domingo, 24 de abril de 2011

SALIENDO DE NUESTRAS TUMBAS

Lc 24:1-12

“Las mujeres el primer día de la semana (domingo) volvieron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo, se inclinaron hasta el suelo, pero aquellos hombres les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo cuando aún se hallaba en Galilea: que el Hijo del hombre había de ser entregado en manos de pecadores, que le crucificarían y que al tercer día resucitaría.
Entonces recordaron ellas las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a los demás. Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían.
Sin embargo, Pedro fue corriendo al sepulcro. Miró dentro, pero no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa, admirado de lo que había sucedido”.

Mensaje:

Ayer dejábamos a Jesús muerto en la cruz, enterrado por los más cercanos, ridiculizado y olvidado por la mayoría. Era “un fracaso humano”: ni siquiera supo escoger a sus amigos que le abandonaron llenos de miedo ante la posibilidad de correr su misma suerte.
Hoy volvemos al sepulcro pero lo encontramos distinto. Ya no está está en la tumba. Ha comenzado la resurrección.

O. T: Volvamos al texto evangélico y tratemos de desmenuzar su contenido para darle una vivencia espiritual en nuestro seguimiento de Jesús.

El primer día de la semana las mujeres volvieron al sepulcro muy temprano (24:1). Iban a cumplir con la costumbre rutinaria sobre el cuidado de los cadáveres de aquella época.

Es triste decirlo pero es lo que hacemos muchas veces los Evangélicos: Acudir en actitud de rutina a la Iglesia. Llevamos perfumes que son nuestra fe y amor, pero los llevamos resignados, sin esperar encontrar nada nuevo, sin alegría. Como aquellas mujeres, no nos acercamos a la Iglesia buscando al Jesús resucitado, sino para hacer algo por tradición o por rutina. Queremos atender a la tradición con el Cristo muerto. ¡¡¡¡Qué el Señor nos ayude en esta mañana de resurrección amados!!!

¿Cuál es la enseñanza?: Que podemos ir a Jesús, o “donde creemos que está”, motivados no por una búsqueda sincera, sino llevados por la costumbre o la tradición sin vida.

Insisto: Aquellas mujeres –como muchos de nosotros hoy- Iban muertas en la fe a buscar un muerto pero ¡Aleluya¡ el Señor les cambió el rumbo.
Iban a perfumar la muerte pero descubrieron el perfume de la vida. Qué nos suceda lo mismo a nosotros esta mañana.

Interesante es que el perfume en el mundo antiguo simbolizaba la inmortalidad. Bañaban a los muertos con perfumes para despistar el hedor de su corrupción, pero a la larga podía más la corrupción que el buen olor.
El problemas de muchos Evangélicos de hoy es que no sabemos ni siquiera dónde está Jesús. No me refiero a la tumba física sino en nuestro corazón para experimentar a un Dios vivo y poderoso. Qué sea entonces en esta mañana.

Dice que cuando llegaron (v.2) la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar y entraron, pero no encontraron el cuerpo de Jesús. Hoy es día para remover la piedra del sepulcro para que muchos débiles en la fe puedan entrar. Nosotros creemos porque alguien, alguna vez, fue a la tumba y nos removió la piedra.
La Iglesia, esta Comunidad es el lugar donde estamos los que continuamente “removemos la piedra” de la entrada de la tumba de Jesús para que otros puedan entrar.
Seamos en este día de resurrección los porteros de la tumba del Maestro.
Y mover una piedra cuesta, por eso la fe siempre es complicada, siempre es mover; mover las piedras para que se muevan los corazones.
Pero no fue suficiente abrir la puerta de la tumba; allí dentro no está el cuerpo de Jesús. No es suficiente con ir a la tumba, ni siquiera entrar en ella. La tumba es el lugar de muerte y Jesús ya no tiene sitio en ella.
Estamos aquí en esta mañana para proclamar que: Jesús dejó la muerte para estar en medio de nuestra vida. ¡Gloria a Dios¡

Y dice que la reacción de las mujeres fue la esperada (v. 4-5). Se llenaron de miedo y quedaron asustadas, sin saber qué hacer, se inclinaron hasta el suelo, y dos hombres con ropas brillantes les preguntan y les cuestionan.
Es lo mismo que nos pasa cuando nosotros hacemos algún plan para con Dios. Esperamos impresionar a Dios, pero es el Señor quien nos impresiona. Aquellas mujeres iban a dar algo al cadáver de Jesús y se encontraron con sus miedos.
Miedo por la ausencia de Dios. Se asustaron no porque le vieron sino porque no le vieron. Se asustaron de su ausencia. Qué sintamos ese mismo temor todos nosotros. Que nos preocupe no tener un Jesús presente. Qué vengamos esta mañana a su altar a encontrarnos con un Jesús presente que nos acompañe todos los días de nuestra vida.

La pregunta de aquellos mensajeros (v. 5-7) resuena por los siglos. Se oye en el corazón del hombre cuando lleno de temor intenta buscar a Jesús y no lo encuentra: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
Cuando nos acercamos a un muerto se produce una sensación más que extraña en las personas. Tenemos delante un cuerpo, pero la vida en él ya es ausencia. Ya no nos admiramos ni de su voz, ni de su fortaleza, sólo vemos frialdad, silencio, inmovilidad... Cuando vivimos de verdad un Jesús vivo, la imagen no es el muerto, sino que suscita en nosotros belleza, movilidad, ternura, cariño, alegría. Un Jesús que camina por nuestras calles con nosotros.
Jesús no está en la tumba, ha resucitado; este es el mensaje más importante en la Historia de la humanidad. Nada de lo que se ha dicho en la tierra tiene tanta profundidad ni tanta carga emocional.
Y resucitar es estar con Dios, dejar que Dios tome el timón de nuestra vida y de nuestra existencia de manera definitiva. Mientras estamos vivos estamos resucitados y debemos dar muestra de ello haciendo el bien a toda hora.
Salvación es ser resucitado. Y todos nosotros tenemos hoy que dejarnos resucitar desde “nuestras tumbas”.
Tumba construida por la mediocridad, el temor, el rencor, la duda, la desesperanza, el sentirnos defraudados, desvalorizados, egoístas, faltos de misericordia. Y en lugar de retirar la piedra de la entrada lo que hacemos es cerrarla más. Estamos pudriéndonos pero aún así preferimos la oscuridad de una vida de amarguras que la luz de la vida.
Cuando llevamos mucho tiempo enterrados en nuestras miserias, nos cuesta salir a la luz porque nos deslumbra la fuerza de la vida. Es triste decirlo amados pero hay muchos evangélicos que prefieren la oscuridad de “una vida gris” porque tienen miedo de salir de sus tumbas.
¿Cuáles son tus tumbas? ¿Cuáles tus oscuridades?

Y sigue diciendo el texto que recordaron las palabras de Jesús (v. 6-8). En los alrededores de la tumba donde reinaba la muerte recordaron las Palabras de vida que dijo Jesús.
Muchas veces creemos que Jesús en su muerte se quedó mudo, pero no es así, su Palabra resuena a lo largo de los siglos.
La Palabra de Dios tiene que estar cerca de nuestro corazón porque en ella encontramos las instrucciones para nuestra vida y para nuestra alma. Dios no es mudo, nos dice su Palabra para que nosotros demos una respuesta. Tenemos que tener oídos para la Palabra que viene de Dios.
La Palabra de Jesús se oye, no con los oídos sino con el corazón, de ahí su actualidad. La Palabra está dicha para todos los tiempos, de ahí su frescura y su actualidad. Cada uno de nosotros tiene que tener oídos para un Dios que no cesa de hablar incluso después de la tumba.

Dice más: Las mujeres fueron a los apóstoles con la noticia (v.9-11) pero a ellos les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían. Los apóstoles tienen una actitud muy humana. No habían entrado en la dimensión del misterio. No creían porque era increíble lo que aquellas mujeres les contaban.
Seguramente creyeron que era sugestión, delirios de un querer que no pudo ser y no les creyeron, las tomaron por locas.
Lo mismo nos pasa a nosotros hoy cuando hablamos a la gente de Cristo. Nos toman por locos, no creen en la experiencia de la vida que vuelve porque ellos una y otra vez han estado en lo profundo de la tumba, sin horizontes, sin destellos de luz, sin puertas abiertas.
A nosotros nos toca descubrir rendijas, perforar la piedra de la incredulidad, ablandar los corazones de piedra y hacerles ver a los demás que más allá de su forma de vida triste y oscura, llena de dolor y de cruz, está la vida nueva que nos trae Jesús.

A pesar de toda la incredulidad Pedro fue corriendo al sepulcro (v 12). La Escritura nos dice que fue "corriendo" al sepulcro. Pudo más las ganas de ver que el miedo al qué dirán o la aparente locura de sus informadoras. Pedro no es curioso, lo que ocurre es que recordó algunas de las palabras del Maestro y quiso verlo por sí mismo.
Recordar, correr hacia donde está Jesús resucitado, ese es nuestro camino en la vida. ¿No es la vida cristiana el seguir a Cristo resucitado? Cada cristiano debe seguir al resucitado, pero tiene que buscar los caminos por los que hoy anda el Señor. Unos a otros podemos anunciar a Jesús con nuestra vida. Y Jesús está por el camino del amor y de la entrega desinteresada.
Mostremos a los que nos rodean senderos interiores que sólo ellos pueden recorrer. Seamos compañeros de caminos y guías de los que no encuentran los recorridos mejores.
Pero tenemos primero que ir quitando las piedras que estorban nuestro seguimiento y el de los otros.
Termina el Evangelio diciéndonos que Pedro miró dentro, pero no vio más que las sábanas que envolvían el cuerpo del Señor.
Tengamos en cuenta el detalle: no vio a Jesús resucitado, pero se volvió a casa, admirado de lo que había sucedido.

Conclusión:

El tiempo de la Pascua nos irá descubriendo la resurrección en sus apariciones. Jesús se hace visible a los que quieren. Cada uno de nosotros tiene que ser capaz de descubrirlo.
Quiera el Señor que esta resurrección nos saque de nuestras miserias y de nuestras tumbas y que ayudemos a otros que se tienen por cuerdos, a encontrar sentido a la locura de la cruz.
¡Feliz Pascua de resurrección¡

Oremos:

Mensaje predicado en Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires. Pastor Raúl Flores Abril 2011

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