirlo amados pero también hoy se repite mucho esta escena en nuestros círculos cristianos.

“Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes, y dáselo a los pobres” (sacrificio)... “y ven después y sígueme” (apostolado).
"El joven se retiró entristecido: no quiso corresponder a la gracia". Se marchó lleno de tristeza. ¿Saben por qué? Porque la alegría solo es posible cuando hay generosidad y desprendimiento.
Entonces la vida se llena de gozo en esa disponibilidad absoluta ante el querer de Dios que se manifiesta cada día en pequeñas cosas y en momentos bien precisos de nuestra vida.

Digámosle hoy al Señor que nos ayude con su gracia para que, en todo momento, pueda contar con nosotros para lo que quiera, sin condiciones ni ataduras. "Señor, no tengo otro fin en la vida que buscarte, amarte y servirte... Todos los demás objetivos de mi existencia se encaminan a eso. No quiero nada que me separe de Ti"

La tristeza de este joven nos lleva a reflexionar. Podremos tener la tentación de pensar que “poseer muchos bienes”(Que no necesariamente tiene que ser dinero) puede hacernos felices.

En cambio, vemos que “las muchas riquezas” se convirtieron en obstáculo para aceptar la llamada de Jesús a seguirlo: ¡no estaba dispuesto a decir sí a Jesús, a decir sí al amor y no a la huida!

Y acá hay otra tremenda enseñanza: El amor verdadero es exigente. Fue Jesús quien dijo: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando (Jn 15:14). El amor exige esfuerzo y compromiso personal para cumplir la voluntad de Dios. Significa sacrificio y disciplina, pero significa también alegría y realización humana. Con la ayuda del Espíritu Santo y a través de la oración podemos responder a su llamada.

Abramos el corazón en esta mañana a Jesús, a su amor, a su verdad, a su alegría y ¡No nos vayamos tristes!.

La llamada a seguirle de cerca exige una actitud de respuesta continua, porque Él, en sus diferentes llamamientos, pide una correspondencia dócil y generosa a lo largo de la existencia.

Por eso debemos ponernos con frecuencia delante del Señor –cara a cara con Él (Como en esta mañana) y preguntarle: ¿Qué me falta?, ¿qué exigencias tiene hoy para mí?, ¿qué caminos quieres que siga?

La palabra de Dios puede llegar con el huracán o con la brisa (1 Rey 19: 22)». Pero para seguirla debemos estar desprendidos de toda atadura: solo Cristo importa. Todo lo demás es basura, todo lo demás es insignificante.

Dice finalmente que aquel joven se levantó del suelo, esquivó la mirada de Jesús y su invitación a una vida “honda de amor”, y se fue –todos se dieron cuenta– con la tristeza marcada en su rostro.

El Señor vio con pena cómo se alejaba. El Espíritu Santo nos revela el motivo de aquel “rechazo a la gracia”: tenía muchos bienes, y estaba muy apegado a ellos.
Después de este incidente, la comitiva emprende su camino. Pero antes, Jesús, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Ellos quedaron impresionados por sus palabras. Y el Señor repitió con más fuerza: Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino.

No se pueden conciliar el amor a Dios, el seguirle de cerca, y el apegamiento a los bienes materiales y autonomía de vida : en un mismo corazón no caben esos dos amores.

Hoy puede ser una buena ocasión para que examinemos valientemente en la intimidad de nuestro corazón qué nos mueve en nuestro actuar, dónde tenemos puesto el corazón.
1) Si tenemos planteado un verdadero empeño por andar desprendidos de los bienes de la tierra, o si, por el contrario, sufrimos cuando padecemos necesidad.
2) Si estamos vigilantes para reaccionar ante un detalle que manifieste aburguesamiento y comodidad.
3) Si somos parcos en las necesidades personales, si frenamos la tendencia a gastar, si evitamos los gastos superfluos. Si no nos creamos falsas necesidades de las que podríamos prescindir con un poco de buena voluntad.
5) Si nos esforzamos por no ceder en los caprichos y antojos que fácilmente se pueden presentar. Si cuidamos con esmero las cosas de nuestro hogar y los bienes que usamos.
6) Si actuamos con la conciencia clara de ser solo administradores que han de dar cuenta a su verdadero Dueño.
7) Si llevamos con alegría las incomodidades y la falta de medios. Si somos generosos en la ayuda a los más necesitados y en el sostenimiento de obras buenas, privándonos de cosas que nos agradaría poseer.
Solo así viviremos con la alegría y la libertad necesaria para ser discípulos del Señor en medio de este mundo.

Conclusión:

Seguir de cerca a Cristo habrá de ser nuestro supremo ideal. No queremos marcharnos como aquel joven, con el alma y el espíritu impregnados de profunda tristeza porque no supo desprenderse de unos bienes “de escaso valor” ante la riqueza inmensa de Jesús.
Oremos:

Mensaje predicado en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires Gaona 2918. Domingo 06 de Noviembre 2011. Culto 11hs Pr. Raúl Flores

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