viernes, 6 de abril de 2012

PASCUA DE RESURRECCION: ¿EL SEPULCRO O LA VIDA?

Mateo 27:60-28:15

Propósito específico:

La piedra sellada del sepulcro nos coloca del lado de la vida o de la muerte. Que el Espíritu Santo nos enseñe y ayude a elegir bien.

Mensaje:

Dice que amanecía el domingo cuando estas mujeres que amaban tanto a Jesús fueron a visitar el sepulcro. Ese sepulcro frente al cual habían estado sentadas (Mt. 27: 61) el viernes y contemplaron la sepultura del Señor; ese sepulcro del cual se alejaron porque comenzaba el descanso sabático prescripto por la Ley . Ese sepulcro clausurado por aquella piedra que José de Arimatea hizo rodar y a la cual la inquietud de una mala conciencia mandó asegurar y sellar (Mt. 27:66). Esa piedra clausuraba definitivamente las expectativas de salvación que habían creado la vida y la predicación de Jesús. Esa piedra, asegurada, sellada y custodiada por los guardias constituía un “desmentido” a tantas promesas. Esa piedra proclamaba un fracaso contundente y esas debilitadas mujeres caminaban tristes hacia ese "monumento al fracaso".

Pero Aleluya... Dios dijo ¡Basta!, viene el terremoto y el Ángel del Señor con la fuerza relampagueante de una "verdad nueva" hace rodar la piedra en sentido inverso; se abre ese sepulcro ya vacío. Y le dice el Ángel a las mujeres: “no está aquí porque ha resucitado como lo había dicho”… entonces ellas recordaron aquella chispita de esperanza a la que no le habían dado lugar en el corazón.

De aquí en más, los seguidores de Jesús sabemos que "más allá de un sepulcro siempre hay esperanza". Lo que no pudo la piedra de nuestra autosuficiencia lo sembró el poder de Dios en la carne escarnecida y renovada de su Hijo Jesús. Habían querido “asegurar” la muerte y –sin saberlo ni creerlo- aseguraron la vida a toda la humanidad.

Se dan distintos sentimientos ante esta piedra removida.
Por un lado los guardias tiemblan de espanto y quedan “paralizados, como muertos”. Por el otro a las mujeres el anuncio del Ángel las llena de alegría y “se alejan rápidamente del sepulcro”.

A los guardias los paraliza su adhesión a la muerte; a ellas el anuncio de vida le colma la esperanza y les regala la alegría, esa alegría que las impele a salir corriendo para dar la noticia. La muerte paraliza, la vida impulsa a comunicarla.
Ellas ahora son portadoras de una gran noticia: Jesús no había mentido, estaba vivo y lo habían visto.

Los guardias, petrificados en su estrechez existencial, solo atinan andar el camino hacia la protección fugaz y coyuntural de la coima. En Mateo 28:11-15 leemos: “Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: Digan así: sus discípulos vinieron durante la noche y robaron el cuerpo mientras dormíamos. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a Ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna.

Conclusión:

Contemplando los sentimientos opuestos que tenían las mujeres y los guardias, cabe preguntarnos: ¿Qué nos atrae más: la seguridad clausurada del sepulcro o esa alegre inseguridad del anuncio?
¿Dónde está nuestro corazón: en la certeza que nos ofrecen las cosas muertas, sin futuro, o en esa alegría en esperanza de quien es portador de una noticia de vida?
¿Corremos en pos de la Vida con la promesa de hallarla en esa Galilea del encuentro o preferimos la coima existencial que nos asegura cualquier piedra que clausura y anula nuestro corazón?
¿Prefiero la tristeza o un simple contentamiento paralizante, o me animo a transitar la alegría, ese camino de alegría que nace del convencimiento de que mi Redentor vive?
Moisés, antes de morir, reunió al pueblo y les dijo: “Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad (o) la muerte y la desdicha” (Deut. 30:15).
Hoy también, en este Domigo Pascual junto a Jesús Resucitado, la Iglesia nos propone algo similar: O creemos en la contundencia del sepulcro clausurado por la piedra la adoptamos como forma de vida y alimentamos nuestro corazón con la tristeza, o nos animamos a recibir el anuncio del Ángel: “No está aquí, ha resucitado” y asumimos la alegría, esa “dulce y confortadora alegría de evangelizar” que nos abre el camino a proclamar que Él está vivo y nos espera, en todo momento, en la Galilea del encuentro con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos.
Que el Espíritu Santo nos enseñe y ayude a elegir bien.
FELICES PASCUAS DE RESURRECCION!!!

Pr. Raúl Flores. Mensaje a predicar el Domingo de Pascuas en Comunidad Cristiana Nueva vida de Buenos Aires. Abril 2012

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