jueves, 2 de junio de 2011

UNA CRÓNICA JUGOSA DE JUAN 21

Propósito específico:

Juan 21:1-19 es una crónica atrayente de jugosas verdades que nos viene muy bien refrescar. Necesitamos permanentemente el espejo de La Palabra para poder vernos tal cual ella nos ve. Dejemos que la Palabra nos hable y nosotros, como los discípulos en el sermón del monte, sentémonos y, en silencio, abramos nuestro corazón alimentándonos de sabiduría y amor de Dios.

Juan 21:1-19

Sermón:

Juan aquí en el capítulo 21 nos narra la tercera aparición de Jesús después de haber resucitado. Dice que esta vez “se aparece a siete de sus discípulos junto al lago de Tiberiades”. Interesante es que en esta oportunidad Jesús lo hace un día cualquiera de la semana y no como en las dos anteriores que fue en domingo. Y lo interesante aquí es que los visita cuando están ocupados en sus quehaceres diarios, en el trabajo. Los dedicados siempre tendrán ventaja en su crecimiento espiritual sobre el resto.

Y dice que es “Pedro el que lleva la iniciativa de ir a pescar y los demás van y lo siguen”. Los evangélicos estamos necesitando “Pedros contemporáneos” es decir hombres y mujeres que nos saquen de la rutina y nos muevan a “pescas mayores y mejores” que no es otra cosa que vivir la espiritualidad basada en el amor. Feliz aquel que encuentra en su vida un Pedro, porque los “Pedros” te hacen crecer como persona y como gente de fe. Cuando aparece un “Pedro” en tu vida o sos vos “ese Pedro” la vida se torna más luminosa.

El texto nos sigue diciendo que “fueron a pescar por la noche y no recogieron nada”. Nunca le temas a los años duros y difíciles porque esa es escuela provechosa para tu espiritualidad. Tu espiritualidad está íntimamente relacionada con tu capacidad de amar al Señor y a tu prójimo aún cuando tus circunstancias sean desfavorables. Los años difíciles te forman, te moldean, te preparan para fluir en el amor de Dios. Las pruebas de la vida no te pasan porque si. Te pasan con un propósito.

Dice luego que “Jesús llega cuando está empezando el día; está en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Él”. En otro momento, mientras los discípulos eran zarandeados por una tormenta, fue Jesús quien se acercó a ellos andando sobre las aguas. El vencer el miedo a las circunstancias de la vida y hacerle frente sin cuestionar, nos permite ver a Jesús cerca nuestro ayudándonos y eso nos pone en paz aunque todo alrededor ruja. Esta vez son ellos los que terminada la jornada se acercan a la “orilla de Dios” y experimentan Su paz. ¿En medio de esa lucha que sientes: zozobra o paz? Perfecciona tu espiritualidad y ven a colocarte en “la orilla de Dios”. La paz no es ausencia de conflictos, la paz es confianza de que Jesús está conmigo en medio de mi tormenta.
Nuestra vida en Cristo estará siempre marcada por las tormentas y por la orilla de Dios. Toda nuestra vida terrena estará entre las veces que Jesús se acerca a nuestras tormentas y por las veces que nosotros tenemos que hacer el camino a la inversa.

“No habían pescado nada”. ¡Me gusta esto! Llegaron a Jesús necesitados y vacíos. ¿Somos dependientes de Jesús o emancipados de Él?

“Les manda entonces echar las redes a la derecha y les dice que esta vez pescarían”. El que obedece a Jesús viviendo en amor nunca se va con las manos vacías. La pesca fue abundante.

“Juan, el discípulo amado, fue el primero que lo reconoció y lo dio a conocer a los demás”. ¡Hermoso este cuadro! El amor nos hace reconocer a las personas y a las circunstancias que pueden transformar nuestra vida. No es extraño que sea Juan el que lo proclame; él fue el último discípulo que vio al Maestro con vida antes de su muerte en la cruz. Ahora es el primero que en esta escena lo reconoce resucitado.

“Pedro se echó al mar”. Quienes han estado con Jesús y le reconocen resucitado no tienen miedo en echarse a las aguas de la vida y regar el mundo de amor y servicio. Ahora ni hay tormenta ni Pedro se hunde. Está ya a salvo tanto de los egoísmos como de las debilidades.¿Todavía codicias en tu corazón? ¿Buscas tu propio bien o el de los demás?

“Mientras Juan contempla a Cristo y Pedro se lanza al mar los otros discípulos continúan en la barca arrastrando la red llena de peces". Somos un equipo. Cada miembro de la Iglesia tiene una misión específica. Es bueno que cada uno de los cristianos tengamos bien en claro que formamos parte de un cuerpo inmenso donde cada uno cumple su función. Es triste decirlo amados pero en nuestros círculos evangélicos se ve a muchos tener celos de gente que tienen una mayor espiritualidad. En lugar de alegrarse con la experiencia de su prójimo, se pierde el tiempo envidiando al que ha logrado basar su vida en el amor y el servicio. Cada vez que tengás celos de alguien “que anda en amor” preguntate si sos uno de aquellos discípulos que arrastraba la barca llena de peces y convertí tus celos y envidia en oración y ejemplo a imitar. En breve tiempo serás vos también engrandecido.

“Jesús les dice que traigan algunos peces de los que acaban de pescar”. Esto es evangelismo. Pero un evangelismo basado en anunciar las buenas nuevas a través del amor y el servicio a mi prójimo. Los cristianos debemos presentar a Jesús a los que hemos acercado a Él. Nunca te adueñes de la gente. Siempre llévalas a Jesús. No somos nosotros sus pastores, solo somos “pontífices” (hacedores de puentes), entre ellos y Jesús. Recordemos que quien ama no reclama nada para sí. Y si algo reclama es que le amen del mismo modo que el ama, con total desinterés.

¿Por qué 153 peces? ¿Era el número de las especies de peces conocidos en aquel entonces? ¿Era el número de provincias del Imperio o de las tribus o naciones conocidas? No lo sabemos. En 2 Cron 2,17 hay una posible alusión simbólica de la entrada en la fe, en la Iglesia, de los alejados.

“Después de la comida empiezan las tres preguntas a Pedro”. Si tres veces negó ahora por tres veces se le pregunta si ama a quien traicionó. Las tres respuestas fueron afirmativas. Quien le dio la espalda ahora mira cara a cara con amor. Pedro hizo lo que tenemos que hacer nosotros tantas veces en el día y en la vida con nuestro prójimo, con el Señor y con nosotros mismos. ¿Has perdonado, te sientes perdonado por el Señor? ¿Te perdonaste vos mismo?

En nuestra vida diaria y a pesar de los errores y equívocos cuando nos acercamos al Señor la pregunta es siempre la misma: "¿Me amas?" En el fondo, superar el error y la equivocación es siempre una opción del amor que le debemos a Dios. Porque amo al Señor no me quiero separar de Él. Porque amo al Señor veo a los demás como hermanos. Porque amo al Señor, Él mismo me pregunta...¿Me amas? A mi me toca dar cada día una respuesta al amor de Dios sirviendo, amando y llevando luz en este mundo en tinieblas.

Oremos:

Mensaje a predicar. Pr. Raúl Flores. Buenos Aires, 02 Junio 2011

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