sábado, 24 de julio de 2010

CAMBIO DE MENTALIDAD EN LA IGLESIA DEL SIGLO XXI

UNA PROPUESTA PROFÉTICA PARA EL LIDERAZGO Y LOS CREYENTES DE NUESTRA ÉPOCA.
La visión que propone Jesús: Servir y entregarse.

Rev. Raúl Flores

Durante la lenta evolución animal, el “homo sapiens” aprendió que sobrevivían los más fuertes. Esto despertó en él un natural y necesario instinto de conservación, que lo llevó a aplastar a los demás seres vivos para sobrevivir. El miedo a ser eliminado por los demás dominaba las relaciones entre los seres vivos; el otro ser vivo era necesariamente “un adversario”.
Una vez aparecida la conciencia humana, el miedo, como móvil que impulsa las relaciones interpersonales, “debe desplazarse” para darle cabida al amor, que hace ver a los demás seres humanos como hermanos.
Lamentablemente el ser humano no ha alcanzado aún tal madurez. En todos nosotros habita un “deseo natural” de sobresalir sobre los demás, de ser reconocidos como importantes.
Esto se da en la política, en el deporte, en la religión, en las ciencias, en el arte, en el trabajo, etc.
En todos hay por lo menos un “pequeño deseo de poder”, o un “tirano en potencia”. Ya lo decía Cervantes en boca del Quijote: “a todos nos gusta mandar, aunque más no sea sobre un hato de ovejas”. “Es mejor ser cabeza de ratón que cola de león”, dice el antiguo adagio español.
Las culturas lo han llamado de distintas formas: El zar ruso, el káiser alemán, el cacique indígena, el emperador romano, el faraón egipcio, el príncipe medieval. El césar, el jefe, el comandante, el patrón, el mandamás, el duro, el soberano, el absoluto, en fin… hasta la Iglesia lo tiene: el Pastor, el Apóstol, el Patriarca, el Obispo, etc.
Infelizmente en algunos, por las circunstancias en las que crecen, ese natural instinto se va haciendo tan fuerte que termina convirtiéndose en una decisión desesperada por satisfacer sus impulsos de poder, a cualquier precio.
Este tipo de personas son capaces de matar a su propio hermano y vender a su propia madre para lograr ese propósito y una vez que lo logran, quieren más porque su sed es insaciable.
Ser el jefe y mandar sobre los otros se convierte en una necesidad imprescindible para “aceptarse” como seres humanos.
Esto, según algunos psicólogos y terapeutas reconocidos, no tiene otra explicación que un extraordinario complejo de inferioridad, porque “si tiene una verdadera necesidad de desempeñar el papel de jefe es porque tiene que dar razón del absurdo de su existencia” Sartre llegó a decir: “detentar el poder, gozar de prestigio ante los demás y ser considerado por ellos, no tiene otra razón de ser que colmar la cima de su propia insignificancia”.
Jesús, sin ser psicoanalista ni terapeuta, conoció el corazón humano y descubrió la dureza del hombre cuando se emborracha de poder.
Él mismo lo sufrió viviendo en una colonia del despótico y criminal Imperio Romano.
Jesús fue testigo de la manera como la clase dirigente judía, vendían la herencia de Dios a los extranjeros por un plato de lentejas (que es lo mismo que decir conservar sus privilegios). Experimentó en carne propia lo que significaban los impuestos impagables, el desplazamiento, la persecución, la pobreza, la miseria, que generaba ese orden legalmente establecido.
Por supuesto que estaba dolido con este orden.
Pero su propuesta no fue tomarse el poder a la fuerza, como lo esperaban sus discípulos, entre ellos Santiago y Juan, quienes se adelantaron a pedir “un buen pedazo en la repartición de la torta”. Ya se soñaban como los ministros más importantes del nuevo rey de Israel: uno a la derecha y otro a la izquierda.
¿Qué hicieron los demás discípulos cuando escucharon esta propuesta? Se disgustaron, no porque descubrieran la incompatibilidad de la petición con el proyecto de Jesús, sino porque ellos esperaban lo mismo: “todos estaban tras el puesto de honor” al lado del nuevo monarca.
Y qué les respondió Jesús? “No saben lo que piden” .
Una expresión parecida a la que utiliza Marcos en el texto de la transfiguración, cuando Pedro le propuso a Jesús hacer tres tiendas (para no bajar a la llanura sino quedarse en el monte por temor a enfrentar el poder)
“En realidad no sabía lo que decía, porque estaban llenos de temor” (Mc 9:6). Parecida también a una de las frases de Jesús en la cruz: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34ª).
En realidad estos dos discípulos, así como los demás, no sabían lo que pedían.
Y es triste decirlo amados pero con mucha frecuencia también nosotros en nuestras oraciones, no sabemos lo que pedimos.
Ellos en realidad “No sabían lo que pedían” . ¿Por qué? Porque lo que pedían era contrario a lo que proclamaba Jesús.
No habían entendido su mensaje y su proyecto. Todo lo que habían visto y oído a lo largo de su caminar (formación) con Jesús, les había pasado por encima, como el agua a las piedras del río: “mojadas por fuera y secas por dentro”.
No sabían que la propuesta de Jesús estaba lejos del proyecto de los grandes de este mundo, famosos por sus conquistas, sus colonias, su poder. No sabían que en el fondo eso no es otra cosa que vanidad y orgullo del corazón.
Jesús anunciaba el reino y ellos, con un modelo preconcebido de los reinos monárquicos y totalitarios de la época, no permitían ninguna variación, sino que se soñaban siendo parte de un nuevo “grupo de privilegiados”.
Según el falso sueño de los discípulos, en el reinado de Dios instaurado por Jesús se mantendría el mismo esquema de dominio, configurado sobre la misma relación socioeconómica: amos-siervos, ricos - empobrecidos, dominadores - dominados. ¡Claro si los privilegiados somos nosotros, que venga ese reino rápido!
Jesús ya les había dicho que iban a tener problemas y que debían contar con la posibilidad de una muerte violenta, pero no le prestaron atención porque soñaban todo el tiempo con ese idílico reino.
Así que una vez más debía corregir la “visión triunfalista”, de sus discípulos y recordarles el inminente peligro que corrían: “¿Son capaces de beber el trago amargo que yo tengo que beber y sumergirse en las aguas que yo me sumergiré?”, les dijo. Es que todos esperaban el triunfo del caudillo y “beber gratis” la copa de la victoria por ser sus amigos.
Pero, cuando se trataba de beber el trago amargo y sumergirse en las aguas del dolor, lo pensaban dos veces.
Lo que no lograban entender sus discípulos (Y también muchos hoy) es que no se trataba de tener méritos para lograr los primeros puestos. Ese detalle no le competía a Jesús. Eso no estaba en el “presupuesto”.
El Reino propuesto por Jesús y los reinos de la época sólo se parecían en el nombre, pero no en las categorías.
El que quiera participar del reino propuesto por Jesús debe prescindir de cualquier deseo de dominación.
Él hablaba de cambiar no tanto los personajes que dominaban, sino “las estructuras internas” que mueven al ser humano a dominar a los demás.
¿Qué pensaban sus discípulos al respecto? Lo mismo que pensamos la mayoría de nosotros hoy: que cambiando el dominador vendrían ventajas tanto para ellos como para todo el pueblo.
Y en realidad, “No sabían lo que pedían”. No sabían que por bueno que fuera quien dominara, por muy Hijo de Dios, por muy sabio, por muy santo, nada iba a cambiar si se seguía con los mismos esquemas de dominadores – dominados, amos – esclavos.
¿Cuál es entonces la propuesta de Jesús Pr. Flores? La propuesta de Jesús no fue cambiar “de personaje dominador”, sino cambiar primero “el corazón humano” y a partir de ahí las estructuras de poder.
A cambio de una persona ávida de poder, un líder capaz de servir.
A cambio de un monarca absoluto, un líder creativo e impulsador de procesos de libertad.
La novedad del reinado propuesto por Jesús, es el servicio y la entrega a los dominados y esclavizados por los poderes temporales de este mundo.

Conclusión:

Si como Iglesia seguimos manteniendo las categorías de poder y dominio que maneja este mundo, en el que los reconocidos como jefes tratan despóticamente a sus súbditos y los grandes les hacen ver su autoridad, no tendremos nada que ver con Jesús y nuestras Iglesias no tendrán credibilidad.

Amados: Sepámoslo de una vez por todas:

Si queremos ser parte del reinado instaurado por Jesús, no nos queda otra alternativa que renunciar a todas las estructuras de poder y ponernos de manera especial al servicio de aquellos marginados y excluidos.

Como lo hizo Jesús quien no vino a ser servido sino a servir y a entregar su vida en rescate por muchos.

Que el Señor nos ayude y nos bendiga.

Mensaje que será predicado en Comunidad Cristiana Nueva Vida.

Rev. Raúl Flores

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