domingo, 18 de julio de 2010

¿QUE CLASE DE TERRENO SOMOS?

Mateo 13:1-23

¿Qué clase de terreno somos?


Acá dice en el Vs 3 que Jesús comienza su discurso diciendo:“El sembrador salió a sembrar...”

Y dice que al sembrar “parte de la semilla cayó a) junto al camino; otra parte en b) terreno pedregoso; c) otra entre espinas; y el resto cayó en d) buena tierra”
Después dirá qué es lo que sucedió con cada tipo de semilla: Una no fructificó porque se la comieron los pájaros; otra se secó; a otra la ahogaron las espinas; y la sembrada en buena tierra dio una cosecha abundante.

Luego, por pedido de sus discípulos, Jesús mismo nos la explica.
Jesús dice: “Yo soy el sembrador, la semilla es la Palabra de Dios, y el terreno son ustedes”.

Y yo me preguntaba: Si el Sembrador sembró la semilla al voleo, con generosidad y en todas direcciones, ¿Por qué tan sólo una cuarta parte produjo una buena cosecha y el resto se echó a perder? ¿Porqué siendo de óptima calidad no fructificaron todas?

Y es que en realidad lo que Jesús está buscando es interpelar nuestras conciencias.

Lo que Jesús está queriendo decir es que: “La semilla va a da buenos frutos siempre que caiga en buena tierra. Por lo tanto el fruto será más abundante cuanto mejor sea el terreno”. ¿Se entiende amados?

Entonces la Palabra de Dios (La semilla) sólo es fecunda donde encuentra: a) un corazón bien dispuesto y b) condiciones espirituales adecuadas.

¿Cuántos creen que “El Señor siembra en nuestros corazones a manos llenas Su gracia todos los días?”

Entonces si creemos en ese derramar diario de Su gracia a nuestro favor preguntémonos: ¿Cuánto fruto está dando esa semilla en mi vida?

Porque en realidad esa semilla no sólo representa: a) La Palabra de Dios, sino también b) Los dones que el Señor nos regala diariamente, con abundancia y generosidad (El don de la vida, la familia – los padres para algunos, hijos para otros, hermanos y familiares extraordinarios, el vestido, alimento, la educación, el esparcimiento, etc.).

Pero también esa semilla son c) Todos los regalos espirituales que nos concede gratuitamente: (El don de la fe, la bendición del bautismo y Santa Cena, la redención, la Iglesia, la revelación de la Palabra, etc.)

Y si el Señor está sembrando tanto en nosotros, entonces será bueno que nos preguntemos: ¿Cuánto le correspondemos nosotros? ¿Cuánto fruto estamos produciendo? ¿En que porcentaje?

Dicho de otro modo: ¿Qué tipo de tierra somos? ¿Qué clase de cristianos somos?
¿Cristianos por conveniencia, tradición, superficiales, de nombre nada más?
¿O cristianos de verdad, convencidos, demostrado con obras y comportamiento? Que el Señor nos ayude amados…

Veamos algunas características de los distintos “suelos” (Cristianos)

1.- Primer tipo de terreno: La semilla que cae “junto al camino” tipifica al Cristiano “indiferente”.
Es triste decirlo amados, pero en nuestros círculos cristianos abundan los tibios y apáticos.
Son aquellos que no les preocupa demasiado venir a la Iglesia. Pocas veces oran, les da lo mismo recibir la comunión del pan y la copa.
La semilla (Palabra) cae siempre junto al camino.
La semilla no penetra su corazón.

Su indiferencia endurece la tierra (Corazón).

Rechacemos ese espíritu amados.
Que el Espíritu Santo ponga solicitud en nuestras vidas. Voluntad en nuestros corazones.
Que seamos llenos de entusiasmo e interés.

¿Cuántos le piden al Señor renuevo en el celo y fervor?


2.- Segundo tipo de terreno: La semilla que cae en “Terreno pedregoso” Tipifica al cristiano “inconstante”.

¿Quién es el cristiano inconstante?
Es aquel que se preocupa por formarse en su fe pero es variable. Se interesa por las cosas de Dios.
De vez en cuando va a las reuniones de discipulado. Asiste a algunos retiros, pero es inestable.
Pero que a la larga desiste de sus propósitos iniciales.
Apenas le surge un plan más “divertido” o menos exigente afloja.

Su corazón caprichoso e inseguro es terreno pedregoso.
Informal en sus dichos y compromisos. Nada toma demasiado en serio.

La Palabra de Dios brota en su corazón, pero “no echa raíces”, y cuando “sale el sol” –una dificultad cualquiera–, su semilla se seca.

El tiempo de recuperar la lealtad y ser consecuentes ha llegado.
La persistencia nos hace creíbles y eso hoy no es poca cosa.

Seamos tenaces y coherentes.

3.- Tercer tipo de terreno. La semilla que cae en “entre espinos”
Tipifica al cristiano “acomodaticio”.

Este es el cristiano de buena voluntad, un “buen cristiano” (Que “cumple” con los requisitos elementales de su fe, no mata ni roba, es “buena gente”, pero se abstiene de hacer el bien a los demás).

Su fe es acomodaticia y poco exigente. Se deja arrastrar por los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahoga en él la Palabra de Dios.
En el fondo, aunque es un “buenazo”, es todavía muy materialista. Demasiado absorbido por las vanidades, comodidades, las cosas superfluas.
Imposible que el Espíritu Santo pueda entrar hasta el fondo del alma y transformarla.
Éste es el tercer tipo de tierra: “el espinoso”.

Con la ayuda del Espíritu Santo trabajemos esa área débil de nuestro carácter. Volvámonos intransigentes en las cosas de Dios. En relación con nuestra conducta, con nuestra moral, con nuestros hábitos cristianos.
Como dice Pablo en Romanos: “No os conforméis a este mundo, sino renovaos en el espíritu de vuestra mente”. Busquemos caminar con una mente inflexible “a todo lo que nos quiera apartar” de nuestra fe.




4.- Cuarto tipo de terreno:La semilla que cae en “buena tierra”
Tipifica al cristiano “auténtico”


Finalmente, tenemos la semilla que cayó una tierra buena. O sea, cristianos convencidos.
Que viven con coherencia su fe. Que se esfuerzan de verdad por dar testimonio público de su ser cristiano –aunque también tienen debilidades y defectos– pero que buscan ayudar a los demás en su medio ambiente. Que oran, que procuran vivir cada día más cerca del Señor a través de Su gracia. Que se esfuerzan por crecer en su fe y aman de veras a Jesucristo, a la Iglesia, y luchan para que otros también lo sean.
Ése es un cristiano auténtico, que produce una buena cosecha: frutos al ciento por ciento, al sesenta o treinta por ciento.

Conclusión:

Si somos de éstos, no será difícil que nos reconozcan, porque un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo. Allí donde van, siempre dejan una huella. “Por sus frutos los conoceréis” – Dijo Jesús–. Se nos reconocerá por las obras.
No dejes de responder a esta pregunta que te dirige Jesús hoy: ¿Qué tipo de tierra eres? ¡Ojalá que de esta última!
Rev. Raúl Flores
Comunidad Cristiana Nueva Vida de Buenos Aires.
Sermón no predicado aún.

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