sábado, 10 de julio de 2010

La tolerancia... un valor devaluado

PARABOLA DEL TRIGO Y LA CIZAÑA

Lucas 13:24-30

La predicación de la Palabra de éste y de los próximos domingos quiere hacernos reflexionar sobre un tema central del Evangelio: el Reino de Dios.
Cada domingo, a través de las parábolas, nos acercará a una faceta distinta de este misterio.
Y hoy la parábola que nos habla del Reino es la de la cizaña y el trigo.
Decimos que a través de las parábolas, Jesús nos va acercando al misterio del Reino de Dios, porque el Reino es ciertamente un misterio, una realidad que no acabaremos de aprehender nunca.
El Reino no es como nosotros quisiéramos, ni su lógica es la nuestra, ni su crecimiento obedece a los criterios que nosotros quisiéramos proyectar sobre él. Y esto se pone de relieve claramente en la parábola de la cizaña y el trigo.
El mundo es el campo de la parábola. Y en el mundo, como en aquel campo, observamos la presencia simultánea del bien y del mal.
Una presencia no sólo simultánea, sino tan entrelazada y entretejida, que resulta difícil distinguir el bien y el mal.
En el campo no crece el trigo en un lado y la cizaña enfrente. Trigo y cizaña se encuentran mezclados. Crecen tan juntos que no se podría arrancar uno sin arrancar la otra. Más aún, antes del tiempo de la siega, tienen la misma apariencia y no cualquiera podría distinguirlos.
Eso hace que sea obligada su convivencia: hay que tolerar el crecimiento de la cizaña, hay que tolerar la presencia del mal. El mal se hace así una especie de "mal necesario".
Lo mismo pasa en la vida del hombre. No existe el hombre absolutamente bueno, ningún hombre es “trigo limpio”.
Tampoco existe el hombre absolutamente malo; todos tenemos un fondo bueno.
La frontera entre el trigo y la cizaña no divide el campo en dos partes, ni divide tampoco a la humanidad en dos bloques, los buenos y los malos.
La frontera entre el trigo y la cizaña pasa por el corazón de cada uno.
Todos tenemos trigo y cizaña por lo tanto, ninguno debería rechazar a nadie. Porque rechazaría la cizaña, sin duda, pero también su trigo.
No se trata entonces de eliminar a un hombre porque tenga cizaña, sino de hacer crecer su trigo hasta que sofoque la cizaña.
Y este es sin dudas nuestro gran desafío como cristianos y como Comunidad Nueva Vida.
Tampoco nuestra Comunidad ni la Iglesia toda puede pensar que ella acapara todo el trigo y que fuera de ella no hay más que cizaña.
Más de una vez lo hemos pensado. ¿Sí o no amados?
Pero la verdad mal que nos pese, es que fuera de la Iglesia también hay trigo y dentro de ella también hay cizaña.
La parábola en el Vs 28 recalca que el dueño del campo corrige la impaciencia de los criados. Ellos querían arrancar la cizaña cuanto antes.
¿Qué hace el dueño?: Les hace esperar hasta la hora de la siega.
Es que muchas veces nosotros, olvidando que somos también trigo y cizaña, quisiéramos más de una vez “imponer nuestros criterios” olvidando que también nosotros tenemos cizaña.
Olvidando que es difícil distinguir el trigo de la cizaña. Olvidando que detrás de la cizaña hay también trigo. Olvidando que no fuimos nosotros los que sembramos y que no somos nosotros los que tenemos que segar.
Y por eso la intolerancia surge, las inquisiciones, las luchas, las diferencias, las cruzadas, las penas de muerte, muchos anatemas...
Cada uno creemos que la diferencia entre el trigo y la cizaña se mide según “nuestros propios criterios”.
Y nos da pena, y nos impacientamos o nos desesperamos al ver el campo lleno de trigo y cizaña. Y nos parece imposible que el Reino deba estar sometido a la servidumbre de tener que tolerar la presencia de la cizaña. Nos causa extrañeza, nos desalienta.
Quisiéramos medir el desarrollo del Reino según nuestros propios criterios.
Nos preocupa el número, el éxito, el aplauso, las cuentas... Y nos resulta intolerable que no sea nuestro criterio el que predomine.
Nos parece muy bueno el pluralismo, pero a costa de “descalificar” a todos los que no piensan como nosotros.
Cada uno sigue convencido de que el trigo lo tiene él y que los demás sólo tienen cizaña.
¿Qué es entonces lo que nos pide Dios en esta parábola Pr. Flores? Tolerancia.
Es decir, convivir en la comprensión, en la tolerancia, en la paz, sin anatematizar a ningún hombre, sin despreciar a nadie, sabiendo con humildad que también nosotros cosechamos cizaña en nuestro propio corazón.
Esta conclusión de tolerancia y humildad sube de tono al aplicarla al interior mismo de la Iglesia. También en la Iglesia tenemos un pluralismo muchas veces no más que soportado y lleno de anatemas interiores. Cada uno suele pensar que la recta opinión (ortodoxia) es la suya.
Todos los demás, a derecha e izquierda de uno mismo, no están en la verdad exacta, que es la mía.
Y esta actitud que tenemos en el corazón, no es ciertamente la del Reino, según la parábola.
Qué el Señor nos ayude amados. Que en esta mañana de Santa Cena meditemos en esta verdad del Reino. Y que al meditar seamos capaces de vivir con humildad cada día de nuestra vida abriendo nuestros corazones a todos sin distinción. Que la tolerancia para con todos sea la bandera de Comunidad Nueva Vida.
Que tengamos una hermosa semana y el Señor nos sorprenda.
Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida
Sermón domingo 11 Julio 2010

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