viernes, 31 de diciembre de 2010

2011...VIVIR LA ESPERANZA

Hoy como inicio de año vamos a hablar de esperanza. De “vivir la esperanza”.

2 Corintios 5:17

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas”

El Año Nuevo es una invitación a vivir la esperanza en nuestra vida personal y como Comunidad. El estar caminando la Segunda Década de este Tercer Milenio es más que suficiente razón para vivir en esperanza y levantar nuestras cabezas.

Es fácil dejarnos arrastrar por el derrotismo y el escepticismo reinante a consecuencia del fracaso de muchas ilusiones y anhelos propios y de la humanidad.

En nuestro país no es difícil sentirse pesimista cuando con facilidad palpamos la cultura del “no te metás”, de la violencia, de la situación económica deteriorada, de la criminalidad en aumento, de la pobreza creciente, de la deserción escolar, de la Iglesia anestesiada, del abandono de "los valores" etc.

Hay muchas realidades oscuras que nos pueden llevar a la tentación de vivir “únicamente el hoy” y dejarnos arrastrar por la mentalidad de “comamos y bebamos que mañana moriremos”.

Frente a esta situación, la propuesta de Comunidad Nueva Vida de Buenos Aires en este primer día del año 2011 es a vivir la esperanza, a vivir la seguridad que nada ni nadie puede ser más fuerte que el amor de Dios.

Porque la Escritura dice: Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá contra nosotros?

Y el Señor que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas las pruebas, luchas y desafíos que tengamos por delante. “Porque estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de ninguna clase, ni lo de arriba ni lo de abajo, ni cualquier otra cosa podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús”.

Y es que la esperanza en Cristo es una actitud que nos quita el miedo y vigoriza nuestra fe.

Considero que este llamamiento a vivir la esperanza, como “actitud permanente y profética”, debe tener una “gran resonancia” en nosotros los cristianos argentinos amenazados por una cultura de muerte y tentados a creer que ya nada se puede hacer y, por tanto, a “caer en el conformismo”, que en definitiva nos hace cómplices con la situación de violencia, de inercia y de injusticia que repudiamos.

Frente a todo esto, dejémonos llenar -por el Espíritu Santo- de esperanza y asumamos nuestro compromiso con la historia.

Armémonos de optimismo, Construyamos una Iglesia basada en la adoración genuina a Dios, la solidaridad, la caridad, la comunión, la generosidad, la autocrítica, el apego a la Palabra, la obediencia tanto espiritual como terrenal.

Determinémonos vivir alegres y generosamente, propongámonos dar una mano a cada prójimo que veamos cerca, practiquemos de buena gana el perdón, tengamos autocrítica, esforcémonos por estudiar y progresar para beneficio de otros, tengamos un día semanal o mensual de visitar enfermos o llevar comida a quienes la necesitan.

Enfrentemos los males presentes con la seguridad de que no estamos solos,

El Señor está con nosotros y “para el Señor no hay nada imposible”.

Erradicar de nosotros la cultura de la muerte, del egoísmo, de la codicia, del lucro desmedido. Superar y recuperarnos del daño causado por personas que nos fallaron. Reparar el tejido social y devolverle a la Iglesia su credibilidad. Encontrar los caminos hacia un autentico desarrollo que realice la justicia social. Volver al respeto por la vida. Establecer una nueva cultura de la paz, son metas para alcanzar en este 2011 que ya comenzamos.

Todo esto será posible si nos dejamos invadir por el amor de Dios y la llenura del Espíritu Santo y si asumimos un compromiso militante con nuestra ciudad y nuestra nación allí en "nuestro metro cuadrado".

Es tiempo de dejarnos invadir por el amor de Dios y asumir nuestro compromiso que no es otra cosa que “vivir la conversión”.

El llamado a la esperanza sería alienante, si no fuera al mismo tiempo un llamado a vivir cambios en nuestra historia personal y Comunitaria.

No podemos comenzar el año nuevo sin la decisión de purificamos con el arrepentimiento de los errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes que nos caracterizaron.

Reconocer los fracasos de ayer, es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra esperanza, haciéndonos capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y dificultades de hoy y de mañana.

La celebración del Año Nuevo es un llamado a poner en práctica nuestra responsabilidad en nuestra familia, en nuestra sociedad y en nuestra Iglesia para que nuestra esperanza no esté “vallada entre las cuatro paredes de nuestro Templo” y no se convierta en un sueño inalcanzable.

Debemos enfrentar el Año Nuevo como un reto a nuestra capacidad de imaginar y construir el futuro personal y el “de otros” según el proyecto de Dios.

Debemos superar la tendencia a esperar pasivamente el futuro y tener el valor de enfrentarlo, empleando “formas concretas de compromiso cristiano” para asegurar un futuro mejor y librarnos de los males y de las culpas que nos agobian.


Los cristianos no tenemos que tenerle miedo a la Historia.

“Nosotros no tenemos aquí morada permanente, sino que buscamos la futura”. Por esto nosotros estamos siempre “abiertos a la novedad y al progreso”.
No perdamos confianza y coraje, suceda lo que suceda, “estamos en camino”.

Y caminamos en la Historia, caminamos dentro del mundo, no como extranjeros autistas y fugitivos, sino como participantes en su complicada y tumultuosa vida, gozosa y triste a la vez.

En cuanto cristianos precisamente tenemos una misión qué cumplir en el mundo.

Tenemos con nuestra sociedad una responsabilidad, una tarea “de caridad” qué cumplir.

Conclusión:

Quiero concluir con una fábula del puercoespín.
Sucedió que durante la Edad de Hielo, muchos animales morían a causa del frío. Los puercoespines dándose cuenta de la situación, decidieron unirse en grupos. Viviendo uno junto a otro, en estrecha relación, se abrigarían y protegerían entre sí. Sin embargo, al acercarse uno al otro las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, justo los que ofrecían más calor.
Tratando de evitar esas heridas decidieron alejarse unos de otros. Pero entonces empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una elección: o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la Tierra.

Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma aprendieron a convivir unos con otros, con las pequeñas heridas que la relación con los seres más cercanos, le propiciaban.
Lo más importante era el calor del otro. De esa forma pudieron sobrevivir.

La lógica del amor los salvó.

¿Moraleja? La mejor relación no es entre personas e instituciones perfectas –que además no existe-, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir y a convivir, con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.
Pensando, además, que la propia cercanía tal vez hiera a alguien, pero le proporcionará ese calor que necesita.

Hagamos en este 2011 la del puercoespín. Acerquémonos a nuestro prójimo.

Oremos:

Rev. Raúl Flores

Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires. Mensaje para el primer domingo de Enero 2011. Culto de la mañana.

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