sábado, 24 de julio de 2010

EL VALOR DE LOS DÉBILES

EL VALOR DE LOS DÉBILES

Marcos 10:46-52
Me gusta mucho este texto de Marcos 10 porque resalta el valor de los débiles, de los que no cuentan para quienes dominan la historia.
En el evangelio encontramos este relato del milagro de sanidad que testimonia cómo uno “de los que sobran”, se convierte en “protagonista” de la historia.
Según este texto de Marcos, Jesús iba de camino hacia Jerusalén con sus discípulos y una gran multitud. Pero no todos los que “iban con él eran discípulos”; algunos lo seguían por curiosidad. Y acá hay una verdad que quiero resaltar:
La vida cristiana no tenemos que caminarla como si fuéramos borregos en la manada.
“Seguir a Jesús” es tener la mente abierta y el corazón dispuesto, las manos libres y los pies firmes para sintonizar con él y ser continuadores de Su obra de salvación.
Dice luego que salía de Jericó, distante unos 30 Km. de Jerusalén. Normalmente a las salidas de las ciudades y de los templos, en las plazas, en las calles, en los caminos, o en cualquier sitio donde había aglomeración de gente, se encontraban “los mendigos”.
Generalmente estos eran huérfanos, enfermos, ancianos, limitados físicos y hasta “avivados” que se aprovechaban de la generosidad de la gente.
Los mendigos sufrían hambre pero no morían de hambre, pues la caridad era obligatoria: “la labor a los pobres estaba organizada entre los judíos. Se les repartían víveres, que alcanzaban para dos comidas diarias.
Es que en realidad lo que más daño hacía al mendigo no era la falta de comida, sino “la vergüenza”.
El escarnio público, aislamiento y desprecios era lo que más atormentaba y bajaba la autoestima a los mendigos. En el fondo no vivían sino que sobrevivían.
Y al borde del camino, dentro de ese grupo, estaba Bartimeo, “dedicado a la mendicidad”.
Un ser humano triplemente marginado: por pobre, mendigo, y ciego.
Pero no obstante su limitación este ciego se convierte, podríamos decir, en la antítesis de Santiago y Juan -tipo de muchos líderes y creyentes de hoy-, personajes que ansiaban un lugar de privilegio junto a Jesús en la gloria.
Así como Bartimeo, los discípulos -los que se supone que estaban con Jesús-también estaban ciegos y no lograban entender las características del proyecto de Jesús.
Pero este hombre cambia la historia.
Había escuchado hablar de Jesús, de Sus obras y de Sus palabras.
Le habían dicho que era el Mesías, relacionado con David, según la esperanza del pueblo, y entonces gritó con voz fuerte: “Jesús hijo de David, ten compasión de mí”.
Una vez más, vemos cómo Jesús es reconocido por los últimos de la sociedad. Este hombre ciego era para mucha gente un insignificante; sólo inspiraba lástima y le daban unas monedas para que no se muriera de hambre. Debía permanecer callado porque no tenía derecho a expresarse.
¿Qué podía aportar un pobre ciego a la sociedad?
El Vs 48 dice que “Muchos lo reprendieron y le decían que se callara”. ¿Por qué lo hacían? Tal vez para que no distrajera al Maestro en su última jornada camino a la toma del poder, como ellos lo esperaban. De pronto para no llamar la atención de los guardias romanos, ya que en Jericó había una guarnición romana y como esta ciudad era paso obligado para llegar a Jerusalén, tenían que ser muy cautelosos con la gente que se dirigía a la capital.
Tal vez porque Marcos quería resaltar que no solo Bartimeo estaba ciego, sino “también sus discípulos”, quienes no tenían ninguna claridad sobre Jesús, pues creían y soñaban que el mejor título era el de “Hijo de David”, con la ideología político militar que este título encierra.
A pesar de los reclamos, a este hombre no le importó el decir de la gente y siguió gritando. El que persevera alcanza.
Y Jesús lo escuchó, pues los gritos de un pobre insignificante para la sociedad, siempre lo hacían detener.
Se interesó por él, lo mandó llamar y le dedicó tiempo.
(Vs49) ¡Ten confianza! ¡Levántate, que te llama!, le dijeron otros. Así es la vida y así es el seguimiento de Jesús. Mientras unos desaniman, critican y tratan de matar los sueños de los que quieren llegar lejos. Otros animan, impulsan y dan la mano.
Mientras unos dicen que caminar con Jesús es una tontería, otros se convierten en ganadores de almas que ayudan a escuchar Su llamado.
Ese llamamiento es, sin lugar a dudas, una invitación al discipulado. Así como cuando se detuvo y llamó a unos pescadores de Galilea cuando tiraban de la red (Mt 4:18). Así como cuando por entre la multitud llamó a Leví, el publicano (Mt 9:9) a Zaqueo (Lc 19:1), al joven rico (Mc 10:17-30)…
Y es que realmente Jesús rompía los esquemas. ¿Un ciego como discípulo? Las escuelas rabínicas se esforzaban por tener discípulos de “buena familia”, gente selecta que “le diera categoría”. Pero a este Jesús, no contento con tener pescadores, publicanos, y gente de “baja reputación, se le ocurrió en ese momento llamar a un ciego y mendigo.
Es que el llamado era para todos; nadie debía sentirse excluido. Para él no había personajes privilegiados ni élites favorecidas.
Y el ciego tomó una decisión inteligente (Vs50): tiró su capa, “sus seguridades”, sus ataduras, aquello que lo detenía, lo amarraba y le impedía vivir a plenitud. La capa o el manto en la cultura semita significaba la identidad de una persona.
El ciego dejó la capa a un lado, dio un salto, se puso en pie y se fue por sus propios medios al encuentro de Jesús.
Lo interesante es que la pregunta que le hace Jesús a Bartimeo fue la misma que les hizo a Santiago y Juan, en el relato anterior: (Vs 36) “¿Qué quiere que haga por ustedes?”.
A Bartimeo le pregunta (Vs 51)“¿Qué quieres que te haga?”.
Gloria a Dios!!! Jesús se puso en disposición de servir. Para eso había venido a este mundo.
Pero mientras que los hijos de Zebedeo, cansados de caminar con Jesús, le pidieron un asiento en el posible trono, el ciego cansado de estar sentado al borde del camino, no le pidió limosna, ni siquiera un pedazo de pan, ni un trono.
Le pidió lo realmente necesario (Vs51): “Maestro que recobre la vista”.
Y dice que (Vs52)“Enseguida recobró la vista y fue siguiendo a Jesús por el camino”.
Bartimeo se convirtió en discípulo de Jesús, que en la mentalidad de Marcos, es el que puede ver.
Es que en realidad necesitaban hacer “el proceso de Bartimeo” para ser discípulos de verdad.
Conclusión:
Este es un verdadero modelo de seguimiento, un testimonio de renovación y una gran historia de salvación.
Un espejo para vernos y evaluarnos en el camino con Jesús. ¿Somos de los que desaniman?, ¿somos de los que animan a la gente a ser mejores y a caminar con Jesús?, ¿estamos ciegos?, ¿tenemos una religiosidad de mendigos, o estamos dispuestos a pedir la luz para ver bien y convertirnos en verdaderos discípulos?
El llamado es hoy para nosotros. ¡Levantémonos que nos llama! ¡Dejemos las capas tiradas, pongámonos de pie y vayamos a su encuentro!
Y, cuando Jesús nos pregunte qué queremos que haga por nosotros, no cometamos el error de pedirle una limosna, ni un trono en el falso pedestal de un reino imaginario.

Pidámosle su luz para descubrir “el sentido de nuestra vida” y para comprender “Su propuesta” de salvación.

Pidámosle su Espíritu para que nos conduzca siempre firmes en su camino hasta el final.
Que el Señor nos ayude y nos regale una semana maravillosa. Que nos sorprenda con Su bendición.

Rev. Raúl Flores

Predicación para Comunidad Cristiana Nueva Vida
Buenos Aires, Argentina.

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